​¿Por qué emplea la Biblia la palabra "pacto" para designar esos acuerdos divinos?   La razón es que esos pactos implican una promesa de parte de Dios , una promesa con una condición. Dios se compromete a cumplir con su parte del acuerdo. No estaba obligado a comprometerse; era perfectamente libre de no hacerlo: pero una vez lo ha hecho, una vez ha establecido el pacto, su honor depende de que cumpla con su parte.

​Cuando la Biblia afirma que Dios creó al hombre a imagen suya significa que hubo una semejanza moral entre Dios y el hombre. El hombre en cuanto ser creado, en otras palabras, era como Dios no sólo por ser persona sino también por ser bueno.

Vimos que esta idea de la imagen de Dios en el hombre, si bien la niegan diversas formas erradas de pensar, se basa en consideraciones muy sólidas que se deducen de toda la forma en que la Biblia habla de la creación del hombre. Y también se basa en dos pasajes del Nuevo Testamento en los que deberíamos fijar ahora la atención. Estos pasajes se hallan en el capitulo tercero de la Carta a los Colosenses y en el capítulo cuarto de la Carta a los Efesios.

En Colosenses 3:10, Pablo habla de sus lectores que se han despojado del viejo hombre «y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno:» Aquí tenemos una mención de la imagen de Dios. ¿Qué luz arroja este pasaje sobre el problema del significado de la imagen de Dios?

Sin duda que la referencia en este caso no es en forma directa a la primera creación del hombre, la que ahora nos ocupa, sino a la nueva creación que tiene lugar cuando alguien se vuelve cristiano   esa nueva creación que en esencia es lo mismo que en otras partes de la Biblia se llama nuevo nacimiento.

Pero aunque la referencia directa es a la nueva creación, hay una alusión evidente a la primera creación, ya que se usan en parte las palabras mismas de Gn. 1:27; y en concreto en este pasaje se nos enseña algo muy importante acerca de lo que significa la imagen dé Dios en el pasaje del Génesis. La  imagen de Dios, que se menciona en Colosenses, quiere ser a todas luces la misma en esencia que la imagen de Dios de la que se habla en el pasaje de Génesis.

Muy bien, entonces, examinando lo que Pablo dice en esta carta acerca de la imagen de Dios podemos comprender mejor qué significa tal expresión en Gn. 1:27.

¿Qué demuestra, pues, nuestro examen  del pasaje paulino? Muestra que la «imagen de Dios» según la Biblia implica conocimiento. «Revestido del nuevo (hombre),» dice Pablo, «el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno.»

Pero esa palabra «conocimiento» es a todas luces un término muy rico. El conocimiento del que Pablo habla, y que dice que forma parte de la imagen de Dios en el hombre, no es un simple conocimiento intelectual como el que los demonios poseen cuando tiemblan ante Dios, sino que incluye también una comprensión genuina de Dios que sólo poseen quienes viven en comunión con Él. Ese conocimiento por tanto debe haber formado parte de la imagen de Dios según la cual el   hombre fue creado al principio de acuerdo con el Génesis.

No quiero decir que el pueblo redimido de Dios, el pueblo que ha experimentado la nueva creación o el nuevo nacimiento, no tenga más conocimiento de Dios que el que Adán tuvo cuando fue creado; en realidad time mucho más. Pero a pesar de todo, de este pasaje de Colosenses sacamos la idea bien clara de que la idea bíblica. de la imagen de Dios, según la cual dice Génesis que el hombre fue creado, incluye un conocimiento que es un patrimonio tanto moral como espiritual.

El otro pasaje del Nuevo Testamento que les quiero mencionar es Efesios 4:24. En ese pasaje Pablo habla de sus lectores en el sentido de que han aprendido de tal modo de Cristo que se han vestido del nuevo hombre, «creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.» Aquí como en el pasaje de Colosenses Pablo habla de la nueva creación, por la que los hombres se hacen cristianos, y no de la primera creación del hombre referida en el libro de Génesis. Pero aquí al igual que en el pasaje de Colosenses hay una alusión clara a esa primera creación del hombre y se la ilumina. Las palabras «según Dios» significan «con Dios como modelo.» Así pues, el pasaje enseña claramente que el hombre que es creado «con Dios como modelo,» o   para expresar la misma idea con otras palabras   que es creado según la imagen de Dios, posee necesariamente justicia y santidad. Por ello cuando el libro de Génesis dice que Dios creó al hombre a imagen suya quiere decir,   si interpretamos la Escritura con la ayuda de la Escritura,   que Dios creó al hombre en justicia y santidad.

