En ARTÍCULOS

Nuestro despertar y crecimiento espiritual son precedidos por la determinación previa de Dios. Esto está expresado en palabras tales como “su propósito, conocimiento previo y predestinación”. El siguiente término en la secuencia es el llamamiento, es el punto donde esta determinación eterna se transmite a la experiencia de la persona.

El término general es “propósito”, un propósito eterno que se expresa en primer lugar en el conocimiento previo y la predestinación (vs. 29) y luego, como una secuela, en el llamado, la justificación y la glorificación. El resto del pasaje muestra que esta obra de Dios será sin duda terminada. Porque nada «nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (vs. 39).

El uso de la idea de un conocimiento previo ha llevado a algunos a argumentar que la elección se basa en el conocimiento previo en el sentido de que Dios sabía de antemano que ciertas personas serían más sensibles que otras al evangelio y que por lo tanto se rendirían al Espíritu Santo mientras que otras no lo harían. Como consecuencia predestinó que esas personas aceptarían la salvación. Esta manera de pensar es equivocada si no fuera por el simple hecho que el pasaje no comienza con la idea de un conocimiento previo sino con una afirmación del propósito de Dios para salvar.

Arthur W. Pink escribe que esta manera errónea de pensar «repudia la verdad de la depravación total, ya que está suponiendo que hay algo bueno en algunos hombres. Quita la independencia de Dios, porque hace que sus decretos descansen sobre lo que descubrió en la criatura. Hace que todo quede completamente desordenado, ya que el decir que Dios sabía de antemano que algunos pecadores habrían de creer en Cristo, y que en consecuencia les había predestinado la salvación, es la antítesis de la verdad. Las Escrituras afirman que Dios, en su Soberanía, escogió a determinadas personas para que fueran depositarías de su favor (Hch. 13:48), y por lo tanto se propuso otorgarles el don de la fe.»

El debate puede concluirse si respondemos a la siguiente pregunta: ¿Qué se entiende por conocimiento previo en las Escrituras? Si yo dijera que tengo conocimiento previo de algo, querría decir que tengo información de antemano sobre algo que va a ocurrir. Al contar con dicha información podría ser capaz de tomar algún curso de acción en particular. Pero Dios no es una criatura ligada al tiempo como lo somos nosotros. Dios puede ver el final desde el principio, y la razón por la que ve las cosas como son es que Él las ha determinado. Toda la historia está eternamente presente para Dios.

Además, debemos tener en cuenta que la palabra “conocer” es utilizada en el Antiguo y en el Nuevo Testamento para decir: «mirar favorablemente» o, incluso, «amar». «Y Jehová dijo a Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre» (Ex. 33:17). «A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por lo tanto, os castigaré por todas vuestras maldades» (Amos 3:2). «Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad» (Mt. 7:23). «Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen» (Jn. 10:14). «Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él» (1 Co. 8:3). «Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos» (2 Ti. 2:19).

La expresión conocimiento previo como tal nunca es utilizada con referencia a acontecimientos o acciones —es decir, un conocimiento de antemano sobre lo que alguien haría o pudiera hacer— sino siempre sobre personas, cuyas vidas son afectadas por ese conocimiento previo y no en el sentido inverso.

Aparte del pasaje de Romanos, hay solamente otros tres pasajes en las Escrituras donde se utiliza la expresión conocimiento previo, y la idea de la elección siempre está presente. El primero de estos pasajes es Hechos 2:23. «A éste [Jesús], entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole». En este versículo no es la crucifixión lo que Dios conocía de antemano (si bien, por supuesto, también sabía de antemano en el sentido en que nosotros utilizamos esta expresión), sino a Jesús mismo. El versículo nos enseña que Dios había determinado un plan, como resultado del cual nosotros habíamos de ser salvos, y que Jesús fue elegido para implementar dicho plan.

El segundo pasaje es Romanos 11:2: «No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció». Nuevamente, son las personas y no sus acciones el objeto del conocimiento previo de Dios. A pesar de lo que en algunas instancias pueda aparentemente ser el caso, ninguna de las personas elegidas por Dios se perderá.

El tercer texto es 1 Pedro 1:2. «Elegidos según la presciencia de Dios Padre, en santificación del Espíritu para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo». Los elegidos son los «expatriados de la Dispersión» mencionados en el versículo anterior. Dios los ha elegido para ser salvos.

Lo mismo sucede en Romanos 8:28-30. Las personas son conocidas por anticipado, y el resultado es su predestinación para un llamado, una justificación y una glorificación efectivos. Pink pregunta: Basado en estos pasajes (y no hay ninguno más), ¿qué base bíblica hay para el que dice que Dios «conocía de antemano» las acciones de algunos, es decir, su «arrepentimiento y el creer», y que por estas acciones los eligió para la salvación? La respuesta es que no hay ninguna base. Las Escrituras nunca hablan sobre el arrepentimiento y la fe como habiendo sido previstas o conocidas de antemano por Dios. Es cierto, él sabía también desde la eternidad que algunas personas se arrepentirían y creerían, pero esto no es a lo que las Escrituras se refieren como el objeto del «conocimiento previo» de Dios… Dios conoce de antemano lo que sucederá porque ha determinado lo que sucederá. Es revertir el orden de las Escrituras, es poner el carro delante de los bueyes, afirmar que Dios elige porque él conoce de antemano a las personas. La verdad es que las «conoce de antemano» porque las ha elegido.


Extracto del libro “Fundamentos de la fe cristiana” de James Montgomery Boice

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