En ARTÍCULOS

Ilustraremos los peligros de la tentación usada por Satanás bajo los siguientes dos puntos:

  1. El gran daño que las tentaciones de Satanás pueden hacer al creyente. La meta principal de la tentación es la de conducir a la persona a pecar. Podría ser el pecado de hacer lo que Dios prohíbe. Podría ser el pecado de no hacer lo que Dios manda. Podría ser algún pecado en la carne que puede ser viste por otros, o podría ser un pecado en la mente que solo Dios puede ver. Cualquiera que sea el pecado, nunca debemos olvidar que el propósito de la tentación es de dañar la salud espiritual del creyente.
  2. La gran variedad de tentaciones que Satanás usa en contra del creyente. Cualquier cosa que pueda impedirnos para hacer la voluntad de Dios debe ser vista como una tentación. Puede ser que sea algo dentro de nosotros (algún deseo malo) o cualquier cosa o persona en el mundo. Cualquier cosa que provoque o anime a una persona a pecar es un tipo de tentación. Casi cualquier deseo que una persona pueda tener, podría convertirse en una fuente de tentación. Desear tales cosas como por ejemplo: una vida tranquila, amigos, un buen nivel de vida, una buena reputación (¡la lista es casi interminable!), no es pecaminoso en sí mismo. Sin embargo, tales cosas pueden llegar a convertirse en una fuente peligrosa de tentación que resulte difícil de resistir. Los creyentes necesitan aprender a temer las tentaciones que surgen de tales fuentes ya mencionadas. Deberían temer tales tentaciones tanto como temen las tentaciones que conducen a pecados abiertos y escandalosos. Si fallamos en hacer esto, estamos más cerca del borde de ser arruinados de lo que nos imaginamos.

¿Cómo actuar ante la tentación?

Nos enfocaremos sobre el peligro de la tentación, considerando el significado de dos frases que encontramos en el Nuevo Testamento:

  1. «Entrar en tentación» (Mat.26:41)
  2. «La hora de la prueba» (Apo.3:10)

¿Qué quiso decir Cristo con la frase «entrar en tentación»? Comenzaremos a responder fijándonos en dos respuestas equivocadas que son muy comunes.

  1. «Entrar en la tentación» significa simplemente ser tentado. Esta respuesta es incorrecta, porque Dios nunca nos promete una vida libre de tentaciones y Cristo no nos enseña a orar por algo que Dios no nos daría. Algunas tentaciones pueden ser evitadas, pero en esta vida es imposible escapar completamente de las tentaciones. «Entrar en la tentación» es una experiencia más peligrosa que el mero hecho de ser tentados.
  2. «Entrar en la tentación» significa ser vencido por la tentación. Esta respuesta también es equivocada, porque una persona puede «entrar en la tentación» y con todo, no caer bajo ella. José experimentó un periodo de «entrar en la tentación», pero salió de ella triunfante. (Gen.39:6-12)

Positivamente en 1 Tim.6:9, Pablo compara el hecho de caer en la tentación con el acto de caer en una trampa («que caen en tentación y lazo»). La idea principal de haber caído en una trampa es que uno no puede escapar fácilmente de ella (como una persona enredada con cuerdas, de las cuales le es difícil escapar). En 1 Cor. 10:13, Pablo usa otra expresión: “No os ha sobrevenido (sobrecogido) ninguna tentación”.  Esta expresión tiene el propósito de ilustrar el poder de la tentación y la dificultad de escapar de ella. En II Ped. 2:9 dice: “Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos”. Pedro enfatiza que solo podemos ser librados de ciertas tentaciones con la ayuda y el poder de Dios.

Partiendo de estas referencias podemos llegar a la conclusión de que “entrar en la tentación” significa experimentar en un grado no habitual, el poder cautivador de la tentación. A veces la tentación es como un vendedor tocando a la puerta. Puede ser ignorado o le podemos decir que se vaya y lo hace. Pero en otras ocasiones, la tentación es como un vendedor que ya ha metido su pie impidiendo el cierre de la puerta. Este vendedor no solo está decidido a vender sus mercancías, sino que lo que nos vende es muy atractivo. Mientras que la tentación simplemente «toca a la puerta», somos libres para no hacer caso de ella. Pero cuando la tentación ya se ha metido en la casa y ha entrado en el «cuarto del corazón», entonces «entramos en la tentación».

Cuando una persona «entra en la tentación» experimenta el poder de la tentación de dos fuentes:

  1. Hay un poder especial de Satanás que actúa desde afuera de la persona. Satanás viene con una determinación y un poder más fuerte de lo normal, para tentar a la persona a pecar. A veces intenta tentarnos por medio de la intimidación: Es decir, «peca o sufre las consecuencias», «niega a Cristo o pierde tu vida». Otras veces intenta tentar ofreciendo a la persona algo que le es deseable, por ejemplo: «Todo esto te daré, si postrado me adorares» (Mat.4:9).
  2. Hay una acción especial del poder del pecado que mora contra el creyente. El pecado que mora dentro. puede ser comparado a un traidor que vive en el corazón de cada persona. Este traidor, se pone de parte del tentador (Satanás) y trata de animar a la persona tentada a ceder ante la tentación. Bajo tal tentación, el creyente puede calmar a Dios para ser liberado una y otra vez y sin embargo, no es librado. La tentación continúa exigiendo sus demandas. Tales tentaciones ocurren normalmente en alguna de la siguientes circunstancias:
    1. Cuando Satanás ha obtenido un permiso especial de Dios, por razones conocidas solo por Dios para llevar al creyente a “entrar en la tentación” (2 Sam.24:1, 1 Cron.21:1: Job 1:12, 2:6, Luc. 22:31).
    2. Cuando los deseos malos de una persona encuentran una oportunidad favorable, y un medio muy atractivo para que puedan cumplirse. Tal fue el caso de David registrado en 2 Sam 11

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Extracto del libro: “La tentación” de John Owen

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