​Las fuentes del conocimiento para la ciencia son la Palabra de Dios y Su creación (o cosmos). La Sagrada Escritura es principalmente, aunque no de forma exclusiva, la fuente de la teología, puesto que la Palabra de Dios ofrece también información que es de importancia para la filosofía y para la ciencia especializada.

​1. Con objeto de indicar el significado de la contribución de Calvino a la ética es necesario distinguir entre las ciencias de la teología, la filosofía y la ciencia departamental o especializada (vakwetenskap). Por ciencia entendemos el conocimiento que ha sido verificado y sistematizado al máximo posible.

Las fuentes del conocimiento para la ciencia son la Palabra de Dios y Su creación (o cosmos). La Sagrada Escritura es principalmente, aunque no de forma exclusiva, la fuente de la teología, puesto que la Palabra de Dios ofrece también información que es de importancia para la filosofía y para la ciencia especializada. El cosmos es de nuevo, aunque no exclusivamente, la fuente de la filosofía y las ciencias departamentales, puesto que la teología no puede ignorar la revelación de Dios en Su creación, vista a la luz esparcida por Su palabra-revelación.

Considerando esas fuentes, hemos de discriminar entre Dios, el cosmos como totalidad y el cosmos como diversidad, y tener conciencia de su coherencia.
La teología es la ciencia de la revelación de Dios, de Sí mismo en Su Palabra y sus obras, y la vertical relación del cosmos, como un todo y sus partes, hacia Dios.
La filosofía es la ciencia del cosmos (creado y controlado por Dios) visto horizontalmente como una totalidad y como una coherencia de la fundamental diversidad que hay en su interior.

Una ciencia departamental o especializada (vakwetenskap), como, por ejemplo, la física, la psicología, la sociología y la literatura, es la ciencia de un sector particular o aspecto de su particularidad, de la diversidad cósmica, vista horizontalmente como parte o aspecto que está inextricablemente eslabonada con la totalidad del cosmos creado.

Aunque distinguibles, estas ciencias no son separables. Soberana en su propia esfera, la una no mandará a las otras; pero cooperará voluntariamente con ellas. Para las distinciones cósmicas internas la teología necesita la asistencia de la filosofía y de las otras ramas de la ciencia. La filosofía tiene que volverse en ayuda de la teología, entre otras cosas por su idea básica, y para la cooperación de las ciencias especializadas para sus distinciones en relación con la diversidad cósmica. Una ciencia departamental (o especializada) tiene que buscar sus principios theal de la teología y, entre otras cosas, sus conceptos fundamentales de la filosofía.
De acuerdo con estas distinciones, la ética teológica es la ciencia de la moralidad en su vertical aspecto con Dios (bajo la cual puede, entre otras cosas, incluirse la caída, la conversión y la santificación). La ética filosófica es, entre otras cosas, la ciencia de la moralidad vista horizontalmente en sus conexiones con toda la diversidad dentro de la totalidad del cosmos. La ética, como una ciencia departamental o especializada (vakwetenskap), investiga la moralidad horizontalmente en su especialidad. Esta triple distinción de la ética es distinguible, pero no separable, y designada para un mutuo servicio.

Las siguientes anotaciones no pretenden ser algo completo, sino simplemente el trazo de un bosquejo generalizado.

2. La ética teológica de Calvino ofrece una monumental concepción en su grandeza y profundidad, casi incomparables en la historia de la Humanidad. Para ver esto no tiene sino comparar su vita cristiana con la que un Aristóteles y un Kant nos ofrecen. Pero esto era de esperar. La grandeza y la profundidad de la visión de Calvino no son sino las de la Palabra de Dios. La ética teológica de los calvinistas contemporáneos tiene que construirse sobre los sanos fundamentos puestos por Calvino, aunque aquí y allá, por vía de reforma, haya de removerse o cambiarse alguna piedra de esos cimientos.
Pero Calvino no nos dejó ni una ética filosófica ni una ética como ciencia departamental o especializada. Dejó, sin embargo, espacio para tales concepciones y frecuentemente refirió cuestiones específicas a los filósofos por consideración (a pesar de su habitual inmisericordia con ellos). En esto la ética calvinista contemporánea ve rectamente una urgente tarea situada en su sendero: sus publicaciones en estos campos sostienen una rica promesa para el futuro, aunque están todavía con frecuencia demasiado lejos teológicamente, debido a la relativa juventud de estos sistemas de ética.

