En BOLETÍN SEMANAL

Habiendo escrito tanto acerca de la inspiración como también de la interpretación de las Sagradas Escrituras, es necesario, a fin de darle una unidad con un mismo fin, proveer uno o dos artículos de la aplicación propiamente dicha. Primero, porque está muy estrechamente relacionada con la exégesis en sí misma: si una mala aplicación o un mal uso fuera hecho de determinado versículo, consecuentemente la explicación que hagamos del mismo terminará por ser necesariamente errónea. Por ejemplo, el Romanismo (papismo) insiste en que “apacienta a mis ovejas” (Juan 21:1517) era una concesión de Cristo hacia Pedro otorgándole un privilegio especial y peculiar honor, siendo uno de los pasajes al que este sistema maligno apela con el fin de fundamentar la primacía de este Apóstol. Sin embargo, no hay nada en los escritos del propio Pedro con lo cual dé a entender que él considerara a tales indicaciones de su Maestro como constituyéndole “Obispo Universal.” En vez de eso, en su primera Epístola encontramos expresamente lo contrario, dado que lo vemos exhortando a los ancianos y pastores:

 “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 Pedro 5:2-3).

Así pues, queda bien claro por este pasaje que los preceptos que Cristo da en Juan 21:15-17 se aplican o pertenecen a todos los pastores. Por otro lado, las palabras de nuestro Señor dirigidas a Pedro y a Andrés, “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mateo 4:16), no aplican para todos sus discípulos, sino solamente para aquellos a quienes Él llamó y calificó para el ministerio. Esto es evidente del hecho de que en ninguna de las Epístolas, en donde tanto los privilegios como los deberes de los santos son definidos con especificad, figura tal precepto o promesa. Así, por un lado, debemos siempre tener cuidado de no tomar un versículo y reducir su alcance sin justificación alguna; y por el otro lado, estar constantemente en guardia de no hacer general algo que es expresamente particular. Es solamente a partir de la cuidadosa analogía general de la Fe que podremos ser preservados de cualquier error. La Escritura siempre interpreta a la Escritura, pero mucha familiaridad con su contenido, y una comparación diligente en oración de una parte con otra, es requerida antes de que alguien pueda justificadamente, en decisión dogmática, dar la correcta interpretación o aplicación de cualquier pasaje. 

El Dispensacionalismo

Su error

Pero existe una razón adicional que hoy se hace imperiosa, de porque debemos escribir sobre nuestro presente objeto de estudio (tópico), y esto es, para exponer el error moderno y pernicioso del Dispensacionalismo. Este es una artimaña del enemigo diseñada para robarles a los hijos de Dios una porción no menor del pan que su Padre celestial les proveyó para que alimentasen sus almas; una artimaña en la que la astuta serpiente se presenta como ángel de luz (II Cor.11:14), fingiendo “hacer de la Biblia un libro nuevo” simplificando tanto de ella que deja perplejo al espiritualmente indocto. Es triste ver cuánto éxito ha tenido el diablo gracias a esta sutil innovación. Es probable que algunos de nuestros propios lectores, al examinar los artículos sobre la Interpretación de las Escrituras, hayan sentido que en más de una ocasión nos tomamos cierta libertad indebida para con las Sagradas Escrituras, que hacemos uso de algunos pasajes de una manera completamente injustificada, que apropiamos para los santos de esta era cristiana lo que no les pertenece sino que más bien está dirigido a aquellos que vivieron en una dispensación del pasado totalmente distinta a esta, o para algunas que están por venir.

Este método moderno de maltratar (usar mal) las Escrituras – pues ciertamente es nuevo (moderno), y era completamente desconocido por los cristianos de hace poco más de un siglo, y es en estos últimos años que está siendo aceptado por aquellos que no pertenecen al pequeño círculo donde se originó- Se basa en 2 Timoteo 2:15, “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.”

Poco o nada en absoluto es lo que se dice de las primeras dos cláusulas de este texto, pero [ellos basan sus argumentos] en la tercera, la cual es explicada como, “que correctamente dispensa [secciona] las Escrituras a las distintas personas según corresponda.” Estos mutiladores de la Palabra nos dicen que todo lo del Antiguo Testamento a partir de Génesis 12 en adelante pertenece enteramente a Israel según la carne, y que ninguno de esos preceptos están vinculados a los que son miembros de la Iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo, y que ninguna de todas las promesas allí encontradas puede apropiársele a la Iglesia legítimamente. Y esto, nótese debidamente, sin una sola mención hecha de parte del Señor o de los Apóstoles a este respecto, en desprecio del uso que el Espíritu Santo hace de las Escrituras más antiguas en cada parte del Nuevo Testamento. Lejos de que el Espíritu Santo enseñe a los cristianos a prácticamente considerar al Antiguo Testamento de la manera en que considerarían a un almanaque obsoleto, declara, “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras [del Antiguo Testamento], tengamos esperanza.” (Romanos 15:4)

No contentos con sus determinados esfuerzos por privarnos del Antiguo Testamento, estos aspirantes a “súper-expositores” dogmáticamente aseveran que los cuatro Evangelios son judaicos, y que las epístolas de Santiago y Pedro, Juan y Judas, fueron escritas para un “piadoso remanente judío” que tendrá lugar en un futuro “período de tribulación,” y que nada sino solo las epístolas Paulinas contienen la “verdad de la Iglesia,” y millares de almas ingenuas han aceptado sus  tesis. Aquellos que se niegan a hacer de esa manera son considerados ignorantes y superfluos – ¡sin embargo, Dios mismo no ha proferido palabra alguna a tal efecto (o en ese sentido)! Ciertamente no hay nada en absoluto en 2 Timoteo 2:15 para justificar  tal método revolucionario de interpretación de la Palabra; ese versículo no tiene mayor relación con separar las Escrituras en diferentes “dispensaciones” de lo que tiene que ver con distinguir las variaciones entre las estrellas de magnitud variable. Si ese versículo fuera cuidadosamente comparado con Mateo 7:6, Juan 16:12, y I Corintios 3:2, su significado quedaría claro: quien ocupa el púlpito ha de ser diligente en estarse equipado para darles a las distintas clases de oyentes “su ración a su tiempo” (Lucas 12:42). Que “dispense bien la palabra de verdad”, es para que él ministre adecuadamente los diversos casos y circunstancias de su congregación: para pecadores y santos, para el indiferente y el que indaga, para los niños y los padres, para el tentado y el afligido, para el que abandona (apóstata – o mejor dicho, rebelde-) y el caído.

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Extracto del libro: “La aplicación de las Escrituras”,  de A.W. Pink

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