​ Calvino, de una forma consistentemente teocéntrica, ve la vida moral del hombre en su radical dependencia y relación al Dios trino y uno, cuya majestad como Creador y cuya sabiduría, bondad y omnipotencia sobre y en todas las cosas tiene que ser aceptada incondicionalmente. La voluntad de Dios, la absoluta soberanía y el orden cósmico aplicados absolutamente a Su completa creación incluye todas las actividades del hombre.

 Calvino y la revelación de Dios como fuentes del conocimiento de la moralidad.

1. Los puntos de vista de Calvino con respecto a la Sagrada Escritura son de la máxima importancia para su ética. La Palabra de Dios es para él la fuente principal del conocimiento de la moralidad. Calvino enseña, entre otras cosas, que la Sagrada Escritura es la absoluta e infalible Palabra del Dios viviente; que tiene su origen en los cielos, que está investida con divina autoridad y que la iglesia no es superior, sino más bien está sujeta a ella; que para la verdadera fe no podemos depender de la intuición individual ni de la iluminación interior, sino sólo del poder mismo de la Palabra de Dios y del testimonio del Espíritu Santo en nuestros corazones con respecto a la veracidad de esta revelación de Dios; que el intelecto humano y la razón no están por encima de la verdad de la Palabra de Dios, sino que tienen que inclinarse in-condicionalmente ante ella, que es la guía para la totalidad de la vida del creyente en esta revelación y una norma y modelo para todas sus acciones.

Calvino extrae estas opiniones teológicas y antropológicas de la Sagrada Escritura, que le son como el respaldo indispensable para su ética. Desarrolla, partiendo de la Palabra de Dios, los principios morales que ligan al hombre para toda su vida, y de forma especial la vida del creyente, y los ve como íntimamente inseparables de la religión escriturística, que es para él la única y absoluta verdadera religión.

Calvino acepta tanto la revelación de Dios, expresada en la Sagrada Escritura, al igual que la revelación en «natura», con tal de que ésta sea considerada a la luz que irradia la Palabra de Dios.

Para su ética no extrae realmente nada de la revelación de Dios en «natura». Y, con todo, mantiene que Dios, en Su bondad, ha dotado tanto a los creyentes como a los gentiles y paganos con excepcionales dones intelectuales. La verdad contenida, por ejemplo, en la jurisprudencia, la lógica, la medicina, las matemáticas y en las ciencias naturales de los gentiles no es para ser rechazada, sino que incluso podemos admirarla y hacer un uso agradecido de ella, puesto que es el Espíritu Santo el autor, aunque en todos los casos tenemos que considerar tales verdades contra el fondo de la divina verdad revelada por Dios en Su Palabra. El pagano, por naturaleza, lleva a cabo las demandas de la ley, cuya acción está también grabada en su corazón. El intelecto del «hombre natural» puede aún distinguir, hasta cierto punto, entre el bien y el mal; pero a causa de que el intelecto humano está oscurecido por el pecado, su conocimiento del bien y el mal tiene que ser comprobado por la revelación de la ley en las Sagradas Escrituras. Incluso en el caso de gentes sin Dios, encontramos a veces virtudes tales como la justicia, la amistad, la temperancia, la sobriedad, la castidad y el sostenimiento de la ley y el orden; pero esas buenas obras están realizadas de un modo deficiente a causa de la mala disposición de sus corazones.

Calvino no excluye el examen de la ética (o moralidad) basada en la «revelación natural» de Dios (vista a la luz de Su Palabra) y repetidamente refiere esta tarea a los filósofos, a pesar del hecho de que generalmente critica sin misericordia las teorías de los filósofos. Certeramente previene que el conocimiento de Dios y Sus mandamientos, la verdadera religión y la verdadera moralidad religiosa, no pueden ser hallados «naturalmente»; que la moralidad «natural» no ha de ser nunca aceptada como criterio de verdadera moralidad. Esto es así, no sólo porque la revelación de Dios en la naturaleza es insuficiente, sino particularmente porque el curso de la historia como tal no puede ser nunca una norma de la voluntad de Dios: la norma de la realidad cósmica radica, no en la propia naturaleza, sino en la voluntad de Dios. Quienquiera que derive su idea de tal norma sobre la base de la naturaleza, ha de entender que lo hace de una naturaleza del hombre moral-mente corrompida y de un mundo enajenado de Dios.