3. La actitud de Calvino hacia la Sagrada Escritura, y al significado de la luz de la Palabra de Dios para la totalidad de la vida del hombre y su doctrina con respecto a la general y especial revelación de Dios, es algo fundamental e indispensable para la ética calvinista de nuestros días.

En este aspecto, sin embargo, nos gustaría considerar por un momento la notable sinceridad de Calvino hacia esos diferentes puntos de vista, a despecho de la aguda crítica de ellos. Recordamos especialmente sus anotaciones con respecto a los dones intelectuales distinguidos que Dios ha otorgado a los no creyentes y su punto de vista de que podemos admirar y utilizar sus descubrimientos, en tanto sean verdaderos y considerados «en Tu Luz» porque el Espíritu Santo es su autor. ¿Somos, tal vez, con frecuencia demasiado negativos con referencia a lo que se nos ofrece por esos diferentes puntos de vista? Tenemos en consideración actitudes frecuentemente adoptadas por calvinistas contemporáneos hacia una teoría lo mismo que hacia una ética de valores, lo que es completamente idéntico que con una ética de virtudes, hacia la filosofía existencial y hacia el uso del método fenomenológico (es decir, el método del discernimiento intuitivo). El peligro de una influencia injusta está, es cierto, inherente en la aceptación de elementos de verdad en nuestra consideración de las opiniones de los demás. Calvino, y más tarde también Kuyper y Bavinck, no escaparon a este peligro. El mismo hecho se aplica también a nosotros. Pero nosotros podemos no aislarnos de los tiempos en que vivimos. Tenemos, pues, que luchar contra el peligro mencionado. Pero, no obstante, esto no nos descarga de la obligación de reconocer y utilizar elementos de verdad existentes en opiniones diversas.

Respecto a la opinión horizontal de la moralidad, tenemos que tomar seriamente la advertencia firmemente arraigada en el corazón de Calvino de que nuestro conocimiento de la verdadera religión y de las normas éticas verdaderas no puede ser obtenidas de la «natura» como tal. En otras palabras, la ética naturalista es inaceptable. Esto no niega la posibilidad de realizar un estudio horizontal de la moralidad (siempre «en Tu luz») ni nos libera de la obligación de tal estudio. Esto es, de hecho, una de las tareas de la ética calvinista filosófica departamental (o especializada) contemporánea.

4. Una de las más conmovedoras e impresionantes verdades en la ética teológica de Calvino es la de la majestad de nuestro Dios trino y uno, que lo abarca todo, una majestad llena de rectitud y compasión. La ética calvinista de nuestros días no tiene que abandonar esta base radicalmente teocéntrica. Ciertamente, es verdad para todo sistema ético que la concepción de Dios determina las opiniones morales desarrolladas: ¡de qué forma tan poderosa no se declara esto en la ética teológica de Calvino!
Es, sin embargo, necesario en este respecto mencionar las opiniones de Calvino concernientes a las causas menores y subordinadas y la utilización de medios. Estas cuestiones, vistas horizontalmente, pertenecen al propósito de la ética calvinista de la filosofía contemporánea y departamental (o especializada).

5. ¿Es necesario, para nuestra ética contemporánea, dejar desnudo el significado de la antropología de Calvino, entre otras cosas, concerniente a la semejanza de Dios en el hombre, al culto divino, fe y amor, la conciencia, el pecado y la regeneración?
El pensamiento calvinista de los tiempos presentes, sin embargo, en los problemas del cuerpo y el alma, está en un punto de fusión. La opinión tradicional (aunque hasta cierto punto influenciada por la escolástica) recarga el énfasis, en nuestra opinión justa, de la dualidad del hombre (incluyendo la inmortalidad del alma); pero con eso la unidad del hombre se convierte en un problema. El pensamiento calvinista actual (aunque hasta cierto límite influenciado por otras tendencias contemporáneas) incide, también en nuestra correcta opinión, en la unidad del hombre; pero en tal forma que la dualidad del hombre se convierte en un problema. Nosotros creemos que la solución de esta aparente contradicción yace en lugar más profundo que los problemas enunciados, puesto que el hombre debería ser concebido como una unidad-dualidad (análogo a la trinidad de Dios). Nos enfrentamos aquí con un misterio que trasciende la comprensión humana. No obstante, la tensión creada por la diferencia declarada anteriormente de opinión, tiene sus efectos sobre la ética de nuestros días, puesto que las opiniones antropológicas a que concierne influencian las opiniones de la moralidad (o la ética).

