¿Cómo debemos entender la propiciación en la afirmación de Pablo sobre la naturaleza de la obra de expiación de Cristo? ¿Significa acallar la ira de Dios contra el pecado o significa cubrir la culpa?


Hay sólo cuatro pasajes en el Nuevo Testamento que usan la palabra propiciación, si bien la idea de sacrificio (con la que está relacionada) es prominente. El pasaje crítico es el de Romanos 3:23-26: «por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús». ¿Cómo debemos entender la propiciación en la afirmación de Pablo sobre la naturaleza de la obra de expiación de Cristo? ¿Significa acallar la ira de Dios contra el pecado o significa cubrir la culpa, que es el significado que la versión RSV usa la palabra ‘expiación’ en lugar de propiciación?

Si no tuviéramos más que este pasaje para contestar, estas preguntas posiblemente quedarían sin respuesta. Pero tenemos todo el contexto de la primera sección de la carta de Pablo. Es un texto muy razonado y que tiene una relevancia directa sobre la naturaleza de la obra de Cristo como se nos presenta en este pasaje. El principio de este contexto lo encontramos en el primer capítulo, en el versículo 18, donde Pablo introduce su argumento formal afirmando: «Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad». El pasaje continúa mostrando cómo se les ha dado a los hombres y a las mujeres un conocimiento de Dios en la creación, pero voluntariamente no han considerado este conocimiento para poder rechazar a Dios y crearse una forma falsa y rebajada de un dios en lugar del Dios verdadero. En esto consiste la «infidelidad» y la «maldad». Es por esto que la ira de Dios se dirige contra ellos. En el resto del capítulo Pablo nos muestra cómo esto tiene lugar. Dios ha decretado que si lo rechazan, deben cargar con los resultados de su propio pensamiento y manera de vivir depravadas. En consecuencia, son entregados a la mentira (porque sus mentes han sido oscurecidas) y a la inmundicia, cuyo resultado es la envidia, los homicidios, las contiendas, los engaños, las malignidades, las murmuraciones, las detracciones, los odios y todos los demás vicios.

En el segundo capítulo, Pablo pasa de una discusión sobre la forma en que la ira de Dios se desarrolla en la historia a una discusión sobre su alcance. Él sabe que las mujeres y los hombres son siempre prontos a culpar a los demás mientras que ellos siempre tienen una excusa. Por lo que pregunta: «¿Hay alguien que se pueda excusar?» La respuesta es «No». Entonces, después de haber mostrado cómo la ira de Dios afecta al mundo pagano (en el capítulo 1), ahora muestra que el pueblo conocido como moral y religioso también se ve afectado. Las personas morales están afectadas porque, no importa lo que ellos se imaginen sobre sus logros morales en particular, nunca estarán, a la altura de los estándares de Dios. Además, hasta se jactan de sus supuestos logros y no se arrepienten. No pueden darse cuenta de que la gracia y la paciencia de Dios hacia ellos pretende conducirlos al arrepentimiento (2:4). Las personas religiosas también son afectadas, porque son incapaces de ver que sus prácticas religiosas tan valoradas son limpias tan sólo exteriormente, dejando intacta la corrupción grave que existe dentro (2:28-29).

La conclusión a la que llega Pablo en el capítulo 3 es que todos estamos bajo la ira de Dios, porque todos hemos pecado. Sin embargo, en este momento es cuando la justicia y la gracia de Dios se revelan, porque en la Persona de su Hijo, el Señor Jesucristo, Dios el Padre ha provisto un camino por el cual los que creen en Él pueden ser salvos. Aunque hemos pecado, somos de todos modos «justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre’ (Ro. 3:24-25). Esto significa que la ira de Dios que estaba dirigida hacia nosotros por causa de nuestro pecado ahora ha sido aplacada o evitada por la acción de Dios mediante la muerte de Cristo. «La «sangre’ —es decir, la muerte del sacrificio— de Jesucristo abolió la ira de Dios contra nosotros, y nos aseguró un trato propicio y favorable. De ahora en adelante, en lugar de mostrarse airado con nosotros, se nos mostrará en nuestra vida y nuestra experiencia a nuestro favor.

¿Qué es lo que expresa entonces la frase «como propiciación… en su sangre’? Expresa, en el contexto del argumento de Pablo, precisamente este pensamiento: que por el sacrificio de su muerte por nuestros pecados, Cristo ha pacificado la ira de Dios». El pasaje nos muestra que la ira de Dios, lejos de ser semejante a los enojos caprichosos y engreídos, característicos de los dioses paganos, y que por lo tanto no necesitan ser tomados en serio en la actualidad, es en realidad la oposición tenaz e insoslayable del santo Dios hacia todo lo que se oponga a su santidad. Esta oposición se dirige hacia nosotros porque nosotros no somos santos. Al mismo tiempo el pasaje nos muestra cómo Dios, por su gran amor, que también constituye una parte fundamental de su naturaleza, ha actuado Él mismo para propiciar su ira y salvar así a la humanidad.

