En BOLETÍN SEMANAL

Los que no habéis sido desposados con Cristo, a vosotros os dirijo mis palabras, y esto tanto a hombres como a mujeres, pero particularmente a vosotras que sois mujeres jóvenes, a las que hoy he sido especialmente llamado a predicar… Venid, vírgenes, ¿me dejaréis ser un pretendiente para vosotras, no en mi nombre, sino en el nombre de mi Señor? ¿Puedo hacer prevalecer vuestros afectos y convenceros de que los deis a Cristo? ¿Puedo ser un instrumento para uniros a vosotras y a Cristo en este día? No seáis tímidas, como algunas de vosotras posiblemente lo seáis en vuestros otros amores. La modestia y el rubor virginal pueden muy bien conveniros al recibir propuestas de otro tipo; pero aquí la timidez es locura y el retraso para aceptar esta propuesta es una vergüenza. Y vosotras tenéis diez mil veces más razones de sonrojaros de vuestro rechazo de Cristo como vuestro amado que de aceptarlo porque, de otra manera, el diablo y el pecado os arrebatarían vuestros afectos virginales. Nunca habéis recibido una mejor propuesta. Considerad Quién es el Señor Jesús, a Quién sois invitadas a desposaros. Él es el mejor marido; nadie es comparable a Jesucristo.

  1. ¿Deseáis a alguien que sea grande? Él es el de mayor dignidad; nunca nadie subió o pudo subir a un logro tan alto ni pudo alcanzar tal excelente majestad como aquella a la que Cristo es exaltado. Él está exaltado sobre todos los reyes de la tierra. “Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Ap. 19:16). Sí, Él está exaltado por encima de los ángeles del cielo y nadie tiene tal autoridad: “Quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades” (1 P. 3:22). Él es el primogénito de toda criatura, por Quien y para Quien todas las cosas fueron creadas. “Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Col. 1:17-18). “El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia” (He. 1:3). Él es la gloria del cielo, el querido de la eternidad, admirado por los ángeles, temido por los demonios y adorado por los santos. Si el más bajo mendigo pudiera igualarse con el príncipe más grande que nunca haya vivido, para él esto no podría suponer lo que es para vosotras estar desposadas con el Señor Jesucristo, el Rey de gloria, de cuyo honor y dignidad participaréis en esta relación y por medio de ella.

2. ¿Deseáis a alguien que sea rico? Nadie se puede comparar con Cristo, Quien es el heredero de todas las cosas (He. 1:2) y en Quien habita toda plenitud (Col. 1:19). No sólo le pertenece la plenitud de la tierra (Sal. 24:1), sino que también la plenitud del cielo está a su disposición, todas las cosas han sido dadas y entregadas a Él por el Padre (Jn. 3:35; Mt. 11:27). Las riquezas de gracia y las riquezas de la gloria están a su disposición. En Él están escondidos todos los tesoros (Col. 2:3). El Apóstol habla de las “inescrutables riquezas de Cristo” (Ef. 3:8). Las riquezas de Cristo son inescrutables por su alto valor, son inestimables; es imposible descubrir su valía. También son inescrutables por su abundancia. Son imperecederas; nadie puede hacer que la fuente de Cristo se seque. Nadie puede buscar y hallar el fondo del tesoro de Cristo. Si estáis desposadas con Cristo, compartiréis sus riquezas insondables; recibiréis de su plenitud gracia sobre gracia aquí y, en el futuro, gloria sobre gloria. Y Él hará todas las provisiones necesarias para vuestro ser exterior mientras vuestra morada esté aquí en este mundo.

3. ¿Deseáis a alguien que sea sabio? Nadie es comparable a Cristo en cuanto a sabiduría. Su conocimiento es infinito y su sabiduría corresponde con su conocimiento… Cristo no es solamente sabio, sino que Él mismo es la sabiduría (Mt. 11:19). Él es la sabiduría de Dios (1 Co. 1:24). Cristo es infinitamente sabio en sí mismo y es la fuente de toda sabiduría verdadera, espiritual y celestial, que es dada a cualquiera de los hijos de los hombres. “En quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col. 2:3). Si estáis desposadas a Cristo, Él os guiará y os aconsejará y os hará sabias para salvación.

4. ¿Deseáis a alguien que sea poderoso, que os defienda en contra de vuestros enemigos y en contra de cualquier daño y maltrato? Nadie hay igual a Cristo en poder. Otros tienen algún poder, pero Cristo tiene todo el poder (Mt. 28:18). Otros pueden ser potentes, pero Cristo es omnipotente. Otros pueden tener poder, pero Cristo mismo es poder, el poder de Dios (1 Co. 1:24). Y si vosotras estáis desposadas con Cristo, su infinito poder está comprometido en vuestra defensa en contra de vuestros enemigos. Él sepultará vuestras iniquidades (Miq. 7:19) con aquel poder por el que Él es capaz de someter todas las cosas (Fil. 3:21). Él aplastará a Satanás bajo vuestros pies (Ro. 16:20). Él os preservará de la maldad del mundo (Jn. 17:15). Él hará de vosotras más que vencedoras sobre todos vuestros enemigos espirituales, los cuales, sin su ayuda, no sólo os maltratarían y os harían daño, sino que aun os arruinarían y os destruirían (Ro. 8:37).