Podemos mencionar en este aspecto que, desde los días de Calvino hasta el presente, la ética calvinista es preponderantemente individual, situada contra el fondo de una unidad aceptada del género humano en la carne de Adán y de un otro género humano regenerado en Cristo. El reconocimiento del amor ajeno (que es interindividual) no nos provee todavía con una ética social. La ética social presupone la unidad como tal de comunidades como, por ejemplo, el matrimonio, la familia, la nación y el estado.
Como resultado del progreso de las ciencias de la antropología y la psicología desde la época de Calvino, su opinión de las dos facultades del alma no satisfacen fácilmente al calvinista de hoy, aun estando mal dispuesto a renunciar a ciertas verdades valiosas extraídas por Calvino a este respecto. Consecuente a sus enseñanzas con respecto al intelecto, Calvino es con frecuencia equivocadamente descrito como un intelectualista. El rechaza cualquier idea de la autonomía del intelecto (o de la razón). El puede, con respecto a la guía de la voluntad, haber recargado la significación del intelecto o de la cognición más que, por ejemplo, la del amor; pero su justa apreciación del intelecto es hoy para nosotros algo valioso, contra la popular devaluación irracional del intelecto y la razón del hombre.

La doctrina de Calvino sobre diferentes materias merece una reconsideración crítica. Como resultado de su mayestática visión de la predeterminación de Dios y las opiniones de la libertad del hombre que las relaciona con ella, Calvino, a veces, ha sido injustamente acusado de determinismo. Con todo, la ética calvinista contemporánea dedica más atención a un análisis de la libertad humana, vista horizontalmente, aunque no renunciando a las opiniones escriturísticas de Calvino de su relación vertical.

6. ¿Es necesario indicar la importancia del análisis de Calvino sobre tal problema como nos lo ha legado en su ética general y especial?
La distinción que hemos hecho entre la ética general y especial de Calvino tiene su significado también por la distinción entre la ética teológica, de una parte, y la filosófica y departamental (o especializada) de otra. Pero nos constreñiremos a tres observaciones que conciernen a la ética teológica de Calvino.

a)    Calvino ve, acertadamente, la totalidad de la vida del hombre (incluso el lado cultural) como al servicio de Dios. Los calvinistas de nuestros días sienten ciertamente la necesidad de distinguir entre la religión en su sentido más amplio y la religión en el aspecto más reducido del culto divino. Esta distinción es indispensable para la necesaria diferenciación entre el culto divino y la moralidad en su significado específico.

b) Las Instituciones de Calvino, como la enseñanza de la vita christiana, pueden al mismo tiempo ser tomadas como un sistema dogmático y ético. Tras la época de Calvino, Polanus y Voetius, por ejemplo, introdujeron una necesaria distinción por referencia dogmática a la norma credendorum (norma de lo que debe ser creído) y la ética para la norma agendorum o jaciendorum (norma de lo que tiene que ser hecho). Los calvinistas actuales, sin embargo, consideran esta distinción insuficiente, porque con respecto a la norma agendorum no se hace distinción entre moralidad (o lo ético), en su sentido específico, y otras normas como, por ejemplo, respectivamente relacionadas a aquellas del culto divino (religión en su sentido más restringido), la justicia y lo económico, y para el arte, el lenguaje y el pensamiento. Esta posterior distinción es particularmente indispensable para la promoción de una ética filosófica y departamental (o especializada).

Es interesante notar que la mayor parte de los calvinistas de la hora presente buscan la ética específicamente (o la moral) en el amor, aunque difieren en la más estrecha delimitación de la moralidad en su específico significado como amor. La moralidad (en su sentido específico) se toma para que sea el doble mandamiento del amor, de Cristo, o el segundo de esos mandamientos solamente, o incluso meramente el amor al prójimo, o como «una refracción modal temporal del mandamiento central del amor como el significado religioso de la totalidad»,  o como la fidelidad en el matrimonio y en la amistad,  y así sucesivamente. Pero sea cual sea la opinión que pueda existir, todos están de acuerdo con Calvino en esto: que el amor del hombre por el hombre recibe su más profunda significación del amor del hombre hacia Dios y que los dos no pueden estar separados. Personalmente vemos la moralidad específica como amor hacia la persona humana (el amor por sí y por el prójimo).  El amor a sí mismo seguramente también pertenece a la moral, ya que es el ego no compelido a reconocer y evaluar en sí mismo la semejanza de Dios lo mismo que su llamada dada por Dios, por el cual Dios ha dado sus capacidades y talentos juntamente con sus circunstancias y oportunidades. Calvino no excluye esta opinión: su demanda por la propia negación, entre otras cosas, con la expresión del amor para el prójimo, está dirigida contra el egoísmo pecador.

