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El poder de la santidad está lejos de privarnos del gozo. De hecho proporciona otras alegrías interiores que el alma encuentra en el sendero de la justicia, y las cuales nadie puede estorbar. Ya que estos deleites son interiores e invisibles, el mundo habla de ellos con ignorancia. No creen en tales placeres hasta poderlos ver, pero nunca los verán sin creer.

Cuando los soldados romanos entraron en el Templo hasta el Lugar Santísimo, no encontraron la clase de imágenes que solían tener en sus templos idólatras, de forma que se burlaron diciendo que los judíos adoraban a las nubes. Ya que los placeres de la santidad y rectitud no son visibles para ser examinados por los sentidos carnales del mundo, los impíos se ríen de los cristianos como si estos abrazaran el humo en lugar de la belleza de alguna Juno.(diosa romana del matrimonio, la fertilidad y la familia)

Que estos paganos sepan que sus propios corazones llevan algo que podría hacerles ver los placeres de la vida santa como más reales que un ídolo tangible. La culpabilidad de sus vidas impías magullará su conciencia, y ningún latigazo en la espalda ni dolor de la carne les dirá que la paz de una conciencia tranquila da un gozo que la carnalidad no puede brindar.

1.- Es vida que viene de Dios. Lo que Dios crea es bueno y agradable, y la vida es una de sus obras selectas. En este aspecto, la mosca más pequeña es mayor que el sol en toda su gloria esplendorosa. Toda criatura disfruta más de la vida cuando goza de buena salud. La santidad es la condición ideal del alma, igual que la salud lo es para el cuerpo; así que la vida santa es una vida agradable. Antes de que el pecado malograra a Adán, este vivía cómodamente en el Paraíso. Cuando uno es santificado, empieza a volver a su estado primitivo y con ello, a su gozo primitivo. Muchos llegan a estar descontentos con su posición y rango en el mundo, pero el fallo es mucho más grave que un simple problema externo. La causa se encuentra en lo hondo de la persona. El zapato está bien hecho, pero el pie que lo calza está deformado.

2.- Es la vida con Dios. El alma llena de gracia anda en la presencia y la comunión con Dios. Si te encuentras con un santo, puedes saber la clase de amigos que tiene: “Para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Jn. 1:3). Los hombres santos no te llevarán a una compañía dudosa; en su lugar te llevarán a Dios, su única gran fuente de vida.

La conversación de un animado compañero de viaje entretiene y alivia el tedio del camino. Pero aún mejor: si este compañero te ama, te deleitarás en su compañía. ¡Qué gozo dará Dios al cristiano a quien acompaña! “¡Cuán bienaventurado es el pueblo que sabe lo que es la voz de júbilo! Andan, Señor, a la luz de tu rostro. En tu nombre se regocijan todo el día” (Sal. 89:15-16, LBLA). El sonido del clarín que llamaba al pueblo de David a las asambleas religiosas se conocía como “la voz de júbilo”, porque Dios demostraba especialmente su presencia a su pueblo durante la adoración. El Cielo es la morada del Señor; entonces, ciertamente la porción de su presencia que el cristiano disfruta en la tierra en la adoración, basta para llenar la vida de este de gozo.

Es dulce andar con Dios aquí abajo en su presencia consoladora: ¡se trata del mismo Dios Todopoderoso que se manifiesta en toda su gloria allá en el Cielo! Esto es algo inigualable en la tierra: que Dios ande con sus hijos como un amigo, manifestándose y llevándolos dulcemente por el camino de la santidad que los guiará al Cielo.

En contraste, los deseos del impío endulzan su boca con fragmentos de placeres efímeros, pero en cuanto estos se esfuman de su lengua, y su sabor se olvida, le muestran las tinieblas que le esperan. Lo llevarán allí y lo dejarán para que se arrepienta de sus costosos placeres con tormentos interminables.

3.- Es la vida de Dios mismo. Una vida santa es la vida de Dios, muy parecida a la que Dios mismo vive. La santidad es la vida de su vida. Amigo, ¿no crees que Dios vive una vida placentera? ¿Qué es el placer de su vida, sino la santidad?

Dios se goza en las virtudes de sus hijos, ¡cuánto más en su propia santidad inherente, de la cual salieron dichas virtudes como bellos rayos de rectitud! Por tanto, si eres capaz de sacar algún placer verdadero de la impiedad, estarás haciendo algo que Dios mismo no puede hacer. ¿No es la más vil de las blasfemias decir que el sendero de la justicia es enemigo del verdadero placer? En esta acusación se dice que a Dios mismo le falta el gozo; porque el verdadero placer no existe fuera de la santidad.

Hasta los demonios que odian a Dios con odio absoluto, no se atreven a decir que él que no tiene gozo. Ellos saben que Dios es “magnífico en santidad” y que el deleite del cristiano consiste en compartir esta misma santidad que hace a Dios tan bienaventurado (Ex. 15:11). Cristiano, esta es la máxima expresión de felicidad, ya sea en la tierra o el Cielo: lo mismo que te hace glorioso es lo que hace glorioso a Dios. Tu gozo y placer son de la misma sustancia que deleita a Dios: “Tú los abrevarás del torrente de tus delicias” (Sal. 36:8). Subraya bien esto: “Del torrente de tus delicias”. Dios tiene sus delicias, ¡y las comparte con los cristianos!

Cuando un rey manda a sus siervos que lleven a un visitante a su bodega para que pruebe el vino, su huésped se siente honrado por el gesto generoso de su anfitrión. Pero si el rey lo sienta a su mesa y le deja beber de su propio vino, esa es una experiencia aún más estimada. Del mismo modo, cuando Dios concede al hombre los placeres físicos de bienes, comida, aceite y vino, lo entretiene en esa bodega común. Pero cuando su gracia y misericordia embellecen al alma con la santidad, le da el mejor regalo posible. Dios nunca reviste a alguien con el manto de la justicia si no piensa sentarlo a su mesa en la gloria celestial.

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Extracto del libro:  “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall

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