5. ¿Deseáis a alguien que sea bueno? Nadie hay como Cristo en este sentido. Otros pueden tener alguna bondad, pero es imperfecta. La bondad de Cristo es completa y perfecta. Él está lleno de bondad y en Él no hay maldad. Él es bueno y hace el bien y, si estáis desposadas con Cristo, sin importar cuan malas vosotras seáis por naturaleza, Él os hará, en alguna medida, buenas como Él mismo lo es.

6. ¿Deseáis a alguien que sea bello? Cristo es el más hermoso de los hijos de los hombres (Sal. 45:2). Él es “blanco y rubio, señalado entre diez mil” (Cnt. 5:10). Su boca es dulcísima, sí, todo Él es codiciable (Cnt. 5:16). Sus ojos son sumamente brillantes. Sus miradas y destellos de amor son sumamente arrebatadores. Sus sonrisas son sumamente deleitosas y refrescantes para el alma. Cristo es el más bello y la persona más amable de todas las que están en el mundo. Nadie es tan perfecto en todos los sentidos como Él es perfecto y, por consiguiente, Él es sumamente deseable en esta relación. Aunque vosotras no seáis bellas en vosotras mismas, aunque estéis deformadas y contaminadas por el pecado, con todo, si estáis desposadas con Cristo, Él pondrá su atractivo aspecto sobre vosotras. Él os lavará de vuestras contaminaciones en un baño hecho de su propia sangre y os hará bellas con su propia imagen y, de esta manera, llegaréis a ser hermosas en sobremanera. Y como vosotras habéis recibido permiso para deleitaros en la belleza de Cristo, así Él grandemente deseará y se deleitará en la vuestra…

7. ¿Deseáis a alguien que os ame? Nadie puede amaros como Cristo. Su amor es incomparable e incomprensible. Sobrepasa a todos los amores y sobrepasa también todo conocimiento (Ef. 3:19). Primero, su amor no tiene comienzo. Es libre, sin motivo alguno. Su amor es grande, sin medida alguna. Su amor es constante, sin cambio alguno; es eterno, no tiene final.

Fue el amor de Cristo lo que lo trajo del cielo, lo que encubrió su divinidad en un alma y un cuerpo humano, lo que le dio la forma de siervo, lo que lo expuso al desprecio, al reproche y a muchas indignidades. Fue el amor lo que lo hizo sujeto al hambre, la sed, el dolor y muchas debilidades humanas, lo que lo humilló hasta la muerte, aun a la dolorosa e ignominiosa muerte de cruz. Y cuando por amor Él acabó la obra de redención en la tierra, en lo que era necesario para la satisfacción de la justicia de Dios, fue su amor quien lo trajo de vuelta al cielo donde Él estuvo primero, de manera que Él pudo hacer aplicación de lo que había comprado para que allí, Él pudiera hacer intercesión por aquellos a los cuales Él había redimido y preparar un lugar para ellos, aun mansiones gloriosas con Él, en la casa no hecha con manos, que es eterna en los cielos. Es por amor que Él envía tales arras a su pueblo desde el cielo a la tierra, las cuales Él les transmite a través de sus ordenanzas por su Espíritu. Y sus arras de amor están infinitamente por encima de todas las otras arras de amor en dignidad y excelencia. Es seguro pues, que nadie es tan deseable para que vosotras os desposéis como el Señor Jesucristo. Si estáis desposadas con Cristo, Él es vuestro —todo lo que Él es y todo lo que Él tiene—. Vosotras tendréis su corazón y disfrutaréis de las expresiones más escogidas de su más tierno amor.

Y ahora, pongamos todas estas cosas juntas. Siendo el Señor Jesucristo incomparable en dignidad, en riquezas, en sabiduría, en poder, en bondad, en amabilidad y en amor, creo que no necesitáis otro motivo para convenceros y desposaros voluntariamente con Él.

Tomado de “Christ, the Best Husband” (Cristo, el mejor esposo) en The Good Work Begun (La buena obra comenzó), reimpreso por Soli Deo Gloria.

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Thomas Vincent (1634-1678): Predicador puritano inglés, autor respetado y amado de The Shorter Catechism Explained from Scripture (Explicación del Catecismo Menor basada en las Escrituras), True Christian’s Love for the Unseen Christ (El amor del verdadero cristiano por el Cristo invisible) y otros.

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