En ARTÍCULOS

Quizá dirás: “No me hacen falta más argumentos para probar que mi adversario es un perturbador; pero dime ahora cómo fortalecerme contra sus ataques”.

  1. Satanás como seductor

Si quieres protegerte contra el perturbador, ten cuidado con sus seducciones. ¡Puedes estar seguro de que él se fija en ti! El mango del hacha con el que corta la raíz del consuelo cristiano suele estar hecho de la propia madera del creyente. Satanás es una mera criatura y no puede obrar sin herramientas. Puede hacer mucho con poca cosa, pero no puede hacer algo de la nada. Vemos esto en su asalto contra Cristo, cuando se molestó inútilmente yendo y no encontrando nada en él (Jn. 14:30).

Pero cuando viene a nosotros encuentra los fósiles de la antigua naturaleza, que le dicen mucho acerca de la disposición de nuestro corazón. Estos son los artilugios que el corazón carnal antes atesoraba: nuestra fuerza, lujuria, soberbia… Nos los ofrece, pensando alejarnos de la nueva gracia en Cristo que hemos hallado. Cuidado con sus hechizos. No bebas de su copa, porque está envenenada; ni la mires, porque brilla tentadoramente. Lo que bebes con dulzura, lo vomitarás con hiel y amargura.

Sobre cualquier otro pecado, guárdate de los relacionados con la soberbia y la arrogancia. No estás por encima de ellos. Si te ves envuelto en las redes del pecado de presunción, clama pronto a Dios pidiendo su ayuda. Si vacilas, solo le darás tiempo a Satanás para enredarte más. Pero si clamas a Dios con verdadero arrepentimiento, vendrá enseguida a rescatarte. Cuanto antes te rindas al Espíritu, menos se dañará tu alma.

  • 2. Aférrate a la promesa divina de la justificación

Otra manera de fortalecerte contra Satanás es estudiar la gran verdad del evangelio de la justificación del alma ante Dios. Estudia esta verdad en cada aspecto: la misericordia gratuita de la gracia divina; la expiación por el sacrificio de Cristo; la eficacia de la fe para apropiarse estas bendiciones (cf. Ro. 3:24,25). Es una puerta eficaz que, una vez abierta para que el alma entre a esta verdad, le quitará el negocio al diablo.

Cuando Satanás viene a robar tu paz, si no comprendes el pleno significado de tu justificación en Cristo, pronto te verás vencido. Un cristiano sin la seguridad de su salvación está tan desamparado como un conejo que corre a la maleza para escapar del zorro, pero al que fácilmente se sigue por el rastro y las huellas que deja. En Cristo tienes un refugio al que no puede llegar el enemigo: “los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes” (Cnt. 2:14). Mientras el diablo puede perseguir activamente tu alma, el aroma de la sangre de Cristo que te justifica le es repugnante y le parará los pies. Corre derecho hacia esa torre del pacto evangélico, y lanza esta verdad a la cabeza de Satanás, como la mujer que tiró aquella piedra a la cabeza de Abimelec: “Mas al que […] cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Ro. 4:5).

  • 3. Evita caer en la trampa

Cristiano, asegúrate de permanecer en la llanura. Esto es, no dejes que Satanás te atraiga a las trampas doctrinales en donde no podrás ni luchar ni huir. Una de sus tácticas es llevarte a un laberinto de preguntas impertinentes para retardar tu progreso hacia el Cielo. A veces pregunta al alma si acepta el libre albedrío o la predestinación. Y responda esta como responda, la confunde con su respuesta astuta. En otra ocasión, exigirá saber la hora y el día exactos de tu salvación, y si no puedes responder, pondrá en tela de juicio tu derecho a reclamar un parentesco con Cristo.

Cuando Satanás te acosa con preguntas triviales, no intentes razonar con él. Respóndele desde tu posición presente en Cristo y su obra segura de gracia en tu alma. No olvides que la sencilla verdad del evangelio reduce todas las artimañas de Satanás a un montón de mentiras sin valor.

Supongamos que evitas la trampa de las preguntas necias; ¿qué harás cuando el diablo lleve tu fe por la senda de los textos bíblicos problemáticos? Me refiero a aquellos pasajes que pasan por el entendimiento como un arroyo de montaña pasa delante de la vista, dejando caer al mareado y desorientado cristiano, desesperado por su situación. ¡El vino del evangelio es muy fuerte! Demasiado estudio de los pasajes difíciles puede confundir tu alma y debilitar tu fe. De nuevo, permanece en la llanura. Combate el ataque de Satanás con los textos sencillos: los más aptos para alimentar tu fe y alentar tu alma. Cuando encuentres versículos claros que hablan a tu situación, utilízalos para vadear el río de la tentación, y no te aventures más allá de tu profundidad.

Satanás intentará alejarte del camino seguro hacia el Cielo de otra manera: por la presencia de circunstancias que no puedes comprender. Con ellas argumenta contra el amor de Dios para cautivar tu alma. Primero —con el permiso divino— despojó a Job de sus bienes terrenales y, luego, echó mano de su estado espiritual. Aprovechó toda circunstancia y persona a su disposición. La esposa de Job culpó a Dios; sus amigos lo condenaron a él. Satanás los convenció a todos —menos a Job— de que la aflicción y el estado de gracia no son compatibles.

