​ Cuando hablamos del ser de Dios o la esencia de Dios, estamos hablando sobre lo que Dios es. Creemos que Dios es sus atributos. Él es un ser simple y unificado en el sentido de que no hay partes componentes que, al ser sumadas unas con otras, constituyan su ser. Dios no está hecho de dos o más partes. Él es esencialmente uno. Es por eso que la iglesia insiste en la tri-unidad de Dios. La pluralidad de personas en la Divinidad no niega la unidad esencial de Dios. Pensar en la Trinidad como si fueran tres partes de Dios es caer en el triteísmo, por medio del cual la simplicidad y la unidad de Dios son destruidas. A cualquier costo, la iglesia ha intentado asegurarse de que la integridad del monoteísmo bíblico permanezca intacta.

Dios no es irracional. Es coherente y consistente. Sin embargo, eso no significa que el cristianismo esté libre de misterios.
 
PARADOJA

La palabra paradoja es usada a veces como un sinónimo de contradicción. Esto es desafortunado por cuanto hay realmente una clara distinción entre las dos palabras, una distinción que puede ser descubierta en los orígenes de ellas. La palabra paradoja está constituida por un prefijo y una raíz. El prefijo para- significa “al lado de”. Pensemos en los paramédicos, en que el para- describe a personas que trabajan al lado de los sujetos fundamentales. Sin embargo, el rasgo crítico de la palabra paradoja está en su raíz. La raíz doja tiene su origen en la palabra griega dokein, que significa “pensar”, “parecer” o “aparecer”. Una paradoja es algo que, cuando se encuentra junto a otra cosa, parece ser la cosa junto a la cual está. Una paradoja se llama así porque parece una contradicción. Se ve como una contradicción. Sin embargo, no es una contradicción.
    Una paradoja puede acercarse tanto a una contradicción que puede ser fácilmente confundida con una contradicción. La formulación de la Trinidad es una auténtica paradoja. A primera vista puede parecer una contradicción, pero un escrutinio más minucioso demuestra que no lo es.
    ¿Recuerda las primeras líneas de la Historia de Dos Ciudades de Charles Dickens? Como un poderoso recurso literario, Dickens hizo un uso artístico de la paradoja:

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos.
   
    ¿Cómo podía el tiempo ser tanto el mejor como el peor a la vez? Sólo si se le consideraba en dos relaciones diferentes. Lo que Dickens estaba describiendo era un período de conflicto muy real de la historia en que, en un sentido, se experimentaba el mejor de los tiempos, mientras en otro sentido se experimentaba el peor de los tiempos. Había una maravillosa expansión industrial y, para algunos, la oportunidad de acumular una gran riqueza. Para ellos, era el mejor de los tiempos. Para otros, hubo una expansión de la pobreza y un aumento del sufrimiento. Para estas personas era el peor de los tiempos.
    La distinción entre paradoja y contradicción se enmaraña más al introducir un tercer término en la escena. Es la palabra antinomia. La palabra antinomia significa simplemente algo que está “contra la ley” (anti-nomos). Originalmente, antinomia funcionaba como un sinónimo de “contradicción” porque una antinomia era una proposición o conjunto de proposiciones que se oponían a la Ley de la Contradicción.
    A medida que el lenguaje evolucionó y experimentó cambios sutiles, antinomia comenzó a ser usada como un sinónimo de paradoja. Esto es particularmente cierto en cuanto al uso británico de la palabra. Ahora, cuando oigo a alguien usar la palabra antinomia, no sé con total seguridad si está hablando de una contradicción o una paradoja.
    En el pensamiento cristiano hay muchas cosas que son paradójicas. Jesús fue tanto hombre como Dios. La Biblia dice que sólo podemos ser libres si nos hacemos siervos. Hay paradojas que son difíciles de entender pero que de ningún modo son contradictorias.

MISTERIO

En su forma más simple, la palabra misterio apunta hacia algo que no entendemos. El hecho de que algo sea misterioso no significa que no sea cierto. Es posible que con una mayor información lo entendamos, pero al presente se nos escapa. La Biblia nos recuerda esto:

    Porque ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido. (1 Corintios 13:12)

    La Biblia nos revela muchos misterios. Por ejemplo, Pablo escribe:

    He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos, pero todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final. (1 Corintios 15:51-52)

    Nuevamente, Pablo escribe:

    … el misterio que ha estado oculto desde los siglos y generaciones pasadas, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria. (Colosenses 1:26-27)

    Hay misterios que Dios ha revelado. Hay otros misterios que permanecen velados ante nuestro entendimiento. Cuando Pablo habla de la unión de un hombre y una mujer en matrimonio, agrega:

    Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia. (Efesios 5:32)