El segundo pasaje del Nuevo Testamento que utiliza la palabra propiciación, se encuentra en Hebreos 2:17. No tiene el mismo énfasis que el texto de Romanos, ya que en Romanos Pablo está hablando explícitamente de la obra de Cristo como  propiciación de la ira de Dios, mientras que en Hebreos el autor está ocupándose más con el cómo de la propiciación, es decir, con el tipo de naturaleza que Cristo necesitaba tener para que la propiciación fuese posible. Lo que pretende mostrar es que Jesús se hizo uno con la humanidad para poder representarla como su fiel Sumo Sacerdote. «Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar [propiciar] los pecados del pueblo». Este texto no menciona explícitamente la ira de Dios. Pero no dice nada que contradiga la idea de una propiciación de la ira de Dios contra el pecado y, en realidad, podemos decir que la sugiere, si bien indirectamente. Por ejemplo, el texto nos habla de Cristo como siendo un sacerdote «misericordioso». La misericordia muestra el favor hacia uno que no se lo merece. Por lo tanto, si aquellos hacia los que Cristo es un misericordioso sacerdote no merecen misericordia, lo que claramente están mereciendo es la ira de Dios, la cual sin embargo ha sido evitada por el sacrificio de Cristo.
El versículo habla de Cristo como siendo un sacerdote «al servicio de Dios» (literalmente, «en lo que respecta a aquellas cosas que le corresponden a Dios»). Es evidente que se trata de una obra dirigida a Dios y no hacia la humanidad.

Por último, el pasaje también se está refiriendo al sistema de sacrificios de la antigüedad. La referencia del autor a un «fiel sumo sacerdote» más adelante es explicada en las categorías de los sacerdocios de Aarón y Melquisedec. Jesús es superior a estos sacerdotes porque Él ofrece el sacrificio perfecto y, por lo tanto, el último y el más completo. Los dos últimos usos de la palabra propiciación en el Nuevo Testamento están en la primera epístola de Juan. «Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (2:1-2) y «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados» (4:10).

¿Cuál es el punto central de estos versículos? Nuevamente, ninguno habla directamente sobre la ira de Dios, pero en el primer versículo el dilema humano se transmite al menos indirectamente, del mismo modo que en el versículo de Hebreos. En este caso, la necesidad está sugerida por la referencia a Jesús como nuestro «abogado». ¿Por qué necesitamos de un abogado o de alguien que nos ayude si, en realidad, no estamos en ninguna situación de dificultad delante de Dios? La razón es, por supuesto, que sí estamos en medio de grandes dificultades. Somos pecadores, algo que Juan ya ha estado señalando en los versículos anteriores (1:5-10), y por lo tanto hemos sido condenados y necesitamos un abogado. En este contexto, es comprensible que Juan elija una palabra que habla sobre la obra que un sacerdote realiza cuando revierte la ira de Dios, y presenta esta obra como el suelo firme que podemos pisar para acercarnos a Dios y estar seguros de su favor. Otra indicación de que esto es lo que Juan está pensando la encontramos cuando afirma que la muerte de Jesús fue por nuestros pecados «y no solamente por los nuestros sino por los de todo el mundo». Es posible que Juan estuviera pensando sobre el hecho que en el judaísmo el sacrificio propiciatorio, ofrecido por el sumo sacerdote el día de la expiación, era únicamente para los judíos; ahora, a partir de la muerte de Jesús, el sacrificio sirve tanto para los judíos como para los gentiles.

La mención final (1 Jn. 4:10) no aclara mucho el significado de la propiciación, pero lo que sí hace es vincularla a la idea del amor de Dios, a partir de cual surge el acto de propiciación, proveyéndonos así de «una de esas paradojas tan resonantes, que tanto significan para nuestro entendimiento del concepto cristiano de sacrificio». La muerte de Cristo es una propiciación genuina de la ira de Dios. Pero, paradójicamente, es el amor de Dios el que realiza la propiciación. Llegamos, así, al corazón del evangelio. En el acto de la propiciación tenemos las buenas nuevas de que es nuestro Creador, y que de quien nos hemos apartado (por nuestro pecados), es también nuestro Redentor. Packer resume esto en los siguientes términos: En la Biblia, la descripción básica sobre la muerte salvadora de Cristo es la propiciación, o sea, que ha aplacado la ira de Dios contra nosotros apartando nuestros pecados de su vista. La ira de Dios es su justicia que reacciona contra nuestra injusticia; y que se manifiesta por una justicia retributiva. Pero Jesucristo nos ha protegido con un escudo de la pesadilla de su justicia retributiva convirtiéndose en nuestro sustituto representativo, en obediencia a la voluntad de su Padre, y recibiendo sobre sí mismo la paga del pecado. De este modo se ha hecho justicia, porque los pecados de todos los que vayan a ser perdonados han sido juzgados y el castigo ha recaído sobre la persona de Dios el Hijo, y es sobre esta base que el perdón ahora puede ser ofrecido a nosotros los ofensores. En el Calvario, el amor redentor y la justicia retributiva han unido sus manos, para expresarlo de alguna manera, porque allí Dios mostró que Él es «justo, y quien justifica a los que son de la fe de Jesús».

Extracto del libro «Fundamentos de la fe cristiana» de James Montgomery Boice

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