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Los actos de Cristo que sirvieron para nuestra salvación son: Su venida a la tierra, su vida en la tierra, su muerte, su resurrección, su ascensión al cielo, y su posición a la diestra del Padre.

La encarnación de Cristo

Miremos dos pasajes de las Escrituras.

  1. Romanos 8:1-13: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (8:1).

 ¿Por qué no hay ninguna condenación? «La ley del Espíritu de vida me libró de la ley del pecado Y de la muerte» (Romanos 8:2).

Los creyentes han sido librados por causa de su ‘unión con Cristo. ¿Cuál es la base de su liberación? «Porque lo que era imposible para la ley (es decir, la ley no podía justificar al pecador) por cuanto era de débil por la carne (la naturaleza pecaminosa), Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado Y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne» (Romanos 8:3). Es decir, era la venida de Cristo en la carne, lo que permitió que Él pagara por el pecado. Luego el apóstol sigue su argumentación. No hay condenación para los que están en Cristo Jesús (vs. 1) porque ellos fueron librados de la ley del pecado y de muerte, la cual trae condenación (vs. 2). Fuimos librados porque Cristo se hizo humano. Sucedió de una manera tan real, que cuando Dios condenó el pecado en Él, Dios a la vez condenó el pecado en todos aquellos que están en Cristo (v. 3). Por esta razón, ninguna condenación hay para los que están en Cristo.

Cuando decimos que Cristo se identificó con la naturaleza humana, queremos decir que Dios lo mandó en «semejanza del hombre pecador» (Romanos 8:3). Pero, ¿se identificó Cristo con toda la humanidad? La respuesta a esta pregunta se halla en otro pasaje de la Biblia, el que vamos a mirar a continuación:

  • Hebreos 2:10-18. Este pasaje habla de hijos de los que son santificados, de hermanos y de los que son descendencia de Abraham. Estos términos todos hacen referencia a un solo grupo de personas. Los versículos dicen que Cristo lleva «muchos hijos a la gloria». Para poder librar a estos hijos, es decir, a sus «hermanos», de la servidumbre del diablo (vv. 14,15); Cristo tuvo que identificarse con este grupo particular de personas y no con toda la humanidad en general. Se identificó con la «descendencia de Abraham» (Véase Gálatas 3:29). Con esta frase se refiere a creyentes en Cristo solamente.
La muerte y la resurrección de Cristo

 Estos son otros actos de Cristo que eran para nuestra salvación. Cuando Cristo murió, resucitó, y ascendió a los cielos, no actuaba por su propia cuenta, sino como el Fiador designado de su pueblo. Un fiador es una persona que actúa como garantía por una deuda o que responde por otra persona. Cristo será la cabeza de su pueblo, obrando a su favor. Su pueblo estaba unido a Él en estos actos de redención.

Los pasajes más importantes sobre este tema son Romanos 6:2-11, Efesios 2:4-6, Colosenses 3:3,4, y 2 Corintios 5:15. Pablo habla de que nosotros hicimos algo» con» Cristo.

 Las palabras que Pablo usa para hablar de nuestra experiencia en Cristo, son palabras que nos ponen en la mas estrecha relación con Él. Los actos realizados por Cristo nos muestran una relación intima con su pueblo. Aquellos que estaban en Cristo desde la eternidad estaban también en Él durante sus padecimientos aquí en la tierra para alcanzar su salvación. Siendo Cristo hombre verdadero, temía los sufrimientos de la cruz. Pero oraba: «No sea como yo quiero, sino como tú». No se resignaba a morir por la humanidad en general, sino que se entregaba por la salvación de su pueblo. En la cruz clamó: «Consumado es» ¿Qué fue lo que se quedó consumado o terminado? Era que Él había alcanzado o logrado la salvación de su pueblo. Fue consumada la salvación que Él había comprado para su propio pueblo.

Las Escrituras nos dicen que «Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella» (Efesios 5:25). Dicen también: «El buen pastor su vida da por las ovejas» (Juan 10:11). Así que la enseñanza clara de la Biblia, es que el propósito de Cristo era el de salvar a unas personas en particular, y que sufrió y murió por ellas solamente. Estas doctrinas de la unión con Cristo nos ayudan a entender la gloria de su muerte en la cruz. El Hijo de Dios que estaba en el cielo, recibiendo la adoración de los ángeles y sosteniendo el universo con su poder, de acuerdo a su buena voluntad aceptó nacer de una virgen, ir a Getsemaní, y morir en la cruz. ¿Con qué fin? No porque tenía un deseo impreciso, de lograr de alguna manera alguna provisión indefinida para salvar pecadores. ¡No! Fue a la cruz en unión con su pueblo y su pueblo en unión con El.

La muerte de Cristo fue la muerte de su pueblo. Su resurrección fue la de ellos. Su lugar a la diestra del Padre es el lugar de ellos. Su glorificación será la glorificación de ellos.

Cuando Cristo venga por segunda vez, todo el mundo podrá darse cuenta de lo verdadera que es la unión de Cristo con su iglesia, y cuán grande es la bendición que el Hijo de Dios obtuvo para ellos.- – – –

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 Extracto tomado del libro: Unión con Cristo, de Albert N. Martin

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