En BOLETÍN SEMANAL

“Oye, hija, y mira, e inclina tu oído; olvida tu pueblo, y la casa de tu padre; y deseará el rey tu hermosura; e inclínate a él, porque él es tu señor”. —Salmo 45:10-11

Este salmo se conoce como una canción de amores, los amores más altos, puros y espirituales, los más queridos, dulces y deleitosos, a saber, los amores entre Cristo, el amado, y su Iglesia, que es su Esposa. Aquí se expone, primero, al Señor Jesucristo en su majestad, poder y divinidad, su verdad, mansedumbre y equidad y, después, se expone a la Esposa en relación con sus adornos, compañeros, acompañantes y posteridad. Y, se expone a ambos, según su amor y belleza. Tras la descripción que se hace de Cristo, se hace una invitación a su Boda con los hijos de los hombres, llamados por el nombre de “hija”. Por consiguiente, es particularmente aplicable a las hijas de los hombres, aunque no hasta el punto de excluir a los hijos de los hombres, más de lo que Dios hace con las hijas de los hombres cuando le habla a los hijos. Hablaré ahora acerca de las palabras y, a partir de ahí, consideraré esta doctrina de manera tan extensa como me sea posible…
Esta doctrina

  1. Cristo se desposa con gente para sí en este mundo. La ceremonia pública del matrimonio está reservada para el último día cuando su Esposa sea traída a Él con blancas ropas y vestiduras de perfecta justicia, la cual es más rica y pulcra que cualquier otro vestido. La fiesta de matrimonio tendrá lugar en la casa de su Padre en el cielo, cuando ellos sean recibidos en los abrazos más cercanos e íntimos de su amor. La boda entre ellos y el nudo matrimonial están asegurados aquí.
  2. Cristo invita a todos los hijos de los hombres y, particularmente, a las hijas de los hombres, a ser su Esposa. Esto es a lo que se les invita en el texto. Es por este motivo que Cristo envía a sus ministros para que sean sus embajadores, a los que Él da comisión, en su Nombre, de llamar a los hijos de los hombres a esta más cercana y dulce relación. Sus ministros representan a su Persona y han de invitar y atraer en su Nombre, de manera que la gente pueda venir y unirse a Él. Cuánto éxito tuvo su embajada entre ellos, el apóstol Pablo lo dice a los corintios: “Os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Cor. 11:2). Y cuando algún ministro es instrumento para la conversión de alguien, ha desposado a esa persona con Cristo. En la conversión, los pecadores se divorcian del pecado y se desposan con el Señor Jesús…

¿No llama el Señor Jesucristo, el Rey de gloria, a todos los hijos de los hombres y, particularmente, a las hijas de los hombres, a ser su Esposa? ¿Y desea tan grandemente la belleza de aquellos que están unidos a Él? Esto, pues, debería hacer que todos vosotros inquiráis en si realmente estáis desposados con Jesucristo. Habéis sido llamados a esto; ¿habéis prestado atención?

Si estáis desposados con Cristo

… entonces:

