En BOLETÍN SEMANAL

“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos” (Ef. 6:4) Los padres pueden provocar a ira a sus hijos ….

  1. Con palabras: Dándoles órdenes injustas e irrazonables, regañándoles a menudo, en público y con dureza; con expresiones inoportunas y apasionadas, y con un lenguaje humillante y abusivo; como el de Saúl a Jonatán (1 S. 20:30).

2. Con hechos: Mostrando cariño más por uno que por otro, como en el caso de Jacob por José, lo cual indignó tanto a sus hermanos que los llevó a odiarlo al punto de no poder hablar pacíficamente con él (Gn. 37:4); negándoles comida en suficiente cantidad (Mt. 7:910; 1 Ti. 5:8); no permitiéndoles jugar, siendo que los juegos infantiles son algo que deben tener (Zac. 8:5) y cuando llegan a la edad de casarse, desposarlos con alguien que no quieren, impidiéndoles sin ninguna razón el cortejo con alguien que prefieren; despilfarrando en una mala vida el dinero que debiera ser para mantener en el presente a sus hijos y ahorrar para el futuro de ellos y, especialmente, cualquier conducta cruel e inhumana como la de Saúl hacia Jonatán cuando atentó contra su vida (1 S. 20:33-34). Tales provocaciones han de ser evitadas a toda costa, ya que le quitan toda eficacia a las órdenes, los consejos y las correcciones, y les hace perder el afecto de sus hijos. La razón que da el Apóstol para evitar todo esto es “para que no se desalienten” (Col. 3:21). Pueden sufrir tanto dolor que pierden totalmente el ánimo, se sienten acobardados, desanimados y abatidos. Cuando pierden la esperanza de complacer a sus padres y de compartir su amor, pierden toda motivación para cumplir sus deberes y superarse. Los padres de familia indudable mente tienen el derecho de reprender a sus hijos cuando actúan mal: Fue culpa de Elí que sus hijos fueran como eran porque era demasiado indul gente con ellos y sus reprensiones demasiado débiles cuando debió haberles impedido cometer sus vilezas. Debió haber mostrado su desagrado con firmeza, exigido que se cumplieran sus órdenes y debió amenazarlos, castigándolos si seguían con su obstinación y desobediencia (1 S. 2:23-24; 3:13). Y pueden los papás usar la vara de corrección, lo cual deben hacer temprano, mientras hay esperanza, pero siempre con moderación y amor, y deben tomarse el trabajo de darles pruebas de que los aman y que es por el amor a ellos y para su bien, que los castigan. Se menciona a los “padres” en particular porque tienen la tendencia a ser más severos, mientras que las mamás son más indulgentes.

Tomado de A Body of Divinity (Un cuerpo de divinidad), The Baptist Standard Bearer, www.standardbearer.org.

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John Gill (1697-1771): Teólogo bautista, nacido en Kettering, Inglaterra.

La formación de la mujer del costado del hombre muestra lo grande que debe ser su afecto por ella, no por sí mismo. No fue hecha de su cabeza para ser su soberano, ni de sus pies para ser su esclava, sino de una costilla en su costado para demostrar lo cerca de su corazón que debe estar. Tanto urge Dios amar con fervor a la esposa que desdeña el amor del esposo por ella cuando es poco y no lo considera mejor que odio.  —George Swinnock

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