En BOLETÍN SEMANAL
Creer que el hombre, tal como es en su estado natural, puede practicar la ética cristiana es el colmo de los errores. De acuerdo con esta enseñanza, los hombres así como son, estarían dispuestos a 'someterse unos a otros en el temor de Dios', ¿Qué maridos y esposas e hijos y padres estarían dispuestos a hacer esto como algo natural?

‘Esposos y esposas’; ¿cuál es la causa de todos los problemas en el matrimonio? Cuando leo los diarios concluyo que en gran medida es el resultado de votos solemnes no cumplidos, de mentiras y pretextos, y de hombres que dicen no haber hecho lo que han hecho o que dicen haber hecho lo que no han hecho. El hombre mentirá con tal de satisfacer sus propios apetitos y deseos. Y sin embargo, según la enseñanza que está en boga hoy día, no tenemos sino que ir a la gente con la ética cristiana para que ellos la pongan en práctica; según la enseñanza moderna la gente le prestará atención y estará dispuesta a creerle. Y no solamente eso, también se enseña que el hombre moderno realmente es capaz de ponerla en práctica. Creer que el hombre, tal como es, puede practicar la ética cristiana es el colmo de los errores. De acuerdo con esta enseñanza, los hombres así como son, estarían dispuestos a ‘someterse unos a otros en el temor de Dios’, ¿Qué maridos y esposas e hijos y padres estarían dispuestos a hacer esto como algo natural? Solamente tendría que decirles, «¿Acaso no ve que se está comportando de forma equivocada? Si solamente hiciera esto o aquello todo estaría bien. Vengan, decidamos hacerlo de esa manera». Y la gente cree que entonces todo el mundo dirá, «¡Excelente! estamos de acuerdo con esto; vamos y hagámoslo así»!.

A esto yo respondo: si ellos creen que son capaces de hacerlo, mi única pregunta es ésta: ¿Por qué se han demorado tanto en poner en práctica su creencia? Debemos recordar que este tipo de enseñanza se ha venido impartiendo durante muchos siglos. Mucho antes de la venida de Cristo, los filósofos griegos impartieron enseñanzas sobre posibles utopías. Luego tenemos allí el Sermón del Monte; durante casi dos mil años ha estado expuesto al mundo. Si un ejemplo moral fuese suficiente, ¿por qué no siguen a Cristo? La simple respuesta es que no pueden hacerlo y no quieren hacerlo. El hombre está paralizado por el pecado; el mal es la fuerza más poderosa de su naturaleza.

No hace falta dedicar más tiempo a este tema; por lo menos, no hace falta para aquellos que conocen la enseñanza de Romanos 7. Lo que Pablo enseña allí es que la Santa Ley de Dios que Él dio a través de ángeles a Moisés, en vez de salvar a los hombres, los hizo peores. Escuchad sus palabras:

«El pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia» (vv. 5, 8). «La ley de Dios que es santa y justa y buena me llevó a pecados cada vez peores, me mató, me derrotó». ¿Por qué? No es que algo esté mal con la ley, afirma él, sino por causa de este ‘pecado que mora en mí’; «el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que, por el mandamiento, el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso». Y a pesar de todo esto, lo que se predica regularmente es nada más que ética cristiana, y se exhorta a las naciones y gobiernos a ponerlas en práctica. Se nos dice, ‘si solamente todos hiciéramos esto, la guerra se habría eliminado y todo estaría bien.

Es porque los hombres creen en esta falacia peligrosa, que el hombre en su condición natural está presto a responder al ejemplo moral. Ya conocen el argumento. Se dice: que una sola nación destruya todos sus armamentos, y las demás naciones mirarán asombradas y dirán «¡Qué cosa maravillosa! Todos debemos decidirnos a hacer lo mismo. ¡Ellos lo creen! ¡Ellos creen que realmente ocurrirá! Quizás recuerden cómo, antes de la segunda guerra mundial, estalló una guerra entre Japón y China. En esa ocasión un representante de la iglesia propuso ir al campo de batalla y pararse entre los dos ejércitos, creyendo que al verlo ambos bandos dirían: «Esto es algo tan maravilloso que no podemos seguir peleando». El creía que el hombre en pecado puede ser conmovido de tal manera por un ejemplo moral que, como resultado, dirá, «Oh, cuan equivocado he estado; debo renunciar a todo esto. Desde ahora voy a vivir esta vida nueva». Si eso fuera cierto, el Hijo de Dios nunca habría tenido que venir a este mundo; su venida habría sido innecesaria. Las enseñanzas divinas y el ejemplo de los hombres habrían sido suficientes.

¿Qué es, en sus últimas consecuencias, lo que está mal con semejante enseñanza?  La respuesta es que es una completa negación de la doctrina bíblica del Espíritu Santo. El apóstol Pablo no le dice a la gente: ‘Someteos unos a otros, ‘esposos y esposas’, de la forma indicada y con el espíritu correcto y todo irá bien; tampoco lo pide de los ‘hijos y padres’ o ‘siervos y amos’ sin antes decirles a todos:  ‘Sed llenos del Espíritu’. El apóstol afirma que semejante conducta es totalmente imposible sin esa condición esencial y preliminar. Pero la gente de nuestros días no cree en el Espíritu Santo; no cree en la persona del Espíritu Santo. Hablan del ‘espíritu cristiano’ y del ‘espíritu de hermandad y buena voluntad’ y cosas por el estilo. Esto no es cristianismo; esto es moralidad, esto es enseñanza pagana.


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Extracto del libro: «Vida nueva en el Espíritu», de Martin Lloyd-Jones

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