Cuán completamente se derrumbaría el paralelismo evidente entre la nueva creación y la primera creación si la imagen de Dios se interpretara de una forma del todo distinta en los dos casos,   indicando justicia y santidad en el caso de la nueva creación y el simple don de libertad personal sin cualidad moral en el caso de la primera creación! No, nada tan inconsecuente se da a entender. Cuando la Biblia habla de ser igual a Dios como ideal para el hombre   como por ejemplo cuando Jesús dijo, «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto»    piensa ante todo en la semejanza moral. Por ello no se puede aceptar que la semejanza moral se excluya cuando el primer libro de la Biblia nos dice que Dios creó al hombre a imagen suya.

El Catecismo Menor, entonces, tiene razón cuando dice, en respuesta a la pregunta, «¿Cómo creó Dios al hombre ?»: «Dios creó al hombre varón y mujer, según su propia imagen, en conocimiento, justicia y santidad, con poder sobre las criaturas.»

Bien, de todos modos hasta aquí hemos llegado en nuestra exposición de la relación de Dios con el hombre. El hombre fue creado en conocimiento, justicia y santidad. Pero ¿dejó Dios al hombre por su cuenta después de que lo hubo creado? No, no lo dejó por su cuenta : hizo un pacto con él.

Esta fue, claro está, sólo una de las cosas que Dios hizo con el hombre. Con su providencia preservó y dirigió al hombre y a todas sus acciones del mismo modo que preservó y dirigió a todas las criaturas. Pero el Catecismo Menor tiene razón en escoger ese pacto con el hombre como «acto especial de la providencia» que Dios tuvo «con el hombre, en el estado en que fue creado.»

La Biblia, sin embargo, no emplea en realidad la palabra «pacto» en este caso concreto. Pero el acuerdo que describe se asemeja  tanto a otros acuerdos para los que emplea ese término que no es posible negarles a los teólogos el derecho de emplear ese término también en el caso que nos ocupa. Es evidente que Dios sí estableció, según el libro de Génesis, lo que, según la forma en que la Escritura se expresa en otros pasajes, se llama un pacto.

Ahora bien cuando la Biblia habla de «pacto» en un contexto como éste, en que Dios era uno de los pactantes, no quiere decir exactamente lo que  nosotros entendemos  cuando empleamos ese término. Por «pacto,» que en lenguaje más moderno  es «contrato,» queremos decir un acuerdo que cada una de las dos partes puede aceptar o no según le plazca. La Biblia no quiere decir un pacto o contrato ordinario como éste cuando emplea ese término para el acuerdo entre Dios y el hombre. La razón es que si bien el hombre es una de las dos partes, no puede escoger entre aceptar el acuerdo o no. Por lo menos no tiene en modo alguno libertad para proponer otro acuerdo en lugar del que Dios presenta. No puede decirle a Dios: «No, no quiero establecer ese acuerdo contigo; lo que yo propongo es esto; puedes aceptar este contrato que te ofrezco, o  si no, no habrá acuerdo ninguno.» Podría decir algo semejante a la otra parte contratante si se tratara de otro hombre, pero no se lo puede decir a Dios.

No, Dios sigue siendo el Soberano absoluto en los pactos que establece como en todo lo que hace. El hombre no hace un contrato con Él en nada que se parezca ni remotamente a igualdad. El pacto es una expresión de la voluntad de Dios, no del hombre, y el hombre debe aceptar las condiciones que se le proponen, confiar en Dios en que son santas, justas y buenas, y ordenar su vida en consecuencia.

¿Por qué, pues, emplea la Biblia la palabra «pacto» para designar esos acuerdos bíblicos ? Me parece que la respuesta es bastante sencilla. La razón es que esos pactos implican una promesa de parte de Dios   una promesa con una condición. Dios se compromete a cumplir con su parte del acuerdo. No estaba obligado a comprometerse; era perfectamente libre de no hacerlo: pero una vez lo ha hecho, una vez ha establecido el pacto, su honor depende de que cumpla con su parte.

Así sucedió en el caso del pacto que Dios hizo con el hombre en el estado en que lo había creado. Dios lo hizo libremente: no tenía obligación de hacerlo, excepto en el sentido en que todas las acciones de Dios están vinculadas necesariamente a la, bondad infinita de su propio Ser. Pero si bien Dios lo hizo libremente, y no bajo presión ni obligación de la otra parte, del hombre, con todo, una vez establecido, el hombre puede estar perfectamente seguro de que Dios  cumplirá perfectamente con lo que le corresponde.

¿Cuáles fueron, pues las condiciones del pacto que Dios hizo con el hombre? Fueron muy sencillas realmente. Si el hombre cumplía perfectamente los mandamientos de Dios, Dios le daría vida. Este fue el pacto.

