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Una vez que te des cuenta de que el Dios omnipotente tiene la potestad en tu vida, dejarás de preocuparte por la forma de pelear contra tus enemigos. No hay asalto lo bastante fuerte para derrotarle a Él, y nada puede penetrar tus defensas sin su permiso.

El diablo fue lo bastante listo como para pedirle a Dios que quitara el cerco alrededor de Job antes de lanzar su ataque, pero los hombres generalmente no son tan conscientes del poder de Dios. Su propia ceguera espiritual los engaña, haciéndoles suponer que el asalto al creyente se lanza contra un mero hombre. Es posible que no puedan ver más allá de su nariz, pero el diablo se lanzará contra un creyente esperando terminar pronto con él. Muchos creyentes no saben que las tropas que defienden al creyente son innumerables, porque la línea de suministro desde el Cielo no la puede bloquear nadie sino Dios mismo.

Los egipcios pensaron tener atrapados a los israelitas cuando los vieron llegar a la orilla del mar. El faraón se jactaba: “Encerrados están en la tierra” (Éx. 14:3). Y así habría sido si no hubiera intervenido el poder supremo que los llevó a buen puerto. Pero en cuanto pasaron este peligro, se encontraron en el desierto, sin cobijo. Allí vivieron durante 40 años sin comercio ni labranza, sin robar ni pedir de las naciones colindantes. ¿Qué no podrá hacer el poder supremo para protegernos de la ira y el poder de los enemigos, sean hombres o demonios? La Biblia está llena a rebosar de relatos de la suficiencia absoluta de Dios.

Igual que su poder se interpuso entre los israelitas y los egipcios, también estuvo con Josué en Jericó, y se enfrentó a Goliat en el valle de Ela. Este mismo poder expulsó a los demonios del gadareno, y resucitó al hijo de la viuda.

¿Acaso su poder se ha debilitado hoy, o se han fortalecido nuestros enemigos? Ciertamente no, aunque los hombres malvados actuales parecen más descarados que los enemigos de los santos de antaño. Entonces, a menudo huían ante la presencia de Dios entre su pueblo, mientras que hoy muchos prefieren dar el crédito de su derrota al mismo Satanás en lugar de reconocer a Dios en el asunto. Consuélate con esto: Dios ama tanto a sus hijos que no vacilará en dar naciones enteras por su rescate si su providencia así lo decreta. Abrió el vientre mismo de Egipto para salvar la vida de su hijo Israel (Is. 43:3).

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Extracto del libro:  “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall

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