La base teocéntrica de la ética de Calvino.

1. Es necesario, al llegar a esta etapa, el introducir unos cuantos términos para expresar adecuadamente ideas mencionadas por Calvino, pero que él no diferencia con claridad terminológicamente. Emplearemos el adjetivo «horizontal» para describir las mutuas relaciones de los seres creados (materia, plantas, animal y el hombre). Las relaciones «verticales», por otra parte, son las existentes entre seres creados —materia, planta, animal y el hombre— y Dios. Definiremos la relación vertical de la totalidad de la creación hacía Dios como theál;   incluso una piedra es una criatura de Dios, mantenida por Dios, sujeta a su orden cósmico y revelando Su grandeza, poder y majestad. El culto divino, es decir, la religión en su sentido más estricto, es ofrecido dondequiera que el hombre, a través o mediante la oración, himnos de alabanza, la proclamación de Dios, la utilización de los sacramentos, etc., se vuelve directamente hacia Dios. La religión, en su sentido más amplio, está presente dondequiera que el hombre relacione todas sus acciones —incluyendo actividades culturales tales como el desarrollo de la ciencia, la construcción del lenguaje, la creación del arte, la actividad económica, la acción moral y legal, etc., lo mismo que los asuntos del matrimonio, familia, nación, estado y sociedad, y también la historia y la técnica— a Dios, aceptándolo todo como su respuesta a la vocación o encargo divino, para el cual Dios le ha provisto de capacidad y talentos, lo mismo que de circunstancias y oportunidades mediante las cuales pueda glorificar a Dios.  De los tres círculos concéntricos, puede concebirse que el interior representa el culto divino; el externo, la relación theál, y el que queda, la religión.

2. La doctrina de la trascendencia y de la inmanencia, al igual que la de la trinidad de Dios, juega un papel significativo en la ética de Calvino. Sus Instituciones siguen la subdivisión trinitaria y él aplica a la vida moral del hombre el gran principio theál «de que El, a través de El, y para El, son todas las cosas». Calvino, de una forma consistentemente teocéntrica, ve la vida moral del hombre en su radical dependencia y relación al Dios trino y uno, cuya majestad como Creador y cuya sabiduría, bondad y omnipotencia sobre y en todas las cosas tiene que ser aceptada incondicionalmente. La voluntad de Dios, la absoluta soberanía y el orden cósmico aplicados absolutamente a Su completa creación incluye todas las actividades del hombre. Su consejo sólo determina, predestina y trae a la realidad todas las cosas de acuerdo con Su voluntad. Y con referencia a la caída del hombre y a los méritos de Jesucristo, El solo elige para la vida eterna o la eterna condenación. El vuelve receptivos o endurece los corazones del género humano; y de acuerdo con Su rectitud y justicia, de una parte, y Su amor y misericordia, de otra, controla todas las cosas y las guía por el Espíritu Santo para que todo pueda ser para Su honor y gloria. Se puede ir tan lejos como para decir que casi no hay atributo o acto de Dios que Calvino no considere en su relación con la vida moral del hombre. Con referencia a la ética teocéntrica de Calvino, restringiremos, empero, nuestra atención a su doctrina de la teonomía y providencia.

3. La teonomía de Calvino es absoluta y lo abarca todo, aplicándola en sentido theál a toda la creación y a la totalidad de la vida del hombre, es decir, a su culto divino lo mismo que a su religión. La totalidad de la Creación está sujeta a Su orden cósmico; y Su moral, en su ley, la aplica al hombre en forma absoluta. El hombre no puede objetar a esto: necesita estar sujeto incondicionalmente en todos sus caminos. La ley moral encuentra su expresión particularmente en los Diez Mandamientos y en el doble mandamiento de amor de Cristo. Esta es la única pauta de bondad moral, una norma que Calvino considera consistentemente en un sentido religioso. El bien moral como cumplimiento de la ley moral tiene su base sólo en Dios. Calvino no tolera enmiendas de su radical teonomía. Pero el propio Dios se halla por encima absolutamente de la ley moral y no puede ser juzgado de acuerdo con las normas que ha establecido para el género humano: El no puede estar sujeto a la categoría de la moralidad humana. La obediencia humana a la ley moral no puede ser clasificada como mérito, sino que es el fruto de la obra de Dios en el hombre. La actualización de la bondad moral es una obra de Dios en virtud de Su bondad y misericordia, y de los méritos extraordinarios de Jesucristo, y en virtud, también, de la guía omnipresente y la influencia del Espíritu Santo.