Este es un aviso a tiempo cuando tu alma va a la deriva en una densa niebla de tribulación. No acuses neciamente a Dios por las tretas del enemigo, ni te acuses a ti mismo de pertenecer al enemigo. Dios puede navegar derecho en la peor tormenta. Es capaz de emplear instrumentos malignos con justicia, y actuar con gracia en forma de dura providencia. No reacciones mal ante los cambios en tu estado temporal: Cristo nos dijo que esperásemos mar gruesa antes de llegar al Cielo.

Tu perspectiva ha de ser muy distinta de la de aquellos no regenerados. Como niños ingenuos, estos piensan que todo el que les da golosinas los ama. No se dan cuenta de que la prosperidad puede ser una maldición para sumirlos en un sueño más profundo de falsa seguridad. Recuerda como Jael le sirvió a Sisara (Jue. 5:25,26). Le dio leche cuando pidió agua, para poder con más seguridad clavarle al suelo; ya que se dice que la leche tiene efectos somníferos. Pero el creyente afligido posee la clave para descifrar la providencia divina. El Espíritu te enseñará, con la Palabra, a leer la taquigrafía de sus dispensaciones: él disciplina a cada hijo que ama. Detrás de los dolores de parto de toda aflicción hay una bendición por nacer.

4. Mantén la seguridad de tu salvación

Otra manera de fortalecerte contra Satanás es conservar la esperanza de la salvación, prometida por el sacrificio expiatorio de Cristo. Anota las visitaciones especiales de Dios a tu alma en la memoria de tu corazón. Pega allí los recordatorios de las ocasiones en que él decretó fiesta, y vino a ti vestido de festiva misericordia, extendiendo el cetro de su gracia con mayor familiaridad que de costumbre. Guarda los antiguos recibos escritos de su puño y letra por el perdón de tus pecados.

Pero el alma dudosa puede preguntar: “¿Y si no puedo asirme de esa seguridad ni cotejar esas pruebas que antes consideraba ciertas?”. Entonces intenta seguir estas recetas como tónico para la fe enferma.

Primero, renueva el arrepentimiento, como si no lo hubieras hecho antes. Adelanta nuevos actos de fe, como si nunca hubieras creído, y le ganarás a Satanás en su propio juego. Que te diga que tus actos anteriores eran hipocresía, o que son caducos y sin valor. ¿Qué puede decir contra la afirmación presente de tu fe? De esta manera, las mismas acusaciones que utiliza para alejarte de Dios, te acercan a él.

Si te persigue con temores por tu estado espiritual, solicita ante el trono de la gracia una nueva copia de las antiguas pruebas que has perdido. El original consta en el archivo de perdones celestial, siendo Cristo el Regidor del mismo. Y si eres un santo, tu nombre figura en ese registro. Apela a Dios, y oirás la noticia del Cielo, en lugar de escuchar los chismes de tu enemigo traídos del Infierno. Si discutes menos con Satanás y oras más a Dios sobre tus temores, pronto se resolverán. ¿Puedes esperar la verdad de un mentiroso, o el consuelo de un enemigo? Dale la espalda y acude a Dios. Intenta no preocuparte. Tarde o temprano recibirás el certificado de seguridad.

Si tu alma está tan mareada que parece imposible oír la reconfortante respuesta divina por encima de los aullidos de Satanás, pon rumbo al puerto de Dios y aléjate del enemigo. Emprende una retirada honrosa hacia aquellas convicciones y fuerzas que Cristo provee para sus soldados en peligro. Hay dos enclaves ventajosos adonde pueden retirarse las almas que huyen: el Nombre de Dios y las promesas absolutas del evangelio. Piensa en ellos como los refugios hermosos, principalmente útiles cuando la tormenta es tal que el barco no consigue flotar en alta mar. De la misma manera que no había nada inherente a la criatura que pudiera conmover al gran Dios para hacer tales promesas, no puede haber nada en ella que evite que el Omnipotente las cumpla dónde y cuando Él quiera. Este acto de fe de retirarte a las promesas, acompañado del anhelo de la gracia buscada, aunque no resuelva todas tus dudas, sin embargo evitará que te hundas.

Finalmente, si Satanás sigue acosándote, clama pidiendo ayuda y no escuches los consejos diabólicos en sentido contrario. La misma fuerza de algunas tentaciones estriba en el intento de ocultarlas. Comenta tu lucha con algún amigo cristiano de confianza y esto te aliviará. Bien lo sabe Satanás; de manera que, para robar más fácilmente al alma su paz y su consuelo, la silencia con el miedo. “Vaya, si tus amigos supieran esto, se apartarían de ti. ¡Mejor que no se enteren nunca!”. Él ha mantenido a muchas pobres almas en la miseria obligándolas al silencio. Te pierdes dos bendiciones al guardar los secretos del diablo: los consejos de tus hermanos y sus oraciones. ¡Es una pérdida muy grave!

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Extracto del libro:  “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall

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