Es cierto que la Biblia no describe el pacto de esta forma exacta. No lo describe de forma positiva sino negativa, no de forma general sino con la presentación de un ejemplo concreto de la clase de conducta por parte del hombre que lo privaría de los beneficios del pacto. Así se expresa la Biblia:
«Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.»

Pero aunque el pacto se expresa de forma negativa, las implicaciones positivas son evidentes. Al establecer Dios la muerte como castigo por la desobediencia, quiso decir claramente que si el hombre no desobedecía tendría vida. En la raíz de la amenaza del castigo hay claramente una promesa.

Además, la única prohibición que Dios mencionó de forma expresa   la prohibición de comer del árbol de la ciencia del  bien y del mal ,  a todas luces se propuso como prueba de la obediencia del hombre en general.

El Catecismo Menor, por tanto, tiene plena razón en hablar de este pacto como de «un pacto de vida» que Dios hizo con el hombre, «por el que le prohibió comer del árbol de la ciencia del bien y del mal bajo pena de muerte.»

Se suscita entonces la pregunta de qué quiere decir la «vida» que Dios prometió al hombre en este «pacto de vida» que hizo con él, y qué significa la «muerte,» que iba a ser el castigo de la. desobediencia.

En respuesta a estas preguntas creo que deberíamos decir sin temor que la vida y la muerte de las que se habla incluyen la vida y la muerte físicas. La Biblia enseña de forma clara que si el hombre no hubiera desobedecido al mandato de Dios, su cuerpo no hubiera muerto, no habría pasado por esa separación de alma y cuerpo que la muerte produce. Creo que el capítulo quinto de Romanos al igual que el libro de Génesis lo enseñan de forma clara.

Otro asunto es en qué forma se hubiera realizado esa preservación de la vida. ¿Se  hubiera llevado a cabo en cuanto que el cuerpo del hombre, tal como fue creado, no estaba en absoluto sujeto a la muerte? ¿  no estaba en absoluto sometido a ese proceso de deterioro que ahora penetra toda la naturaleza? No estoy muy seguro de que la Biblia quiera decir esto. Es cierto que en la Biblia, en el capítulo octavo de la Carta a los Romanos, hay algunas palabras misteriosas respecto a lo que se podrían llamar efectos cósmicos del pecado. Se las podría interpretar muy bien en el sentido de que si el pecado no hubiera entrado en el mundo, todo el curso del mismo y no sólo la humanidad,  habrían sido muy diferentes de lo que son hoy día. Pablo habla de la creación como sujeta a la esclavitud de la corrupción y como gimiendo y con dolores de parto y como destinada a verse libre de esta esclavitud de corrupción pare llegar a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.  Lo que merece sobre todo la pena de observar acerca de este pasaje en relación con lo que estamos diciendo no es que promete una transformación gloriosa del mundo creado en el futuro. En otros pasajes de la Escritura se promete esto. Isaías, por ejemplo, habla de cuando habrá un cielo nuevo y una tierra nueva.  Pero lo que merece sobre todo la pena observar es que Pablo parece establecer una relación muy clara entre la condición imperfecta actual del mundo y el pecado. Esto está de acuerdo con lo que dice el libro de Génesis de que la tierra fue maldita por cause de Adán y que produciría espinas y cardos pare él. Estos pasajes sí parecen indicar que el curso de la naturaleza hubiera sido diferente si el pecado no hubiera entrado en el mundo.
 
Pero consideremos por un momento este problema desde el punto de vista cristiano. Nosotros, los cristianos, esperamos, desde luego, la resurrección del cuerpo; aguardamos una vida que no tendrá fin, incluso el cuerpo. ¿Por qué, entonces   deberíamos considerar como imposible que Adán, si no hubiera pecado, habría obtenido lo que nosotros, como redimidos, esperamos firmemente alcanzar? Quizá, de hecho, alguien puede objetar que también los cristianos morirán ; sus cuerpos, por tanto, no se ven libres de los procesos de deterioro que forman parte del mundo natural. Sí, contestamos, pero no todos los cristianos morirán; los que estén vivos cuando venga de nuevo nuestro Señor no morirán. Serán transformados sin pasar por la separación de cuerpo y alma en la muerte. Volvemos, pues, a nuestra analogía. ¿Por qué habría que considerar increíble que Dios hubiera preservado a Adán de la muerte física, de no haber pecado, si según su promesa preservará de la muerte física a algunos, por lo menos, de los que ha redimido del pecado por la muerte de Cristo? No se ve en realidad por qué no hubiera podido hacerlo.

    Creo, pues, que podemos afirmar con gran confianza que si Adán no hubiera pecado no habría pasado por la experiencia de la muerte física. Hay muchos elementos misteriosos en cuanto a la forma en que se hubiera llevado a cabo esa preservación de la muerte, pero en cuanto al hecho en sí me parece que la Biblia no deja lugar a dudas. La Biblia parece más bien enseñar claramente que la muerte, incluso la muerte física, fue castigo del pecado, y que la vida, incluso la vida física, habría sido la consecuencia de la obediencia.