4a. En esta concepción de la providencia de Dios, Calvino declara que los cielos, la tierra y todo lo que hay en ellos pertenece a Dios y que todo ello testifica su maravillosa sabiduría, bondad y poder. Dios no se limitó meramente a crear, sino que también sostiene y gobierna Su total creación, probando también así su divina omnipotencia. El mundo está, sin embargo, no sólo preservado por el poder general de Dios, sino mantenido por una especial providencia también. El controla todo lo que ha creado, incluso los gorriones en el aire. El curso de la naturaleza no es mecánico, el hado y el azar no tienen ninguna parte en ello. Ninguna ley de la naturaleza existe independientemente de Dios, ni El tampoco comparte su gobierno con el hombre. Nada ocurre que El no lo haya ordenado así, e incluso lo aparentemente fortuito está sujeto a Su voluntad. Todo lo que existe se debe a la sabia y benefactora dispensación de Dios. Dios siempre está vigilante y activo en Su comprensivo gobierno sobre todas Sus obras. El significado de Su providencia es que El determina y dirige todas las cosas, a cada criatura particular en su propio particular propósito. En su gobierno, que lo abarca todo, El hace uso de las causas que lo determinan todo, y su aplicación depende de Sus manos. La causa y el fondo de toda su actividad es Su bondad; el objeto, Su gloria.

4b. Todo esto se aplica al culto divino y a la religión de la raza humana; pero especialmente a la iglesia. Dios manifiesta Su paternal bondad, favor y justicia para todo el género humano y particularmente para Sus elegidos. De Su mano viene toda bendición; pero también todos los castigos y pruebas. El controla los planes y actividades de todas las gentes: éste es el caso no solamente para el elegido, sino para el reprobado a quien El compele a la sumisión. Para Su gran gloria, Dios no tan sólo ha permitido el bien y el mal, sino que los ha deseado y los usa en Su providencia para el cumplimiento de Su designio. Satanás puede ser el invisible autor del mal del hombre; pero Dios se sirve incluso de sus acciones y del mal para un bien último. No solamente el regenerado sino también el incrédulo son utilizados por El como instrumentos a Su servicio. Nadie, y ciertamente tampoco los paganos, puede escapar de la actividad de Dios que todo lo abarca. Su voluntad es la causa más justa de todo.

En Su providencia, Dios nos provee también de medios para la protección de nuestras vidas. El creyente, sin embargo, no mirará a los medios como si todo dependiese de ellos, sino que deberá fijar su corazón sólo en el control providencial de Dios. Mas si levanta sus ojos hacia Dios, tiene que prestar atención a las causas menores y subordinadas. Siempre que se beneficie de los servicios de los otros tiene que agradecérselo también, aunque son instrumentos en la mano de Dios, y el primer agradecimiento se debe a Dios por la bondad mostrada.

5. La ética de Calvino es particularmente la respuesta a la cuestión de cómo el hombre necesita ordenar su vida de cara a la ley y la providencia de Dios. En esta luz Calvino ve la vida moral del hombre: cómo Dios ejercita en nosotros el temor, la obediencia y la reverente sumisión a Su voluntad y a Su ley; la paciencia, la santidad y como refrenar nuestras pasiones; la modestia, la humildad, la adoración y la aceptación de Su dirección. La voluntad humilde no murmura, sino que estará preparada a seguir a Dios a dondequiera que pueda llamarnos; se confiará a El absolutamente, incluso en tiempos de adversidad, y recibirá agradecida lo mismo el bien que el mal de Su mano, sabiendo que todas las cosas actúan juntas para el bien, temiendo y amando a Dios. El hombre no tiene que sentir temor, ansiedad ni cuidado, porque todo está seguro en las manos de Dios, para quien vive. Así, Dios otorga los dones de la prudencia y la discreción.

Los datos antes mencionados no son sino unos pocos pensamientos para ilustrar el significado de la doctrina escriturística de la teonomía y de la providencia de Dios en la ética de Calvino. Ello da a la vida certidumbre y confianza, un firme fundamento, ánimo y una liberación de la ansiedad y del temor, así como una positiva libertad religioso-moral.

Articulo publicado en «Calvino, profeta contemporáneo»   de H. G. Stoker

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