En BOLETÍN SEMANAL

Hay quienes afirman que la Biblia no dice mucho acerca de la familia, especialmente en el Nuevo Testamento. Esta opinión es generalizada. Pero, al contrario, la Biblia contiene una doctrina abundante sobre la familia.

Tenemos que recuperar la convicción de que el propósito de Dios para la familia y sus instrucciones para ella constituyen un aspecto vital de la vida en la actualidad. Tenemos que confirmar en nuestra generación que Dios creó a la familia como un elemento muy importante en el cumplimiento de su propósito eterno. Primero, Dios creó a la familia para dar estructura y orden a los seres humanos, los cuales hizo a su imagen y semejanza. Segundo, la familia es la institución encargada de enseñar y preparar a los hijos para las iglesias, comunidades, culturas y naciones. Tercero, Dios creó a la familia con el fin de pasar el evangelio de una generación a otra. Por último, Dios diseñó a la familia para ser una demostración viva de diversos aspectos de la gloria del evangelio y también personificar las verdades bíblicas.

Por esto es que Dios ha ordenado que la familia sea la fuente de la cultura. Es el primer lugar sobre la tierra donde aparece la cultura y es formativa para todas las demás.

Historia redentora

No es accidental que toda la historia de redención se exprese en términos de la familia. La Biblia comienza con el matrimonio de Adán y Eva (Gn. 2:20-24) y termina con la cena de las bodas del Cordero, donde la esposa —la Iglesia— se casa con su esposo (Ap. 19:7-9). La historia del amor de Cristo por su Iglesia se ilustra con la figura de un esposo salvando a una esposa, dando su vida por ella, amándola, santificándola y glorificándola. El apóstol Pablo presenta este cuadro cuando ordena a los esposos que amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se dio a sí mismo por ella. Pablo subraya que el amor que Cristo demostró en la redención de los pecadores es el modelo de la manera cómo los maridos deben amar a sus esposas. Aunque el marido no puede salvar el alma de su esposa, su vida con ella es un cuadro de la redención que se encuentra en Cristo.

Inmediatamente después de que Dios creara los cielos y la tierra, creó un esposo y una esposa terrenales (Gn. 2:20-24). Instruyó al esposo y a su esposa, a quienes había creado, que fueran fructíferos y se multiplicaran, generando así, más familias (Gn. 1:27-28).

Las relaciones entre las personas de la Trinidad son una analogía de las relaciones familiares. La actividad de pacto entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es la raíz de la que brota el pacto de redención, trayendo a hijos desobedientes de regreso a un Padre amante y misericordioso. Los miembros de la familia celestial traen a hijos e hijas para que tengan comunión con los miembros de la deidad y unos con otros. Están trayendo “muchos hijos a la gloria” (He. 2:10). Cuando los discípulos de Jesús bautizan a otros en el “nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, literalmente los hacen miembros de la familia de la fe. Cuando adoptamos el nombre de Cristo al bautizarnos, estamos siendo recibidos en una familia nueva.

Cuando Dios lleva a cabo su obra

Cuando Dios hace algo maravilloso en el mundo, a menudo lo hace usando a una familia. Cuando Dios creó el universo en toda su gloria, él, su Hijo y su Espíritu se pusieron a trabajar alegremente creando todo lo que existe (Pr. 8; Jn. 1:1).

Cuando Dios quiso cuidar el jardín del Edén y sojuzgar la tierra, instruyó a una familia compuesta por Adán y Eva para que se enseñoreara sobre ella (Gn. 1:28). Cuando Dios quiso preservar de la destrucción a su simiente justa, a la vez que cumplía su castigo contra un mundo pecaminoso, eligió a Noé y a su familia para preservar el linaje humano que permanece hasta este día (Gn. 8-10). Cuando quiso bendecir al mundo con la justicia que es solo por fe, escogió a Abraham, en cuya descendencia todas las familias de las naciones serán bendecidas (Gn. 12:1-3; 15; 17; 22:17; Hab. 2:4; Gá. 3:7-9; Ro. 3:21-26, 30; 4:1-4; 5:1). Cuando Dios quiso dar salvación a la humanidad, envió a su Hijo unigénito y su Hijo creó una familia, la familia de Dios (Gá. 6:10). Estableció su Iglesia, compuesta por hermanos y hermanas, madres y padres espirituales. Esta familia es “la iglesia del Dios viviente” (1 Ti. 3:15).