    Recientemente, alguien me hizo esta pregunta: “R. C., ¿qué hace que la luz viaje a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo?” Me quedé perplejo. Tal vez los físicos o los astrónomos puedan responder esa pregunta. Yo no puedo. Sé que la luz viaja a esa velocidad, pero no sé por qué lo hace. Sé que la esencia del movimiento mismo ha desconcertado a los filósofos y los científicos durante milenios. Hay muchas dimensiones de la realidad que nos confunden, pero nuestra falta de comprensión con respecto a ellas no las hace menos reales.
    El misterio es frecuentemente confundido con la contradicción por una razón obvia. Actualmente, no podemos comprender ninguno. La diferencia es que un misterio puede ser entendido teniendo información adicional, pero una auténtica contradicción nunca puede ser entendida. No podemos entender las contradicciones porque son intrínsecamente ininteligibles. Nadie, sin importar cuán brillante sea, puede entender una contradicción.
    Ahora bien, concedo sin reservas que la Trinidad es un misterio desconcertante. Es misteriosa para nosotros porque no entendemos cómo un ser puede incluir tres personas. Estamos acostumbrados a pensar en una proporción que iguala un ser con una persona. Cada persona individual que conozco en este mundo es un ser distinto. Sin embargo, no hay nada en el concepto puro de ser que requiera que limitemos dicho ser a una sola personalidad simplemente porque estamos acostumbrados a pensar que una persona implica un solo ser.
    Tropezamos con el mismo tipo de misterio cuando contemplamos la persona de Cristo. Con respecto a Cristo, la iglesia atribuye dos naturalezas a una persona. En Cristo encontramos una persona que tiene una naturaleza humana y una naturaleza divina. Una vez más, esto va en contra de nuestro marco referencial acostumbrado. La idea de una persona con dos naturalezas o esencias distintas es ajena a nuestra experiencia. Sin embargo, no hay ninguna ley de la lógica que impida que una sola persona tenga dos naturalezas.
    De nuevo, recordemos que una de las razones apremiantes tras la formulación de la Trinidad por parte de la iglesia en un primer momento fue cercar las fronteras contra los herejes. La iglesia tuvo que protegerse, por un lado, contra el triteísmo (la idea de tres dioses, que es una forma de politeísmo), y por otro lado, contra formas de unitarismo, las cuales negaban la deidad de Cristo y del Espíritu Santo.
    La iglesia estableció dichos límites en el Concilio de Calcedonia en 451. Al declarar que Jesús era vere homo (verdaderamente hombre) y vere deus (verdaderamente Dios), la iglesia estaba trazando un rumbo entre visiones que negaban la deidad plena de Cristo y otras que negaban su verdadera humanidad.
    Cuando yo era estudiante en el seminario, un profesor de teología que más tarde llegó a ser Decano de la Escuela de Teología de Yale hizo este comentario: “Caballeros, si ustedes quieren salir de las fronteras de Calcedonia, deben decidir que herejía escoger”.

ESENCIA Y PERSONA

En nuestra formulación de la Trinidad hemos hablado repetidamente de una distinción entre esencia (o ser) y persona. ¿De dónde vienen estos términos? ¿Cómo debemos entenderlos cuando los aplicamos a Dios?
    Cuando hablamos de la esencia de Dios, estamos tomando prestado un concepto del pensamiento griego. Es el concepto de ser. Algunos teólogos protestan en este punto. Como ya hemos visto, este concepto ha sido atacado como manifestación de una intrusión de la filosofía pagana en la pureza del pensamiento hebreo.
    Pareciera que algunos teólogos tuvieran más problemas con el idioma griego que el Espíritu Santo. Al Espíritu Santo le pareció bien usar el vehículo del idioma griego como un medio para transmitir la revelación que es el Nuevo Testamento. En el griego del Nuevo Testamento encontramos frecuentemente diversas formas de la palabra ousia, que es la palabra griega para “ser”. Es el participio presente activo del verbo “ser”.
    El concepto de ser es fundamental para nuestro idioma. Me pregunto durante cuánto tiempo podríamos hablar o escribir sin regresar al uso de alguna forma del verbo “ser”. Palabras como soy, es, eres, somos, son, eras, éramos, eran, era y sus tiempos futuros tienen cada una sus raíces en el concepto de ser. Ser está referido a lo que algo es. Cuando el antiguo filósofo griego Parménides escribió las profundas palabras “Todo lo que es, es”, estaba haciendo una afirmación acerca del ser.
    Cuando hablamos del ser de Dios o la esencia de Dios, estamos hablando sobre lo que Dios es. Creemos que Dios es sus atributos. Él es un ser simple y unificado en el sentido de que no hay partes componentes que, al ser sumadas unas con otras, constituyan su ser. Dios no está hecho de dos o más partes. Él es esencialmente uno. Es por eso que la iglesia insiste en la tri-unidad de Dios. La pluralidad de personas en la Divinidad no niega la unidad esencial de Dios. Pensar en la Trinidad como si fueran tres partes de Dios es caer en el triteísmo, por medio del cual la simplicidad y la unidad de Dios son destruidas. A cualquier costo, la iglesia ha intentado asegurarse de que la integridad del monoteísmo bíblico permanezca intacta.

Extracto del libro: «El misterio del Espíritu Santo» de R. C. Sproul

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