En BOLETÍN SEMANAL

1.- Antes de que el niño haya cumplido un año

Una de las mayores equivocaciones en las que caen las madres es suponer que los dos o tres primeros años de la vida del niño no son importantes en lo que respecta a su formación. La verdad es que, en la formación del carácter, son los más trascendentales de todos. Se ha dicho, y con acierto, que de las impresiones que quedan grabadas, los principios implantados y los hábitos que se forman durante esos años, podría resultar el carácter del niño para toda la eternidad.

Es evidente que, antes de poder hablar, el niño admite una formación moral. La mujer sabia podría hacer que la conciencia o el sentido moral, se desarrollaran poco después, si no antes, de que el niño haya cumplido su primer año. A tan temprana edad logrará distinguir entre lo que su madre considera correcto o incorrecto, entre aquello que le complacerá o lo que le desagradará. Que nadie se extrañe, aun las bestias actúan así; y si se les puede enseñar a hacerlo, ¿no aprenderán los niños muy pequeños? Se reconoce que hay más razón en muchas bestias que en los niños pequeños. Sin embargo, incluso los animales muy pequeños pueden ser enseñados para saber lo que pueden y lo que no pueden hacer; y los niños pequeños también. Con frecuencia oigo decir a algunas madres que sus hijos son demasiado pequeños para enseñarles a obedecer. La madre que actúa sobre esta máxima — que se puede dejar que los niños hagan lo que quieran durante un cierto número de meses o incluso años, descubrirá a sus expensas que, al menos esa lección, no la olvidarán pronto. El instruirlos moralmente puede y debe preceder a lo intelectual. Cultivar los afectos y la conciencia debería ser el principio y el fundamento de la educación, y facilitará el éxito de cualquier esfuerzo, ya sea del niño o de aquellos que lo forman o lo instruyen.

En algunas mujeres existe cierta timidez y desconfianza en su propia capacidad que paralizan o impiden los esfuerzos que pudieran hacer, si creyeran en su propio poder. Toda mujer de buen y sencillo entender puede hacer más de lo que imagina en la formación del carácter de sus hijos. Aquello en lo que sea deficiente, que lo supla mediante la lectura y no hay madre, por cualificada que esté, que debería ignorar esto. Todos pueden aprender algo de otros. ¡Madres temerosas, tímidas y angustiadas, no tengan miedo! La oración aportará la ayuda y la bendición de Dios.

2.- La indulgencia imprudente

La indulgencia imprudente es el peligro más común (y también el más perjudicial) en el que una joven madre puede caer. Sé bondadosa; deberías serlo. Una madre poco amorosa, de corazón duro, es una doble difamación sobre su sexo y su relación. El amor es su poder, su instrumento y… no puede hacer nada —menos que nada— sin él. Pero su amor debe ser como el del Padre divino que dijo: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo” (Ap. 3:19). ¿Puedes decirle “no” a un niño cuando, con sonrisas persuasivas, voz suplicante u ojos llorosos, te pide lo que no es bueno que reciba? ¿Puedes quitarle aquello que, probablemente, será perjudicial para él, pero a lo que le resultará doloroso renunciar? ¿Puedes corregir sus faltas cuando tu corazón se erige en oposición a tu juicio? ¿Puedes apartarle de tus brazos en un momento adecuado para ello, cuando se aferra a tu cuello y llora para permanecer allí? ¿Puedes exigir obediencia en aquello que para él es una orden difícil y para ti necesaria? ¿Puedes permanecer firme ante sus lágrimas, resuelta en tu propósito, inflexible en tu exigencia y vencer primero a tu propio corazón que se te resiste con tenacidad, para poder someter el suyo? ¿O te permites ser dominada para poner fin a la disputa y, suavizando sus sufrimientos, fomentas el genio que debería ser erradicado cueste lo que cueste? Aquella que no puede responder a todo esto de manera afirmativa no está preparada para ser madre. En una familia debe haber disciplina. Hay que obedecer a los padres. Renuncia a esto y formarás a tus hijos para mal y no para bien. De nuevo advierto, empieza pronto. Coloca el yugo ligero y fácil con rapidez… Tanto la especie humana como los animales crecen y superan el poder de la disciplina…

3.- Su bienestar eterno

¿Es necesario que te diga que todo lo que hagas para formar a tus hijos en el camino por el que deberían andar tendrá un efecto directo o indirecto en su bienestar eterno?… Como ya he indicado, no pasarás por alto la mente de tus hijos; pero su educación moral y piadosa será, espero, el objeto principal de tu cuidado y preocupación. Al considerar a tus hijos como seres inmortales destinados a la eternidad, que son capaces de disfrutar del cielo, trabajarás con ellos desde la infancia para impregnar sus mentes con ideas bíblicamente cristianas. La inmortalidad es la que rescata de la pequeñez y la insignificancia a todo aquello con lo que está relacionado y, por lo tanto, eleva en un grado considerable el honor exaltado de la madre.