La familia es un aspecto central del propósito de Dios en la historia de la redención. Los padres de familia que enseñan a sus familias las Sagradas Escrituras son una parte importante del plan de Dios para salvar a los perdidos en cumplimiento del pacto con Abraham y la Gran Comisión. Predican el evangelio a sus familias y dan a conocer todo el consejo de Dios a sus hijos al criarlos “en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:1-4; Dt. 6:1-9; 11:18-21).

Reforma de la familia

En la actualidad, necesitamos una reforma de la familia o, más bien, una reforma de la vida familiar bíblica. La Reforma Protestante incluyó una reforma o transformación de la familia y, más adelante, entre los puritanos sucesores de los reformadores porque Juan Calvino fue primero y ante todo un pastor cuya predicación era expositiva; aplicaba las Escrituras a cada aspecto de la vida, incluyendo a la familia. Pero esa reforma no murió con Calvino porque los sucesores de los reformadores la continuaron y continúa hasta hoy. La mayoría de los autores presentados en esta obra son de la época de la reforma de la familia que tuvo lugar durante la época de la Reforma y de los Puritanos..

Durante la Reforma Protestante se examinaron numerosos aspectos teológicos y prácticos de la vida, corrigiéndolos en concordancia con las Escrituras. Así como la doctrina de la salvación fue reformada durante el siglo XVI, también lo fue el matrimonio, el lugar del varón, de la mujer, del padre y de la madre de familia, la educación de los hijos, la fertilidad y casi todas las áreas que se relacionan con la vida familiar. Juan Calvino nunca escribió un libro específicamente sobre la familia, pero a través de sus sermones, comentarios, escritos sistemáticos y las ordenanzas de Ginebra, encendió una reforma familiar que sigue ardiendo. Como hace notar John Witte, Jr.: “Juan Calvino transformó la teología occidental y la ley sobre el sexo, el matrimonio y la vida familiar… Calvino elaboró una nueva teología y ley general que hacía de la formación y disolución matrimonial, la crianza y el bienestar de los hijos, la cohesión y el mantenimiento familiar, y el pecado y crimen sexual, temas de preocupación esencial para la Iglesia, igual que para el Estado. Organizó el Consistorio y el Concilio de Ginebra, de modo que fuera una alianza nueva y creativa para guiar y gobernar la reforma de la esfera doméstica íntima”. Dios lo nombró para ser el promotor de una restructuración masiva de la institución más fundamental de la sociedad: La familia. La instrucción de Calvino sobre la familia, no sólo era extensa, sino amplia en su alcance, incluyendo casi todas las áreas de la vida familiar.

Como no lo hiciera ningún otro reformador, Calvino proveyó la precisión exegética que definió los términos para una visión bíblica de la vida familiar. Con una claridad cristalina, explicó los detalles acerca de cómo la familia había cambiado la verdad de Dios por una mentira.

Es impresionante notar los medios sencillos que Dios usó para generar esta reforma familiar. Fue orientada doctrinalmente y surgió de la tierra fértil de una visión de la majestad de Dios, el reconocimiento de la infalibilidad y suficiencia de las Escrituras, un cuidado pastoral práctico y tierno, una devoción por la predicación expositiva y la transformación real de aquellos que estaban reformando sus vidas conformándolas a las enseñanzas de la Palabra.

La reforma familiar en Ginebra necesita ser comprendida en el siglo XXI porque nos presenta una visión bíblica para la vida familiar y nos recuerda la agitación social que acompaña a la reforma pública de la familia.

Este tomo es un intento por producir los frutos del avivamiento que tuvo lugar durante la era de la Reforma y del Puritanismo, al igual que el legado de aquellos que después adoptaron su doctrina y su práctica. Durante la era del Puritanismo, hubo un avivamiento distintivo de la vida familiar bíblica. Esta reforma está detalladamente documentada en muchos libros que fueron escritos sobre el tema.

Se alentaba el culto familiar. A los padres de familia se les instruía para que se consideraran a sí mismos como los profetas, sacerdotes y reyes de sus familias; las esposas eran exhortadas a ser mujeres al estilo de Tito 2 y Proverbios 31 y los hijos eran llamados a honrar a sus padres, de modo que la fragancia de una vida familiar hermosa impregnó toda Inglaterra y Europa.

.-.-.-.-.-

Extracto del libro “Una teología de la familia”

Articulo de John Scott

Al continuar utilizando nuestro sitio web, usted acepta el uso de cookies. Más información

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra POLÍTICA DE COOKIES, pinche el enlace para mayor información. Además puede consultar nuestro AVISO LEGAL y nuestra página de POLÍTICA DE PRIVACIDAD.

Cerrar