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Hemos dado muchas razones del porqué los creyentes deberían esforzarse para evitar la tentación. Debería estar claro que este es nuestro deber cristiano. No obstante, algunas personas todavía levantarán objeciones para debilitar nuestra determinación en resistir.

  1. Primera objeción: Se nos manda a «tener por sumo gozo cuando caigamos en diversas tentaciones» (Stg. 1:2). Entonces ¿Por qué deberíamos hacer un esfuerzo para evitar la tentación? Hay dos respuestas a esta pregunta.

a. Santiago no está sugiriendo que nos gocemos de las tentaciones mismas en las cuales podemos caer. Tampoco está sugiriendo que haya algo malo en esforzarnos para evitar la tentación. Lo que está diciendo es lo siguiente: Hay ocasiones en la providencia de Dios cuando tenemos que enfrentarnos con la tentación. En estas ocasiones, debemos regocijarnos, no en la tentación misma, sino en el propósito de Dios en permitir la tentación (vea Stg. 1:3-4).

b. La Biblia usa la palabra tentación en dos sentidos. Santiago mismo usa la palabra en dos sentidos diferentes (vea Stg.l:2 y 1:13, la Versión 1960 traduce la palabra como «pruebas» en el versículo dos y como «tentado» en el versículo trece. La Versión Antigua traduce la palabra simplemente como «tentados» y «tentaciones»). En el primer sentido, es Dios quien está usando la tentación como una prueba con un propósito bueno. En el segundo sentido, la palabra. trae la idea de «tratar de persuadir hacia el pecado», y es solamente el diablo quien tienta en esta manera. Nadie puede regocijarse de ser tentado a pecar por el diablo porque la meta de tal tentación siempre será mala. Dios encamina las pruebas para nuestro bien. No obstante, esto puede dar lugar al diablo para tentarnos a pecar. Debemos regocijarnos en la prueba y al mismo tiempo, buscar como evitar cualquier tentación a pecar que pudiera surgir de la prueba.

  1. Segunda objeción: Jesucristo mismo fue tentado; entonces ¿cómo puede ser malo para nosotros tener una experiencia semejante? Además, Heb.2:12-18 indica que esta experiencia fue ventajosa porque le ayudó a ser un sacerdote misericordioso. Es cierto que Jesucristo fue tentado, pero es igualmente cierto que no se colocó voluntariamente en el camino de la tentación. Cristo dijo que hacer tal cosa era «tentar al Señor tu Dios» (Mat.4:7). Cristo sufrió la tentación pero no conoció el pecado: Nunca pecó. Cuando el príncipe de este mundo se acercó s. Cristo, «no encontró nada en El». Es muy diferente el caso de cada uno de nosotros. El diablo sí tiene algo en nosotros: Un aliado en nuestros deseos pecaminosos. Nosotros nunca salimos de la tentación como Cristo lo hizo, puro y sin contaminación. Nos es imposible escapar completamente de la tentación, pero debemos hacer todo lo que podamos para no ser atrapados ni contaminados por ella.
  2. Tercera objeción: Dios ha hecho promesas de que nos guardará en la tentación (ver 1 Cor.10:13, 2 Ped.2:9). Entonces, ¿Por qué deberíamos esforzarnos para no entrar en tentación? Dios nos ha dado promesas preciosas que son para animarnos en nuestra lucha en contra de la tentación. Apelar a ciertas promesas como un pretexto para no pelear contra la tentación es abusar de las promesas de Dios. Observa que la promesa de 1 Cor.l0:13 viene después de un claro mandamiento: «El que piensa estar firme, mire que no caiga» (vs.12).

a. Si somos obstinados o si descuidamos nuestro deber y así entramos en tentación, entonces la promesa no es para nosotros. La promesa es hecha a aquellos que entran en tentación a pesar de todos sus esfuerzos para evitarlo. Esta no es una promesa indiscriminada para aquellos que voluntariamente entran en tentación. En una de las tentaciones que el diablo dirigió al Señor Jesucristo, trató de atraparlo retorciendo las Escrituras y omitiendo la frase «en todos tus caminos» (Sa1.91:11 comp. con Mat.4:6-7). Esta frase es importante. Jesús no fue engañado porque sabía que la promesa de liberación era para aquellos que andan en los caminos de Dios. También sabía que escuchar al diablo no era uno de los caminos de Dios. Si vamos voluntariamente en el camino de la tentación, estamos dejando los caminos de Dios. Las promesas de Dios son para aquellos que están en sus caminos y no para aquellos que los dejan.

b. Un hijo de Dios sabe que la gracia de Dios es suficiente para guardarle de apartarse de Dios. Sabe que un hijo de Dios no puede perecer (Jn.10:28). Este conocimiento no le anima para ser descuidado con respecto a la tentación. Un creyente temblará si deshonra a Dios, por el escándalo al Evangelio y por las tinieblas espirituales que llenarán su alma si fuera a caer en pecado. En contraste, cualquiera que evita la tentación simplemente motivado por las ganas de ser libre del infierno está en más peligro de ir al infierno de lo que se da cuenta.

c. Entrar en tentación simplemente porque consideras que no te condenará es igual a «perseverar en pecado para que la gracia abunde» (Rom.6: 1-2). Imagina al dueño de un barco que acaba de comprar una carga de mercancías preciosas que le costaron mucho. Sería un necio si voluntariamente permitiera que el barco se estrellara contra las rocas simplemente porque pensaba que él podría nadar hasta la orilla y ponerse a salvo. Como creyentes, tenemos bendiciones más grandes que cualquier costosa mercancía. Tenemos consuelo, paz y gozo; podemos dar gloria a Dios y honor al Evangelio. Sería la locura más grande para nosotros arriesgar la pérdida de todo esto, simplemente porque creemos que nuestra alma al final será salvada.

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    Extracto del libro: “La tentación” de John Owen

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