En ARTÍCULOS

Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; Heb 11:39
La claridad requiere distinguir dos operaciones del Espíritu Santo en la obra de re-creación antes de la llegada del Señor, a saber,

1. la preparación de la redención para toda la Iglesia, y
2. la regeneración y la santificación de los santos que entonces vivían.

Si no hubieran habido elegidos antes de Cristo, de manera que Él no tuviera Iglesia sino hasta Pentecostés… entonces sería evidente por sí mismo que, antes del Adviento, el Espíritu Santo pudo haber tenido sólo una obra de re-creación, a saber, la preparación de la salvación que vendría en el futuro. Pero como Dios tenía una iglesia desde el principio del mundo, y casi todos los portadores de la revelación eran partícipes de Su salvación, la obra re-creativa del Espíritu se muestra en dos partes:

– primero, en la preparación y redención de toda la Iglesia; y,

– segundo, en la santificación y consuelo de los santos del Antiguo Testamento.

Sin embargo, estas dos operaciones no son independientes, como dos cursos de agua separados, sino como gotas de lluvia cayendo sobre el mismo río de revelación. Ni siquiera son como dos ríos de distintos colores que se juntan en el mismo lecho de un río; porque la primera no contenía nada para la Iglesia del futuro que no tuviera también significado para los santos del Antiguo Pacto; ni la segunda recibió revelación o mandamiento alguno que no tuviera significado también para la Iglesia del Nuevo Pacto. El Espíritu Santo entretejió y entrelazó de tal manera esta obra bipartita que lo que fue la preparación de la redención para nosotros, fue al mismo tiempo revelación y ejercicio de fe para los santos del Antiguo Testamento; mientras que, por el otro lado, Él usó sus vidas, conflictos, sufrimientos y esperanzas personales como el lienzo sobre el cual bordó la revelación y redención para nosotros.

Esto no significa que la revelación de antaño no contuviera un gran porcentaje que tenía un sentido y propósito diferente para ellos del que tiene para nosotros. Antes de Cristo, el servicio completo de tipos y sombras tenía un significado que perdió inmediatamente después de la llegada de Cristo. Continuarlo con ese significado después sería equivalente a una negación y repudio a Su venida. La sombra de uno va por delante; cuando sale a la luz la sombra desaparece. Por lo tanto, el Espíritu Santo desarrolló una obra especial para los santos de Dios al darles un servicio temporal de tipos y sombras.

Que este servicio haya eclipsado toda su vida hace que su impresión sea tanto más fuerte. Esta sombra estuvo sobre toda la historia de Israel; estuvo esbozado en todos sus hombres desde Abraham hasta Juan el Bautista; cayó sobre los sistemas judiciales y políticos, y más pesadamente sobre la vida social y doméstica; y en las imágenes más puras se extendió sobre el servicio de culto. De ahí los pasajes del Antiguo Testamento que se refieren a este servicio no tienen el significado para nosotros que tuvieron para ellos. Cada característica de él tenía fuerza vinculante para ellos.

Este servicio en la historia del Antiguo Pacto nos da testimonio de las maravillosas obras de Dios, mediante las cuales en Su infinita misericordia nos ha salvado del poder de la muerte y del infierno. En las personalidades del Antiguo Pacto revela el maravilloso trabajo de Dios al implantar y preservar la fe a pesar de la depravación humana y la oposición satánica. El servicio de ceremonias en el santuario nos muestra la imagen de Cristo y de Su gloriosa redención en los más mínimos detalles. Y finalmente, el servicio de sombras en la vida política, social y doméstica de Israel nos revela esos principios divinos, eternos e inmutables que, liberados de sus formas transitorias y temporales, deberían gobernar la vida política y social de todas las naciones cristianas en todos los tiempos.

Y sin embargo, esto no agota el significado que siempre tuvo este servicio, y que aún tiene, para la Iglesia Cristiana. No sólo nos revela los caminos de la casa espiritual de Dios; porque, de hecho, operó en nuestra salvación:

Primero, preparó y preservó en medio de la idolatría pagana a gente que, siendo portadores de los oráculos divinos, preparara la venida de Cristo en un lugar concreto. No podría haber llegado a Atenas o a Roma ni a China o India. Nadie allí lo habría entendido, ni hubiera suministrado instrumento o material para construir la Iglesia del Nuevo Pacto. La salvación que fue lanzada como un fruto maduro en la falda de la Iglesia Cristiana había crecido en un árbol profundamente enraizado en este servicio de sombras. De ahí que la historia de ese período es parte de la nuestra, como la vida de nuestra niñez y nuestra juventud permanece nuestra, a pesar de que como hombres hemos dejado de lado las niñerías.

Segundo, el conocimiento de este servicio e historia, siendo partes de la Palabra de Dios, fueron fundamentales en el traslado de los hijos de Dios desde la oscuridad de la naturaleza a Su luz maravillosa.  Sin embargo, como el Espíritu Santo desarrolló obras especiales para los santos de esos días que tienen un significado diferente pero no menos importante para nosotros, también realizó obras en esos días que estaban dirigidas más directamente a la Iglesia del Nuevo Testamento, las cuales también tenían un significado diferente pero no menos importante para los santos del Antiguo Pacto. Esto fue obra de la Profecía.

Como declara Cristo, el propósito de la profecía es predecir cosas futuras de manera que, una vez ocurridos los eventos predichos, la Iglesia pueda creer y confesar que fue obra del Señor. El Antiguo Testamento a menudo plantea esto, y el Señor Jesús lo declaró a Sus discípulos, diciendo: “Ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis” (Juan 14: 29). Y nuevamente: “Desde ahora os lo digo, antes de que suceda, para que cuando suceda, creáis que Yo Soy” (Juan 13: 19). Y aun más claramente: “Pero estas cosas os he dicho, que cuando llegue el momento, podáis recordar que Yo les hablé de ellas.” Estas afirmaciones, comparadas con las palabras de Isa. 41:23,42:9, y 43:19, no dejan dudas respecto al objetivo de la profecía.  No significa que esto agote el tema de la profecía, o que no tiene otros objetivos; pero su fin principal y final se alcanza sólo cuando, sobre la base de su realización, la Iglesia le cree a su Dios y Salvador y lo magnifica en Sus poderosos hechos.

Pero mientras que su centro de gravedad es la realización, en la iglesia del Nuevo Testamento, estaba igualmente dirigida a los santos contemporáneos. Porque, aparte de las actividades proféticas que se referían exclusivamente al pueblo de Israel que vivía en ese tiempo, y las profecías cumplidas en la vida nacional de Israel, las profecías que valientemente esbozaban a Cristo dieron preciosos frutos para los santos del Antiguo Testamento. Conectado con teofanías, produjo en sus mentes una forma tan fija y tangible del Mesías que la hermandad con Él, que por sí sola es esencial para la salvación, fue hecha posible para ellos por anticipación, tal como a nosotros por memoria. No sólo se hizo posible esta hermandad al final de la Dispensación, en Isaías y Zacarías; Cristo atestigua que Abraham deseaba ver Su día, lo vio, y se gozó.

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Extracto del libro: “La Obra del Espíritu Santo”, de Abraham Kuyper

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