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Debemos velar en tiempos de prosperidad

Un tiempo de prosperidad es normalmente acompañado por «una hora de la tentación». La prosperidad y la tentación van juntas. De hecho, la prosperidad misma es una tentación, e incluso puede traer muchas tentaciones. A menos que Dios dé un suministro especial de gracia, la prosperidad se presenta como una tentación de dos formas. Primero, provee una oportunidad para los deseos pecaminosos del hombre y segundo, el diablo sabe cómo usarla para ganar alguna ventaja.

En Proverbios leemos: «La prosperidad de los necios los echará a perder». (1:32) La prosperidad endurece en su camino y les hace menospreciar la enseñanza y las advertencias. En sus pensamientos, la realidad del día de juicio (la cual debería influir sobre ellos para cambiar sus vidas) queda muy lejos. Sin una ayuda especial de la gracia de Dios, la prosperidad puede tener una influencia devastadora sobre los creyentes. Este es el argumento de Agur quien oraba contra las riquezas debido a las tentaciones que le acompañan (Prov.30:8-9). Esto es lo que sucedió con Israel. «En sus pastos se saciaron, y repletos, se ensoberbeció su corazón; por esta causa se olvidaron de mí.» (Os.13:6) Este es el peligro preciso del cual el Señor advirtió a los israelitas (Deut. 8:11-14).

El creyente puede regocijarse de la prosperidad, (Ec. 7: 14) pero nunca debería olvidarse de que la prosperidad trae peligros muy reales que deberían ser vigilados cuidadosamente.

Piensa por un momento en algunos de estos peligros:

  1. En la prosperidad estamos en peligro de perder nuestros distintivos cristianos. Esto puede sujetar el alma a toda clase de poderosas tentaciones.
  2. En la prosperidad estamos en peligro de tomar demasiada satisfacción de las comodidades de esta vida.
  3. La prosperidad nos vuelve duros e insensibles como cristianos. Si no tómanos precauciones, esto nos hará un blanco fácil para los engaños del pecado y nos hará propensos a caer en las trampas del diablo.
    En tiempos de prosperidad, debemos ser agradecidos y conscientes de los peligros, y dedicarnos a «velar y orar». Fallar en hacer esto ha sido el tropiezo de muchos creyentes. La sabiduría exige que tomemos ejemplo de sus tristes experiencias. Bienaventurado el hombre que teme siempre pero especialmente en tiempos de prosperidad.

Debemos velar para no caer en un estado de sueño espiritual.

Si descuidamos la comunión con Dios y nos volvemos formales en el ejercicio de nuestros deberes cristianos, el peligro está cerca. Este es el tiempo cuando es muy necesario «velar».

Si te encuentras en este estado, despierta y mira a tu alrededor. Tu enemigo está cerca. Estás en peligro de caer en una condición espiritual la cual lamentarás por el resto de tu vida. Este estado es suficientemente malo en sí mismo, pero es una advertencia de que un estado peor podría desarrollarse. En Getsemaní, los discípulos estaban física y espiritualmente dormidos. Entonces ¿Qué les dijo Jesús? «Velad y orad para que no entréis en tentación.» Sabemos qué tan cerca estaba uno de ellos a la hora amarga de la tentación y no velando como debiera, que entró de inmediato en ella. (Mat.26:40-41, 69-75).

La novia en el libro de Cantares (5:2-8) estaba dormida e indispuesta para abrir la puerta a su amado. Para cuando se levantó, ya su amado se había ido y fue solo después de mucha tristeza y dolor que volvió a encontrarlo. De la misma manera, los creyentes pueden tener sueño espiritual y sentirse muy indispuestos a despertarse y buscar la comunión con Cristo. En tales casos es muy probable que traigan sobre sí mismos mucha tristeza y dolor. En algunos casos el creyente nunca vuelve a recuperar la vitalidad espiritual de la cual antes disfrutaba.

La tarde que «se levantó David de su lecho» (2 Sam. 11:1) fue una tarde de sueño espiritual para David y nunca se recuperó completamente de la caída. Esta parte trágica de la historia de David ha quedado registrada para advertirnos y debería despertarnos a examinarnos y a orar.


Extracto del libro: “La tentación” de John Owen

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