Se debería advertir, sin embargo, con toda claridad a este respecto que si bien la muerte física entró a formar parte del castigo del pecado, y si bien la vida física constituía parte de la vida que habría resultado de la obediencia, con todo la vida y muerte físicas no son todo lo que vida y muerte significan en este caso. Vida, según la Biblia, no es sólo existencia, sino existencia en la presencia de Dios con el goce de su favor; y muerte no es simple muerte física del cuerpo sino separación de Dios y condenación que debería llenar el corazón del hombre de indescriptible temor. Ante nuestros ojos se abre un vasto horizonte de bienaventuranza e infortunio. Terrible es, según la Biblia el desenlace entre vida y muerte.

Ese resultado de vida o muerte fue puesto ante el hombre de acuerdo con lo que el Catecismo Menor llama «pacto de vida» que Dios hizo con Adán. Ese mismo pacto a veces se llama «pacto de obras.» Con razón se le llama así porque según el mismo, el hombre iba a recibir vida o muerte según lo que hiciera. Según las condiciones del pacto el hombre fue puesto a prueba. No se le hizo ninguna promesa absoluta de vida; iba a recibir la vida sólo si obedecía perfectamente los mandamientos de Dios.

¿Creen Uds. que la prueba iba a durar para siempre, o bien creen que si el hombre no hubiera pecado habría llegado un tiempo en que se hubiera concluido ese periodo de prueba?

Sin duda que habría seguido en pie por toda la eternidad que si el hombre pecaba moriría. Esto está bien claro. Pero el problema es si habría llegado un tiempo en que ése «si» hubiera perdido toda la importancia práctica porque la posibilidad de que el hombre pecara habría desaparecido.

Esto quiero decir cuando pregunto si la prueba del hombre, tal como se describe en el capitulo segundo de Génesis, fue permanente o temporal.

Creo que la pregunta se puede contestar con toda claridad. La respuesta en realidad no se encuentra en forma explícita en la Biblia; pero los teólogos tienen razón en sostener que sí se encuentra claramente en forma implícita.

Una vez Dios hubo creado al hombre, permitió que fuera sometido a prueba. Permitió que fuera tentado. Si el hombre hubiera superado con éxito la prueba, si hubiera resistido a la tentación, ¿creen que por toda la eternidad habría corrido riesgo tras riesgo ? En otras palabras, ¿ creen que si hubiera resistido a la tentación no habría estado en mejor situación que antes? Es decir, ¿habría seguido siempre viviendo con la posibilidad de caer y nunca con la de alcanzar un estado de seguridad definitiva?

La primera alternativa parece ser contraria no sólo a las implicaciones del relato del Génesis, sino también a la analogía de la forma de tratar Dios con el hombre en otras ocasiones.
Sabemos, si creemos a la Biblia, que hay hombres para quienes ha desaparecido la posibilidad de pecar. Son los redimidos ya en la gloria.

¿En qué consiste la esperanza cristiana? ¿Consiste tan sólo en la esperanza de recibir una nueva oportunidad de obedecer los mandamientos de Dios, de ver que el pecado ha sido eliminado, de tener otra vez ante sí en otro mundo la alternativa de vida o muerte tal como fue propuesta a Adán en el paraíso?
Ningún cristiano que tenga la más mínima noción de la verdadera riqueza de las promesas grandes y preciosas de Dios dirá tal cosa. Por el contrario, la esperanza cristiana es la esperanza de un tiempo en que incluso la posibilidad de pecar habrá desaparecido. No es pues la esperanza de volver a la situación de Adán antes de la caída sino la esperanza de estar en una situación mucho mejor.

¿Pero creen que si Adán no hubiera pecado, esa situación más elevada le habría sido vedada ? ¿Creen que habría sido dejado en un peligro eterno en el que la posibilidad temible de pecar hubiera estado para siempre frente a él ?

No creo que vayan a pensar así si leen la Biblia con cuidado. No, la prueba a la que fue sometido Adán no fue una prueba eterna. Fue pasajera, y si la hubiera superado sin pecar habría recibido una bienaventuranza garantizada.

Así pues ese pacto de obras que Dios hizo con el hombre fue algo gratuito. Contenía, de hecho, una posibilidad de muerte, pero también contenía la promesa de una vida eterna garantizada. Si se cedía a la tentación, habría muerte ; pero si se la resistía, la misma posibilidad de muerte quedaría eliminada.
 

 Extracto del libro: «el hombre» de J. Gresham Machen

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