​La reforma incentivó el estudio de las Escrituras y, por lo tanto, el intelecto y la formación académica de una manera masiva, como quizás nunca antes ocurrió entre las clases populares; de igual modo incentivó el uso y circulación a gran escala de las Sagradas Escrituras dando un espaldarazo al desarrollo de la imprenta, y esta, a su vez, a la masificación de la cultura.

La difusión de la cultura vino también con la reforma por el empuje que tuvo el desarrollo de universidades y escuelas en toda la nación. Era un imperativo que el hombre se salvase, que conociese la Palabra, que la educación llegase a muchos. El desarrollo de la teología y la necesidad de preparar ministros llevó a la fundación de muchas universidades en Europa y América.  De las 20 universidades que se han fundado en Alemania desde la reforma, 15 han sido protestantes. Holanda fundó 6 universidades como consecuencias del protestantismo y la reforma, y la universidad de Leyden, fundada por la Holanda liberada del dominio español, vino a ser un paradigma  de la educación. Las universidades de Yale, Harvard y Princeton fueron originalmente seminarios para preparar ministros,  como  resultado de los efectos de las migraciones afectadas por la  reforma en los EEUU.

El cristianismo reformado también produjo una revolución en la adoración y en el manejo de la música por parte de las masas, resultando en un impulso extraordinario en las composiciones de himnos y en el uso popular de la música religiosa. La participación y entrenamiento del oído a través de la adoración popular protestante tiene que haber contribuido con el desarrollo de la apreciación musical, y esta a su vez en la calidad subsecuente de los músicos. Es a partir de ahí donde surgen los grandes músicos en Europa y el desarrollo de instrumentos nuevos en el espectro musical. El  barroco es un movimiento musical surgido luego de la reforma, contando entre sus grandes exponentes por músicos de convicciones cristianas, como es el caso de Bach, quien firmaba sus composiciones con el moto reformado de “Soli Deo Gloria”.

En otras disciplinas como la pintura vemos los efectos de las ideas reformadas. Francis Schaeffer, un reconocido apologista y erudito cristiano de nuestros tiempos, ya fallecido,  hace una comparación entre las obras de arte de la Reforma, y el arte del Renacimiento. “Ambos pusieron un nuevo énfasis en la naturaleza, y las cosas creadas (contrario al  arte medieval que era totalmente religioso). Pero a diferencia del Renacimiento, la Reforma interpretó la naturaleza como creación de Dios. Por tanto, su arte nunca desbordó en el desenfreno y la inmoralidad, como sucedió con el Renacimiento. Los artistas de la Reforma estaban conscientes de que Dios había creado todas las cosas para Su propia gloria; entonces también sus obras de arte debían glorificar a Dios”.

Muchas de sus obras tenían un mensaje cristiano directo. Schaeffer mención a esto:

“El ejemplo más claro lo encontramos en Rembrandt (1606-1669). Él era un verdadero cristiano que creía en el significado de la muerte de Cristo para él personalmente. En 1633 pintó ‘El levantamiento de la cruz’. Un hombre con la boina azul de un pintor levanta a Cristo a la cruz. Este hombre es Rembrandt; es un autorretrato. Con ello, Rembrandt testificó ante todo el mundo que eran también sus propios pecados los que llevaron a Cristo a la cruz.”. Rembrandt estaba usando su arte para dar gloria a Dios, como buen calvinista.

Con la reforma también apreciamos el arte que se populariza, y su tema se torna hacia la cotidianidad. El tema único del arte ya no eran las figuras de la antigüedad como en el renacimiento, ni los grandes nobles, ni las grandes batallas, sino que se incorporan a ese mercado a esos  oscuros  protagonistas que reflejaban el espíritu calvinista con figuras de la pequeña y desconocida burguesía, aun hombres de ciencia, que habían adquirido una importancia propia. El hombre retornaba a su dignidad verdadera, su vida tenía un propósito sin importar lo humilde de su oficio; el protagonista era ahora  el hombre, pero no un hombre apartado de Dios y ligado al paganismo, como mucho de los modelos renacentistas,  sino un hombre común laborando para la gloria de Dios. Vermeer (la encajera, la lechera, la vendedora de perlas) también fue un notable representante de esta corriente influenciada por el calvinismo y la  reforma.

