​Juan 3:16  Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.    Este texto se ha usado hasta la saciedad para intentar demostrar que Dios amó a todo el mundo en el sentido de amor sin excepción, y que Cristo murió por todos y cada uno de los hombres.   Pero esto no concuerda con la enseñanza general de la Escritura ni con el carácter de Dios.  ¿No será más bien que Dios ama al mundo sin distinción de cual sera su raza, orígen o nación?  Por que si es así, Cristo no murió por todos los hombres del mundo, sino que murió por su pueblo que está esparcido en todas las naciones del mundo.

​Tres cosas a destacar en el estudio de Juan 3:16
Primero, el amor de Dios;
Segundo, el objeto del amor divino que aquí se identifica como “el mundo”;
tercero, el propósito del amor divino: que los creyentes “no se pierdan”.

Es importante que entendamos que no se puede pensar que haya alguna imperfección en Dios

La obra de Dios es perfecta. Pero si afirmamos que Dios tiene un deseo natural para la salvación de todos los hombres, entonces su fracaso al no salvar a todos los hombres significaría una debilidad y un anhelo no satisfecho en Dios. Tampoco la Escritura afirma en ningún lugar que Dios esté inclinado naturalmente para beneficiar a todos. Al contrario, es evidente que Dios es libre para tener misericordia de quienes Él quiera tener misericordia. Su amor es un acto libre de su propia voluntad, no es una emoción producida en Él por nuestro estado de miseria. (Si la miseria fuera la causa que diera origen al deseo divino de aliviarnos, entonces Dios debería tener misericordia de los demonios y de los condenados). El amor del cual este versículo nos habla es un amor especial y soberano dirigido particularmente hacia los creyentes. Las palabras “de tal manera” y “para que… no se pierda” enfatizan la naturaleza especial de este amor y su claro propósito de salvar a los creyentes de la perdición. Por lo tanto este amor no puede ser un afecto común hacia todos, algunos de los cuales perecen.

 Otros versículos concuerdan con que este amor divino es un amor soberano dirigido especialmente hacia los creyentes, por ejemplo Rom.5:8 y 1Juan 4:9-10. El lenguaje enfático de estos versículos no puede referirse a una inclinación natural para el bien de todos. Está claro que Dios quiere el bien de todos aquellos que El ama.

De esto se deduce que Dios ama sólo a aquellos que reciben ese bien. El mismo amor que le motivó a dar a Cristo, le motiva a dar también todas las demás cosas necesarias. “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos dará junto con él todas las cosas?” (Rom.8:32) Así pues, este amor especial de Dios sólo puede pertenecer a aquellos a quienes la gracia y la gloria son otorgadas. Ahora debes juzgar; ¿Es posible que el amor divino que entregó al Hijo, sea un amor general intentado hacia todos? ¿No sería más bien un amor especial dirigido hacia los elegidos?

Debemos examinar cual sea el objeto del amor divino que aquí se denomina “el mundo”
Algunos dicen que esto debe significar todos los hombres sin excepción. Nunca he podido ver como podría tener este significado. Ya hemos demostrado que la palabra “mundo” es usada con diferentes significados en la Escritura. El amor mencionado al principio de Juan 3:16 y el propósito señalado al fin del versículo, no pueden ser armonizados con el significado que algunos tratan de darle a la palabra “mundo” que aparece a la mitad del versículo, es decir todos los hombres sin excepción.

