En ARTÍCULOS

Martin Lutero, quien redescubrió las verdades sobre la justificación y comenzó la Reforma en el Siglo XVI, escribió: «Cuando cae el artículo sobre la justificación, todo lo demás también cae». Sobre esto, declaró: «Este es artículo fundamental, del que han surgido todas las demás doctrinas». Y argumentó: «Este artículo engendra, alimenta, construye, mantiene y defiende a la iglesia de Dios; y sin él la iglesia de Dios no puede existir ni por una hora». Y añadió que constituye «el dueño y el príncipe, el señor, el gobernador, y el juez sobre todas las demás doctrinas».

Juan Calvino, quien sucedió a Lutero en los inicios de la Reforma, afirmó lo mismo. Llamó a la justificación «la bisagra principal donde gira la religión».

Thomas Watson señaló: «La justificación es la bisagra y el pilar del cristianismo. Cometer un error en el tema de la justificación es muy peligroso, es similar a un defecto en un cimiento. La justificación por Cristo es una fuente de agua de vida. Verter el veneno de una doctrina corrupta en esta fuente es algo maldito».

Estas afirmaciones no son una hipérbole. Son simples verdades porque la justificación por la fe es la respuesta de Dios a las preguntas religiosas más básicas: ¿Cómo puede una persona estar bien con Dios? Según la doctrina del pecado no estamos bien con Él. Estamos en rebelión contra Dios. Estamos en contra de Dios, por lo que no podemos mantener una buena relación con Dios. Además, todos somos transgresores, como Pablo lo dice con meridiana claridad: «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Ro. 3:23). La doctrina de la justificación por la fe afirma que podemos estar bien con Dios únicamente por la obra de Cristo recibida por la fe.

Pablo lo dice en estas palabras: «Para todos los que creen en él… siendo justificados gratuitamente por su gracia [por la gracia de Dios]» (Rom. 3:22-24); «El hombre es justificado por fe sin las obras de la ley» (Rom. 3:28); «Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia» (Ro. 4:5). La justificación es obra de Dios. Como lo dice Pablo, «Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará?» (Rom. 8:33-34).

El veredicto sobre lo que Dios ha hecho:
Hay dos puntos en los que debemos hacer hincapié. El primero, Dios es el que justifica y no nosotros a nosotros mismos, como surge claramente de la cita de Romanos. John Murray escribe: «La justificación no es nuestra apología, ni es el resultado que un proceso de excusas tiene en nosotros. No es ni siquiera nuestra confesión ni los sentimientos tan positivos inducidos por la confesión. La justificación no es ningún ejercicio religioso en el que nos ocupamos, no importa lo noble y lo bueno que ese ejercicio religioso pueda ser. Si hemos de entender la justificación y apropiarnos de su gracia, debemos girar nuestro pensamiento a la acción de Dios al justificar a los impíos».

La propiciación, la redención y la justificación son tres palabras claves para entender la muerte de Cristo y pueden ser utilizadas para relacionar a Cristo, el Padre y los cristianos, formando así un triángulo. Nosotros somos los receptores de dos acciones: la redención y la justificación. Nada aportamos para nuestra salvación. Cristo tiene la iniciativa de esas dos acciones: la propiciación y la redención, porque Él es quien alcanza la salvación para nosotros. Dios el Padre es el receptor de una acción: la propiciación que lleva a cabo Jesús y que aplaca la ira de Dios. En base a esto, el Padre inicia la última acción: la justificación, cuando en su gracia estira su mano para alcanzar a los impíos y los hace estar en paz con Él.

El segundo punto que hay que enfatizar es que la justificación es una declaración legal, pero no es una referencia a unas personas que se convierten realmente en más santas.

Es cierto que cada vez serán mejores si permiten que Dios actúe en sus vidas. Pero la justificación no se refiere en sí a esta transformación. Cuando un juez justifica a alguien, no convierte a esa persona en recta ni la libera de culpa. No hay ningún cambio hecho en la persona. Lo que sucede es que el juez, según su buen juicio, la declara no culpable de la acusación que ha sido formulada en su contra y por lo tanto la deja en una posición libre frente a la ley que el juez tiene la función de administrar. El juez no está emitiendo ninguna opinión sobre la personalidad o el carácter del acusado. (Simplemente lo declara justo)


Extracto del libro “Fundamentos de la fe cristiana” de James Montgomery Boice

Al continuar utilizando nuestro sitio web, usted acepta el uso de cookies. Más información

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra POLÍTICA DE COOKIES, pinche el enlace para mayor información. Además puede consultar nuestro AVISO LEGAL y nuestra página de POLÍTICA DE PRIVACIDAD.

Cerrar