En BOLETÍN SEMANAL
Sometiéndoos unos a otros: ​Tenemos una gran responsabilidad que cumplir cuando somos cristianos al igual que ocurriría si formáramos parte de un ejército. Antes vivíamos para nosotros y nuestros deseos, pero ahora estamos bajo un Señor. Esto implica que debemos someternos a las normas del Reino, asumir sus mandatos y obedecer sus preceptos. Aunque somos seres individuales, no podemos ser individualistas. Hay implicaciones prácticas y directas.

​  «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución». “Someteos unos a otros en el temor del Señor”.  Una persona ebria no va a someterse a nadie. Sólo le importa hacerse el grande. Eso es lo que caracteriza al hombre ebrio. Carece de control. Se jacta y se gloría a sí mismo y piensa que es deslumbrante. Si hemos de someternos unos a otros debemos ser totalmente distintos a aquellos que están llenos de vino, y que llegan a ese extremo de disolución. Y, por el otro lado, debemos ser llenos del Espíritu.

Hemos de ser diferentes de lo que éramos, hemos de ser diferentes al mundo, y nuestras características esenciales han de ser totalmente diferentes a las de hombres y mujeres que todavía no pertenecen a ese reino. Hemos de ser llenos del Espíritu. ¿Cómo lo demostramos? Hasta donde el apóstol lo está indicando, hemos de demostrarlo mediante nuestra relación con Dios. Él ha estado hablando sobre nuestra adoración, «hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo». Estas personas están llenos del Espíritu, dice el apóstol, y se reúnen para realizar sus cultos, sus reuniones llenas de alegría y gozo. Han de expresar todas estas cosas juntas en la adoración a Dios, en la alabanza y en el culto. Pero, dice el apóstol, eso no es todo. Estas personas deben manifestar el mismo espíritu en su trato los unos con los otros, en el compañerismo que tienen los unos con los otros a nivel puramente humano y terrenal. De modo que el apóstol está subrayando su tema básico, mostrando que los hombres y mujeres que son llenos del Espíritu deben demostrar esa característica en su trato los unos con los otros.

Esa es la forma de enfocar este versículo particular. Es esencial que entendamos exactamente su significado porque el apóstol va a ilustrar en tres sentidos esta verdad.

El apóstol primero establece el principio y, habiendo hecho así, dice, para aplicarlo de forma particular, ‘las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor… Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales’. Tal y como veremos, estas tres son ilustraciones separadas y particulares de este principio fundamental que siempre debería gobernar las relaciones entre los cristianos.

‘Sometiéndoos unos a otros’. Nótese que la misma forma que el apóstol utiliza para expresarlo confirma lo que he estado diciendo acerca de la relación de este versículo con los que le preceden y siguen inmediatamente. «Por eso, vosotros que estáis llenos del Espíritu debéis cantar juntos, someteros unos a otros y comportaros correctamente en las relaciones cruciales de la vida».

Pero, ¿qué significa ‘sometiéndoos unos a otros’? Una mejor traducción, quizás, podría ser: ‘estando sujetos los unos a los otros’. En vista de la palabra que el apóstol utiliza, es obvio que su idea es algo parecido a esto: es el cuadro de los soldados en un regimiento, soldados que están en una misma línea bajo un oficial. La característica de una persona en esa posición es que en cierto sentido ya no es un individuo; ahora es un miembro del ejército y todos los soldados juntos prestan atención a las órdenes e instrucciones que les dirige el oficial. Cuando una persona se alista, es como si renunciase a su derecho de determinar su propia vida y actividad. Eso es una parte esencial de su contrato. Cuando él se une al ejército o a la fuerza aérea o a la marina, ya deja de gobernarse y controlarse a sí mismo; en adelante debe hacer lo que se le ordena. Ya no podrá tomarse un día de descanso cuando quiera, ni tampoco podrá levantarse a cualquier hora. Ahora es un hombre bajo autoridad y las reglas lo gobiernan. Y si tal persona comienza a actuar conforme a sus propias decisiones e independientemente de otros, será culpable de insubordinación, y por lo tanto será castigado. Esa es la imagen que utiliza el apóstol; y lo que quiere decir es  lo siguiente: aquellos que están llenos del Espíritu deben de comportarse voluntariamente de la misma manera en sus relaciones unos con otros. Somos miembros del mismo ejército, somos unidades del mismo gran ejército. Nosotros debemos de hacer voluntariamente lo que el soldado debe hacer ‘por la fuerza’.

¿Cómo opera esto en la práctica? No es suficiente limitarse a utilizar las palabras; estas cosas deben ser aplicadas en la práctica. Como dijo nuestro Señor a sus discípulos: «Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis». ¿Qué implica esto? ¿Qué significa que tengamos que someternos y sujetarnos unos a otros? Desde el punto de vista negativo tiene ciertas implicaciones muy claras. No hemos de ser descuidados. La mayoría de los problemas en la vida y la mayoría de los conflictos se deben al hecho de que la gente no piensa. La acción impetuosa es la mayor causa de conflictos, de disputas y de infelicidad en todas las esferas de la vida. Si las personas tan sólo se detuvieran a pensar antes de hablar o antes de mirar o antes de actuar, ¡cuánta diferencia harían! Pero el problema con el hombre natural es que no piensa. Tan pronto tiene una idea, la expresa; si está sintiendo algo y quiere hacerlo, lo realiza de inmediato; un impulso que llega inmediatamente es puesto por obra. Por eso, expresándolo en forma negativa, el apóstol está diciendo que el cristiano nunca debe ser una persona descuidada, debe abstenerse de este tipo de vida instintiva basada en la mera intuición. Como ya lo he venido diciendo ampliamente, el cristiano es una persona que es gobernada por la verdad, gobernada por principios; es una persona sabia. Anteriormente lo expresó así: ‘por tanto no seáis insensatos, sino entendidos de cual sea la voluntad del Señor’. Una persona sabia es una persona que piensa; él mira antes de actuar, piensa antes de hablar. Es una persona gobernada por los pensamientos y por el entendimiento, por la meditación y un espíritu de consideración.

Y tan pronto esa persona comienza a pensar, descubrirá otro aspecto negativo de suma importancia, es decir, que no debe ser egoísta ni egocéntrico. El verdadero problema con las personas egoístas y egocéntricas es que nunca piensan, excepto, por supuesto, acerca de ellos mismos. Pero en realidad eso significa que no piensan; en cambio, actúan como animales. Un animal siempre persigue sus propios propósitos, no piensa, sólo actúa conforme a sus instintos. Hablando en términos generales, éste es el problema con el no cristiano; él es un egoísta y un egocéntrico, porque no piensa.

O bien, recordando la palabra del apóstol y la ilustración que sugiere, permítanme expresarlo de otra manera. El cristiano, aunque siga siendo un individuo, nunca debe ser individualista. En cuanto se hace individualista, se equivoca. Este principio, esta característica de ser individualista es imposible, como ya he dicho, en un ejército. Eso es lo primero que debe ser reprimido en una persona que entra al ejército. El proceso puede ser muy doloroso; pero debe comprender que ya no puede comportarse como antes. Tal vez en casa esta persona fue un niño mimado, y tan pronto quería alguna cosa la obtenía, era él quien gobernaba. Pero todo eso debe cesar. En el ejército debe someterse a otro. Sería imposible dirigir un ejército compuesto de una serie de personas individualistas. Todo eso debe ser sometido.

 
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Extracto del libro:»Vida nueva en el Espíritu», de Martin Lloyd-Jones

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