Holanda recién liberada del yugo español, estaba orgullosa de su recién conseguida independencia, con una economía basada en el comercio, la burguesía calvinista se convirtió en la clientela de los artistas holandeses, invirtiendo en pinturas para decorar sus casas. Los pintores, en lugar de trabajar por encargo de nobles o eclesiásticos, comenzaron a producir “para el mercado”. Un ejemplo interesante es el de la lección de anatomía del doctor Tulp. En la escena vemos la disección de un cadáver, algo totalmente prohibido y condenable por la iglesia católica romana, pero permitida en la Holanda reformada, mostrando el desarrollo de la ciencia y el espíritu democrático de estos países

LA REFORMA  Y LA CIENCIA MODERNA

Francis Scheffer declara: “Las doctrinas de la creación y de la providencia confieren al hombre la seguridad de que ha recibido de Dios un mandato cultural (cultura = cultivo, es decir un mandato de cultivar la creación o de laborarla, de sojuzgarla). El científico consciente o no, supone que en la naturaleza hay un orden que la hace racionalmente comprensible. Faltando tal suposición, la tarea científica quedará exenta de todo propósito real y último. Tales suposiciones pueden hacerse empero solo a la luz de los postulados bíblicos”. Idem pg 65

Francis Schaeffer manifestaba que las presuposiciones cristianas (redescubiertas en la Reforma) eran necesarias para dar inicio a la ciencia moderna:

“Los comienzos de las ciencias modernas no estaban en conflicto contra la Biblia. Muy al contrario, en un punto crítico la revolución científica dependía de la Biblia… Su convicción (de los reformados) de que el mundo había sido creado por un Dios racional, les dio a los científicos la confianza de que iba a ser posible descubrir datos verdaderos sobre el mundo, basándose en observaciones y experimentos. Este era su fundamento epistemológico – el fundamento filosófico sobre el cual podían estar seguros de que el conocimiento es posible. Puesto que el mundo era creado por un Dios racional, no les sorprendió a los científicos que encontraron una relación entre ellos mismos, como observadores, y los objetos que observaban. Esta base depende de un marco cristiano, y es necesario trabajar dentro de este marco cristiano para observar la naturaleza. Sin esta base cristiana, las ciencias modernas no hubieran sido posibles.” Idem.

La reforma puso a Dios en su lugar enfatizando su rol como el soberano del universo con un absoluto control sobre el funcionamiento y orden de su creación, y al hombre en su lugar como aquel que debía sojuzgar la tierra, descubrir las cosas que hay en ella. Este descubrimiento, que es el proceso de hacer ciencia,  no sería posible sin que hubiese un fundamento sin el cual es imposible formularla, la creencia  de que hay leyes naturales establecidas  por Dios, que nos permiten formular principios universales a través de las cosas observadas.

Citamos al  pastor Sugel Michelén  en sus notas sobre este tema:

“Las presuposiciones cristianas eran necesarias para poder formular “leyes naturales”. Profundizaremos este punto: Un científico que no tiene esta base cristiana, ¡en realidad no tiene ninguna base para afirmar que algo así como “leyes de la naturaleza” realmente existen! – Un científico secular puede observar, por ejemplo, que un objeto, cuando se lo suelta, siempre cae hacia abajo. Incluso podría medir el tiempo que el objeto necesita para llegar al suelo, y observaría que cada vez cae con la misma velocidad. Pero aún después de hacer la misma observación mil veces, ¡nuestro científico no tiene ninguna base segura para afirmar que la milésima primera vez va a suceder lo mismo! – ¿Por qué no? – Es que el científico solamente puede hacer observaciones acerca del presente y pasado. Hablando en un sentido estrictamente científico, esto no fundamenta de ninguna manera una declaración acerca del futuro. Si la ciencia se limita a lo que se puede medir y observar, entonces no puede hacer ninguna declaración acerca del futuro, porque el futuro no se puede observar.

Si el científico de nuestro ejemplo quiere establecer una “ley universal” (en este caso la ley de la gravedad), que le permita predecir que lo mismo ocurrirá en todos los lugares y en todos los tiempos, entonces tiene que introducir un elemento más: la uniformidad del universo. En otras palabras, para establecer su “ley”, el científico tiene que asumir que las leyes de la física son las mismas en todo lugar del universo, y en todos los tiempos. Esta es una presuposición que el científico tiene que aceptar por fe, pues no es posible comprobarla científicamente. (¡Nadie tiene la posibilidad de viajar a todos los lugares del universo y por todos los tiempos, para comprobar si las leyes de la física realmente son las mismas allí!)”

En un ambiente con tales convicciones la ciencia tenía que florecer como floreció en esos tiempos. En Londres se fundó en 1662 la “Sociedad Real para el mejoramiento del conocimiento natural”. En sus primeros años, casi todos sus miembros confesaron el cristianismo, Roberto Boyle, Isaac Newton y los otros miembros de la Sociedad Real eran hombres religiosos. Ellos acostumbraron el pensamiento de sus paisanos al principio de una ley natural del universo, y a los métodos científicos para descubrir la verdad. Muchos de estos hombres de ciencia  creían  que estos métodos nunca podían llevar a conclusiones incompatibles con la Biblia y con la religión sobrenatural.  © Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. ​

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