  1. Estáis separados del pecado. ¿Está rota la unión maldita que existe naturalmente entre el pecado y vuestros corazones? Se puede decir que antes de que estuvierais desposados con Cristo, vosotros estabais desposados y casados con el pecado. El pecado era vuestro esposo y vosotros estabais atados bajo su cautiverio. El pecado habita en vosotros y habita en los abrazos de vuestro más querido amor y deleite. Os preocupáis de las cosas del pecado, de cómo podéis agradar a vuestra carne y gratificar vuestros deseos desordenados. Y mientras este esposo y amado de vuestros corazones viva, no sois libres para desposaros y casaros con Jesucristo. El pecado vive en los afectos mientras éste posee los afectos más dominantes y atrayentes y, en la medida que estéis unidos y ligados al pecado, examinad si el pecado ha recibido o no sus heridas mortales en vuestros corazones; si la falsa máscara del pecado alguna vez ha sido quitada y su carácter aborrecible os ha sido alguna vez manifiesto para vosotros; si vuestros corazones han sido llevados a aborrecerlo y detestarlo; si el pecado ha sido muerto en vuestros afectos y se ha desatado el nudo que ataba vuestros corazones a él. ¿Realmente aborrecéis el pecado con el mayor y más implacable odio? ¿Está el pecado mortificado y dominado como poder supremo? Si el pecado está muerto, estáis libres para casaros y es una buena señal de que estáis desposados con Jesucristo.
  2. Si estáis desposados con Cristo, entonces habéis sido llevados a Él por el Espíritu. “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Jn. 6:44). Habéis tenido los llamamientos externos de la Palabra para que vengáis a Cristo; ¿habéis sido llamados eficazmente y llevados poderosa, irresistible y, sin embargo, muy dulcemente por el Espíritu de Cristo? ¿Habéis conocido por el Espíritu, no sólo de vuestra necesidad y de vuestra vil condición al estar sin interés por Cristo, sino también de su belleza y transcendente atractivo, su excelencia y gran disposición a recibiros en esta relación? ¿Y habéis sido movidos y llevados por esta acción a Él?
  3. Si estáis desposados con Cristo, entonces habéis echado mano de Él por medio de la fe. El Espíritu nos lleva a Cristo obrando la gracia de la fe y capacitando a las personas para que crean en Él. Se recibe a Cristo por la fe. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12). Al creer en el nombre de Cristo, la gente recibe a Cristo en esta relación. La fe es la mano del alma que echa mano de Cristo y, por este estrechamiento de manos con Cristo, se ata el nudo del matrimonio y el alma se une a Cristo en la relación de Esposa. ¿Tenéis esta gracia de la fe obrada en vosotros con poder? ¿Habéis recibido y aplicado a Cristo a vosotros mismos? ¿Lo habéis recibido bajo sus propias condiciones? ¿Y por fe obtenéis apremiantes y fortalecedoras influencias de Él?
  4. Si estáis desposados con Cristo, entonces lo abrazaréis con los brazos de vuestro más tierno amor; entonces amaréis sinceramente al Señor Jesús y lo amaréis con la supremacía de vuestro amor. Si amáis a padre o madre, casas o tierras, riquezas u honores, deleites o placeres, o cualquier cosa en el mundo más que a Cristo, no tenéis el verdadero amor a Cristo. Estad seguros de que, si éste es vuestro caso, no estáis desposados con Él. Pero si Cristo es amado por encima de todo, esto es una evidencia de que estáis unidos en esta relación con Él.
  5. Si estáis desposados con Cristo, tenéis familiaridad y comunión con Cristo, y lo que más os agrada es su compañía. Vosotros valoráis altamente y atendéis diligentemente a todas aquellas ordenanzas que son los medios que hacen que vosotros y Cristo os unáis. Esto es lo que deseáis y buscáis al escuchar la Palabra y en la oración y en la Mesa del Señor: Que podáis ver a vuestro amado y tener una prueba de su amor y una más íntima comunión con Él. ¿Y deseáis la familiaridad con Cristo y una mayor intimidad con Él? ¿Son las puras y poderosas ordenanzas de gran estima para vosotros? ¿Tenéis toda diligencia en esperar y buscar a vuestro amado en ellas?
  6. Si estáis desposados con Cristo, entonces tratáis de promover su causa y de proclamar su nombre en el mundo. Mientras otros buscan sus propias cosas, vosotros buscáis las cosas de Jesucristo y las miráis como las vuestras propias. Cuando otros trabajan principalmente para elevarse en la estima de los hombres, vosotros trabajáis, por encima de todo, para elevar a Cristo en la estima de los hombres. Estáis recomendando a vuestro amado por encima de todos los demás y tratáis de llevar a los demás a amarlo a Él y a que entren en la misma relación con Él.

Thomas Vincent (1634-1678): Predicador puritano inglés, autor respetado y amado de The Shorter Catechism Explained from Scripture (Explicación del Catecismo Menor basada en las Escrituras), True Christian’s Love for the Unseen Christ (El amor del verdadero cristiano por el Cristo invisible) y otros.

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