En BOLETÍN SEMANAL

La Iglesia Reformada tiene tres documentos doctrinales, que suscribe, comúnmente llamados «las Reglas Reformadas de la Unidad». Son, «El Catecismo de Heidelberg», «La Confesión Belga», llamada también «La Confesión de Fe», y «Los Cánones del Sínodo de Dort».

Cada uno en sí es un documento histórico, que representa un conjunto sistemático de verdades reveladas en la Palabra de Dios. Cada uno de ellos esta basado en la certeza de que las Escrituras constituyen la autoridad final en todas las materias de fe y de practica. Cada uno apela solamente a la Palabra como fundamento de las posiciones manifestadas.

Los cinco cánones del Gran Sínodo de Dort, fueron formulados a lo largo de un extenso periodo. La primera sesión tuvo lugar el 12 de noviembre de 1618. La sesión numero cincuenta y cuatro, la última de todas, se celebro el 9 de mayo de 1619. Fue un sínodo ecuménico en el autentico sentido del término. Estuvieron presentes ochenta y cuatro miembros y dieciocho comisionados seculares. De esos ochenta y cuatro miembros, la mayor parte fueron holandeses, pero hubo veintisiete miembros procedentes de Inglaterra, Suiza, el Palatinado, Hesse y Bremen.

La característica distintiva de los Cánones, comparada con otras dos «Reglas de la Unidad», es que los Cánones tratan exclusivamente de las verdades más profundas reveladas en las Escrituras. Muchas personas estarían inclinadas a suscribir la declaración del rey Jacobo I de Inglaterra, quien consideró las materias sujetas a discusión, como los «puntos más elevados de erudición, no apropiados para la capacidad del vulgo…»

El contenido de los Cánones no es siempre apropiado para «los niños en la fe». Las posiciones manifestadas han sido rechazadas, e incluso consideradas con ironía por muchos cristianos sinceros. El que emprenda el estudio de estos puntos más elevados, tiene que hacerlo humildemente, no sea que su falta de capacidad espiritual unida a su orgullo, le haga rechazar lo que meramente no puede examinar a fondo.

Los puntos más elevados de los Cánones son esenciales para todos los predicadores de la Fe Reformada, ya que su predicación sobre muchos temas bíblicos girará alrededor de esos puntos expresados en los Cánones. Los ancianos también tienen que alcanzar una comprensión de estas cosas más elevadas pues, ¿de qué otro modo podrás ejercer su alta responsabilidad de supervisión de la predicación de la Palabra? Más aún, los maestros de catecismo y de escuela dominical deben con toda certeza estar al corriente del contenido de los Cánones, si es que tienen que cumplir de forma aceptable su alta tarea de educar a los jóvenes herederos del Pacto de la Gracia.

Esto no implica que los Cánones como tales, tengan que convertirse en un tema de discusión entre los alumnos, tal cosa sería pedir algo muy difícil tanto en término de sus capacidades mentales como espirituales. No obstante, ningún maestro podrá enseñar adecuadamente a nuestra juventud en lo que respecta a la interpretación reformada de la Escritura, a menos que él mismo comprenda esas verdades más elevadas.

Finalmente, todos aquellos que han crecido a la Escritura de Cristo y cuya santificación ha progresado hasta el punto de que están preparados para digerir el «fuerte alimento» de la Palabra, y todos aquellos cuya inteligencia santificada alcanza una comprensión de las cosas más profundas, se volverán  hacia este importantísimo documento y hacia las verdades escriturales que presenta.

Dentro de la superficialidad teológica del siglo xx, es ciertamente trágico que muchos se consideran a sí mismo como reformados auténticos en su pensamiento religioso, tengan con frecuencia solamente el concepto más vago de estos puntos cruciales sobre los cuales gira la teología reformada.

Ser reformado no es estar afiliado a una cierta iglesia; ni tampoco hallarse identificado con ciertas costumbres sociales o raciales. Ser reformado, es mantener dentro del propio corazón una profunda convicción en lo que concierne a las verdades más básicas manifestadas en la Palabra de Dios. En ninguna parte se encuentran expuestas más sucintamente, ni con mayor magnificencia que en los Cánones del Sínodo de Dort.

  • – – Extracto del libro: «La fe más profunda», por  Gordon Girod

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