Por nuestra parte la palabra “mundo” debe ser entendida como todos los elegidos de Dios esparcidos por todo el mundo. Los beneficios especiales de Dios ya no están limitados solamente a los judíos. El sentido es “que de tal manera amó Dios a sus elegidos esparcidos por todo el mundo, que dio a su Hijo con la intención de que por medio de El todos ellos fuesen salvos”. Hay varias razones que apoyan este punto de vista. Como ya hemos visto, el amor de Dios no puede ser extendido a todos y cada uno de los hombres. En este versículo el “mundo” tiene que ser cualquier mundo que en realidad recibe la vida eterna. Esto es confirmado por el siguiente versículo -Juan 3:17 en donde se afirma que el propósito de Dios al enviar a su Hijo fue “para que el mundo sea salvo por Él”. Si la palabra “mundo” aquí significa algo más que los creyentes elegidos, entonces Dios ha fracasado en su propósito; no nos atrevemos a afirmar tal cosa. No es poco común usar las palabras “mundo”, “toda carne”, “todas las naciones”, “todas las familias de la tierra”, etc. para referirse al pueblo creyente de Dios. Por ejemplo: en Jn. 4:42, se afirma que Cristo es el “Salvador del mundo”. Un salvador de hombres que no se salvan, es una contradicción de términos. Entonces aquellos que aquí son llamados el “mundo” tienen que ser sólo los que son salvos. Hay varias razones por las cuales los creyentes son llamados “el mundo”: Para distinguirlos de los ángeles; para rechazar a los judíos que se jactaban de ser ellos el único pueblo escogido por Dios.
Para enseñar la distinción entre el antiguo pacto hecho con una sola nación y el nuevo pacto por el cual personas de todas partes del mundo llegarían a ser obedientes a Cristo. Para mostrar la condición natural de los creyentes antes de su conversión, como pertenecientes al mundo. Si algunos todavía insisten en que la palabra “mundo” aquí, significa que cada hombre sin excepción es objeto del amor divino, entonces ¿Porqué Dios no les ha revelado a Cristo? ¡Que extraño! Que Dios entregara a su Hijo por ellos y nunca les dijera nada al respecto; millones de personas nunca han escuchado el evangelio. ¿Cómo podemos decir que Dios ama a cada hombre cuando en su providencia este amor no ha sido dado a conocer a cada hombre?

Finalmente, la palabra “mundo” no puede significar todos y cada uno de los hombres a menos que estés dispuesto a aceptar lo siguiente:
 
1. Que Dios ama a muchos en vano, puesto que perecen.
2. Que Cristo fue entregado a favor de millones los cuales nunca le conocieron.
3. Que Cristo fue entregado a favor de millones que no pueden creer en Él.
4. Que Dios cambia en su amor al abandonar a los que perecen. (o de otra manera ¿Sigue amándolos en el infierno?)
5. Que Dios falla al no darles todas las cosas a todos aquellos a quienes Cristo fue dado.
6. Que Dios no sabe de antemano quienes creerán y serán salvos.

No podemos admitir tales absurdos. El “mundo” sólo puede significar aquellas personas esparcidas a través del mundo, que son los elegidos de Dios.

La manera en la cual los elegidos de Dios llegan a tener la vida eterna es por medio de creer, “todo aquél que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Jn.3:16)
Si se argumenta que Cristo murió por todos los hombres y sin embargo solamente los creyentes serán salvos, entonces ¿Qué hace la diferencia entre creyentes e incrédulos? No puede ser que los hombres mismos sean quienes hacen la diferencia, (vea 1Cor.4:7) Entonces, Dios hace la diferencia. Pero si Dios hace la diferencia entre los hombres ¿Cómo pudo haber dado a Cristo a favor de todos? Este versículo (Jn.3:16) declara la intención divina de que los creyentes sean salvos. De aquí se sigue que Dios no dio a su Hijo para los incrédulos. ¿Cómo pudo haber dado a su Hijo por aquellos a quienes no les dio la gracia de creer?

Ahora, evalúa todas estas cosas y especialmente la primera, el amor de Dios. ¿Es posible que sea un afecto general hacia todos, el cual puede tolerar la perdición de muchos de los así llamados? Por otro lado ¿No es mejor entender este amor como aquél único y especial amor del Padre hacia sus hijos creyentes, el cual asegura su futuro?

Con esto tienes la respuesta acerca de si la Escritura enseña que Cristo murió como un rescate general (sin eficacia respecto a muchos por los cuales fue pagado) o como una redención particular gloriosamente eficaz para cada creyente. Recuerde que Juan 3:16 es usado frecuentemente para apoyar la idea de que Cristo murió por cada hombre, algo que es completamente inconsistente con la enseñanza del texto, como ya he demostrado.

 Extracto del libro: la muerte de la muerte por la muerte de Cristo, de John Owen

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