c) Calvino llama la atención particularmente a la incondicional sumisión para la ley moral de Dios, simplemente porque es la Ley de Dios y expresa Su voluntad. Por esta razón, y a causa de la ética calvinista, especialmente en el pasado, vio la relación del hombre hacia Dios como demasiado legal y se hizo la acusación de nomismo. Esta acusación es, por supuesto, exagerada, pero no puede negarse que los calvinistas, desde los días de Calvino hasta el presente, han puesto un énfasis especial en la Ley de Dios, y con razón. Pero otra cuestión es la de si han considerado suficientemente esas «cosas» morales como tales y que están sujetas a la Ley de Dios. Mencionaremos solamente los análisis horizontales de los deberes morales, virtudes, actos y valores, y más especial-mente centraremos la atención sobre la exigencia moral en concretas situaciones históricas. En esto aterrizamos en el fundamental y muy real problema de la casuística, y lo que puede llamarse ética de la «situación», un problema tan ampliamente tratado por el Dr. A. Troost en su tesis.  En nuestra opinión deberíamos reconocer el elemento de verdad de la ética de situación contemporánea, aunque en una diferente manera que los sistemas concernientes han hecho. Hay una demanda concreta o exigencia sobre el hombre, en la situación que el hombre confronta, que no puede ser reducida o completamente comprendida por una aplicación de las normas de moral general, ni de la visión de la situación a la luz de estas leyes. Las Sagradas Escrituras están llenas del hecho de que Dios también nos habla a través de los signos de los tiempos, que hay un tiempo para hacer esto y otro tiempo para lo otro, y que tenemos que hacer con toda nuestra fuerza lo que nuestras manos encuentren para hacer. Dios nos habla a través de situaciones históricas también. Pero ¿podemos transformar la demanda que nos llega de una concreta situación histórica en lo que la Ley general de Dios exige de nosotros? Seguramente, las situaciones históricas demandan algo más que está determinado y es determinable por las leyes morales generales. Pero, no obstante, tendremos que juzgar la situación histórica concreta en su inmediato hic-et-nunc, llamada que se nos hace a la luz de la voluntad y la Ley de Dios, como están reveladas en Su Palabra. De cualquier forma, si hacemos justicia a esas «cosas» morales como tales (a lo que se aplica la ley moral) la acusación de nomismo, es decir, de un énfasis unilateral sobre la Ley de Dios, se desvanece.

7. La comparación entre la ética de Calvino y la ética calvinista de hoy es demasiado concisa, incompleta e insuficientemente razonada para ser satisfactoria. Pero puede, al menos, haber indicado hasta cierto límite lo que la significación de la ética de Calvino es para la ética de los calvinistas contemporáneos. La ética de Calvino es muy rica: hay todavía mucho que decir sobre ella. Sin embargo, de lo que ha sido dicho, está claro, de una parte, que Calvino ha dejado un fundamento sobre el cual podamos construir con seguridad en el futuro, y por otra, que su sistema (si puede llamarse así) es un sistema abierto que proporciona el necesario alcance para construir a su lado una ética teológica y también filosófica y departamental (o especializada).

Obediente a la Ley histórica de Dios lo mismo que a su orden en general, la ética contemporánea calvinista está capacitada para construir sobre el sólido fundamento dejado por Calvino y al mismo tiempo emprender en el curso de la historia esas tareas de hoy a las que nos llama también nuestro Dios trino y uno. Esto tiene que hacerse en la lucha entre el reino de la luz y el reino de las sombras, primero para honor y gloria de nuestro Señor,  segundo para el avance de Su reino, y por último, y en tercer lugar, como un medio en Su mano hacia la realizaciónde Su plan en la tierra.

Extracto del libro: “Calvino, profeta contemporáneo”.  Artículo escrito por H. G. Stoker

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