En BOLETÍN SEMANAL

Sería cosa facilísima de probar con muchos testimonios, que es falso lo que ellos tienen como principio y fundamento: que siempre que en la Escritura se hace mención de Dios, no se refiere nada más que al Padre. Incluso en los testimonios que ellos mismos citan para defensa de su causa, descubren neciamente su ignorancia, porque allí se pone al lado el nombre del Hijo, por donde se ve que se compara el uno al otro, y que por esta causa se da particularmente al Padre el nombre de Dios. Su objeción se refuta sencillamente. Dicen: Si el Padre no fuese el único Dios, sería padre de sí mismo. Respondo que no hay ningún inconveniente dentro del orden y graduación que hemos señalado, en que el Padre sea llamado Dios de una manera particular, porque no solamente ha engendrado Él de si mismo su sabiduría, sino también es Dios Jesucristo en cuanto Mediador, como más extensamente lo trataré luego. Porque después que Cristo se manifestó en carne, se llama Hijo de Dios, no solamente en cuanto a que fue engendrado antes de todos los siglos como Verbo eterno del Padre, sino también en cuanto a que tomó el oficio y la persona del Mediador, para unirnos con Dios. Y ya que tan atrevidamente excluyen al Hijo de la dignidad de ser Dios, querría que me dijeran si cuando Cristo dice que nadie es bueno más que Dios (Mt. 19:17), Él se priva de su bondad. Y no me refiero a su naturaleza humana, pues acaso me objeten que cuanto bien hubo en ella le vino por don gratuito; lo que pregunto es si el Verbo eterno de Dios es bueno o no. Si ellos lo niegan, evidentemente quedan acusados de impiedad; si lo confiesan, ellos mismos se echan la soga al cuello.

Y en cuanto que a primera vista parece que Cristo declina de sí el nombre de bueno, ello confirma más aún nuestro propósito; porque siendo esto un título singular exclusivo de Dios, al ser saludado Él como bueno, según la costumbre, desechando aquel falso honor declara que la bondad que posee es divina.

Pregunto también si, cuando san Pablo afirma que sólo Dios es inmortal, sabio y verdadero (1 Tim. 1:17), Cristo con estas palabras es colocado entre los mortales, donde no hay más que fragilidad, locura y vanidad. ¿No será inmortal el que desde el principio fue la Vida, y dio la inmortalidad a los ángeles? ¿No será sabio el que es eterna Sabiduría de Dios? ¿No será veraz la misma Verdad? Pregunto, además, si les parece que Cristo debe ser adorado. Porque si con justo título se le debe el honor de que toda rodilla se doble ante Él (Flp. 2:10), se sigue que es el Dios que ha prohibido en la Ley que ningún otro fuese adorado. Si ellos quieren entender del Padre solo lo que dice Isaías: «Yo, yo soy el primero y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios» (ls.44,6), digo que esto es a propósito para refutar su error, porque vemos que se atribuye a Cristo cuanto es propio de Dios. Ni viene a nada su respuesta, que Cristo fue ensalzado en la carne en la que había sido humillado, y que fue en cuanto hombre que se le dio toda potestad en el cielo y en la tierra; porque, aunque se extiende la majestad de Rey y de Juez a toda la persona del Mediador, sin embargo, si Dios no se hubiera manifestado como hombre, no hubiera podido ser elevado a tanta altura sin que Dios se opusiese a sí mismo. Pero san Pablo soluciona muy bien toda esta controversia, diciendo que Él era igual a Dios antes de humillarse bajo la forma de siervo (Flp.2:6-7). Mas, ¿cómo podría existir esta igualdad si no fuese aquel Dios cuyo nombre es Jah y Jehová, que cabalga sobre los querubines, Rey de toda la tierra y Rey eterno? Y por más que murmuren, lo que en otro lugar dice Isaías, de ninguna manera se le puede negar a Cristo: «He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará» (ls.25:9), pues con estas palabras se refiere claramente a la venida de Dios Redentor, el cual no solamente había de sacar al pueblo de la cautividad de Babilonia, sino que también había de constituir la Iglesia en toda su perfección.

También son vanas sus tergiversaciones al decir que Cristo fue Dios en su Padre, porque aunque a causa del orden y la graduación admitamos que el principio de la divinidad está en el Padre, sin embargo mantenemos que es una fantasía detestable decir que la esencia sea propia solamente del Padre, como si fuese el deificador del Hijo, pues entonces, o la esencia se divide en partes, o ellos llaman Dios a Cristo falsa y engañosamente. Si conceden que el Hijo es Dios, pero en segundo lugar después del Padre, en ese caso la esencia que en el Padre no tiene generación ni forma, en Él sería engendrada y formada.

Sé muy bien que muchos se burlan de que nosotros deduzcamos la distinción de las Personas del texto en que Moisés presenta a Dios hablando de esta manera: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» (Gen. 1:26); pero los lectores piadosos ven que Moisés hubiera empleado fría e ineptamente esta manera de hablar, si en Dios no hubiese varias Personas. Evidentemente aquellos con quienes habla el Padre no eran criaturas; pues fuera de Dios no hay nada que no sea criatura. Por tanto, si ellos no están de acuerdo en que el poder de crear y la autoridad de mandar sean comunes al Hijo y al Espíritu Santo con el Padre, se sigue que Dios no ha hablado consigo mismo, sino que dirigió su palabra a otros artífices exteriores a Él.

Finalmente, un solo texto aclara sus objeciones, porque cuando Cristo dice que “Dios es Espíritu» (Jn. 4:24), no hay razón alguna para restringir esto solamente al Padre, como si el Verbo no fuese espiritual por naturaleza. Y si este nombre de Espíritu es propio tanto del Hijo como del Padre, de aquí concluyo que el Hijo queda absolutamente comprendido bajo el nombre de Dios. Y luego se añade que el Padre no aprueba otra clase de servicio, sino el de aquellos que le adoran en espíritu y en verdad; de donde se sigue que Cristo, que ejerce el oficio de Doctor bajo el que es Cabeza suprema, atribuye al Padre el nombre de Dios, no para abolir su propia divinidad, sino para elevarnos a ella poco a poco.


Extracto del libro: “Institución de la Religión Cristiana”, de Juan Calvino

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