Por la orden soberana del Todopoderoso, has dado a luz, y no a un ser de mera existencia momentánea cuya vida perecerá como la de la bestia del campo, ¡sino a uno que es inmortal!… Madre, tal es tu dignidad, tal tu exaltado honor. Siente y valora tu rica distinción al ser llamada a educar a los hijos y las hijas del Señor Dios Todopoderoso y a preparar a la santa familia que morará en aquellas muchas mansiones de la casa de su Padre que el Señor Jesús ha ido a preparar (Jn 14:2). Entrégate a esta gloriosa obra. Pero sé juiciosa en todo lo que hagas, no sea que produzcas perjuicio contra la fe cristiana verdadera, en lugar de influir en la mente a su favor. Que adoptes tu afecto más cálido, tu mayor alegría, tus sonrisas más cautivadoras cuando enseñes la fe a tus hijos. Sé tan parecida como te sea posible a un ser celestial. Representa el seguir a Cristo en toda su hermosura, encanto, santidad y su dulzura inefable. Que ellos lo vean en tu carácter, así como lo oyen de tus labios.

4.- Un objeto de esperanza

Sé especialmente cuidadosa de no imponer como tarea aquello que debería proponerse como un objeto de esperanza y una fuente de deleite. Que vean en ti que si la piedad es, en algún aspecto, una senda estrecha y difícil, en otro es un camino de placidez y un sendero de paz. No les inflijas el leer las Escrituras o himnos como castigo por las ofensas, de modo que conviertas así la fe cristiana, que es un anticipo del cielo, en una penitencia que será para ellos como ser atormentados antes de hora. Sobre todo, no conviertas el Día de reposo en un día de melancolía, en lugar de alegría por una acumulación tal de servicios que puedan hacer que el día de descanso sea físicamente más agotador que las labores comunes de la semana…

Conclusión

Y, ahora, lo resumiremos todo. Considera el cargo de una madre: Una criatura inmortal; el deber de una madre: Formarlo para Dios, el cielo y la eternidad; la dignidad de una madre:

Educar a la familia del Creador Todopoderoso del universo; la dificultad de una madre: Levantar a una criatura caída, pecaminosa, a la santidad y la virtud; el aliento de una madre: La promesa de la gracia divina para ayudarla en sus deberes trascendentales; el alivio de una madre: Llevar la carga de sus preocupaciones a Dios en oración; y la esperanza de una madre: Encontrarse con su hijo en la gloria eterna y pasar siglos eternos de deleite con él delante del trono de Dios y del Cordero.

¿Pero son las madres las únicas que tienen que implicarse en esta obra de educar a sus hijos para Dios? No. Padre, te hablo a ti porque la Biblia así lo hace. “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4)… ¿Estás ejerciendo tu autoridad, dando tus instrucciones, derramando tus oraciones y proporcionando tu ejemplo, todo para la salvación de tus hijos? ¿Es tu deseo, tu ambición, tu esfuerzo y tu súplica que puedan ser hombres cristianos piadosos o sólo ricos? ¿Estás derramando tu influencia en los mismos canales que tu santa esposa? ¿La estás ayudando o estorbando en tu piadosa preocupación por el bienestar espiritual y eterno de tu descendencia conjunta? Pareja feliz, feliz, aquella en la que existe una solidaridad y similitud de sentimiento en el asunto más trascendental que pueda captar la atención del hombre, de los ángeles o de Dios: La fe cristiana; ¡cuando el esposo y la esposa son de una mente y un corazón, no sólo con respecto a sí mismos, sino en lo que concierne también a sus hijos, y cuando ambos están implicados en formarlos para la gloria eterna! Sólo puedo comparar a una pareja así, en sus esfuerzos benevolentes por el bienestar de sus hijos, a los dos ángeles que fueron enviados desde el cielo para rescatar a Lot y quienes, con santa y benevolente violencia, lo tomaron de la mano y lo arrancaron de la ciudad ardiente para llevarlo al lugar de seguridad preparado por la misericordia del Dios Todopoderoso.

Tomado de Female Piety (La piedad femenina), de dominio público.

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John Angell James (1785-1859): Predicador congregacionalista inglés, y escritor; nacido en Blandford, Dorsetshire, Inglaterra.

Piensa en esto particularmente, tú que eres madre de hijos, cuando sientas el fruto de tu vientre vivificado dentro de ti: Llevas en tu interior a una criatura de más valor que todo este mundo visible, una criatura que, desde ese mismo momento, tiene sobre sí una eternidad de felicidad o miseria. Por tanto, te concierne sufrir los dolores de parto como doliéndote por sus almas antes de sentir el padecimiento y las punzadas del parto por sus cuerpos. ¡Oh, deja que tus llantos y tus oraciones por ellos anticipen los besos y los abrazos que les darás! Si eres fiel y tienes éxito en esto, bienaventurado el vientre que los porta.   

— John Flavel

Nunca des una orden para la cual no pretendas recibir obediencia. No hay forma más eficaz de enseñarle a un niño la desobediencia que dándole órdenes que no tienes la intención de hacer cumplir. El niño se habitúa así, a no respetar a su madre y, en poco tiempo, esta costumbre se vuelve tan fuerte y el desdén del niño por la madre tan confirmado que desatenderá, por igual, las súplicas y las amenazas.

—J. S. C. Abbot

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