En BOLETÍN SEMANAL

Conozco muy bien el refrán: las imágenes son los libros de los ignorantes. Así lo dijo san Gregorio; pero otra cosa muy diferente dijo el Espíritu Santo. Y si San Gregorio, en lo que toca a esta materia, hubiera sido enseñado del todo en esa escuela del Espíritu, nunca hubiera dicho tales palabras. Porque cuando Jeremías dice que ‘el leño es doctrina de vanidad’ (Jer. 10:3), y Habacuc declara que ‘la imagen fundida es doctor de la mentira’ (Hab. 2:18), nosotros debemos deducir la doctrina general de que es vanidad y mentira todo cuanto los hombres aprendan de las imágenes referente a Dios. Si alguno objetare que los profetas reprenden a los que hacían mal uso de las imágenes para sus impías supersticiones, estoy de acuerdo con ellos; pero añado también lo que nadie ignora: que con esto los profetas condenan lo que los papistas tienen por máxima infalible: que las imágenes sirven de libros. Porque ellos oponen todos los ídolos al verdadero Dios como cosas contrarias y que jamás se pueden conciliar.

Digo, pues, que de los testimonios que acabo de alegar queda bien claro este punto: que como quiera que no hay más que un solo Dios verdadero, al cual los judíos adoraban, todas las figuras inventadas para representar a Dios son falsas y perversas, y cuantos piensan que conocen a Dios de esta manera están grandemente engañados.

En conclusión, si ello no fuese así – que todo conocimiento de Dios adquirido por las imágenes fuese falso y engañoso -, los profetas no lo condenarían de modo tan general y sin excepción alguna. Yo al menos he sacado esto en conclusión: que cuando decimos que es vanidad y mentira querer representar a Dios en imágenes visibles no hacemos más que repetir palabra por palabra lo que los profetas enseñaron.

Testimonios de los Padres:

Además de esto léase lo que sobre esta materia escribieron Lactancio y Eusebio, los cuales no dudan en afirmar como cosa ciertísima que todos cuantos fueron representados en imágenes fueron mortales. San Agustín es de la misma opinión; afirmando que es cosa abominable, no solamente adorar las imágenes, sino también hacerlas para que representen a Dios. Y con esto no dice nada nuevo, sino lo mismo que quedó determinado muchos años antes en el Concilio de Elvira (en España, junto a Granada, el año 335), cuyo canon 36 dice así: «Determinose que en los templos no haya pinturas, a fin de que lo que se reverencia o adora no se pinte en las paredes».

Es también digno de perpetua memoria lo que san Agustin cita en otro lugar, de un pagano llamado Varrón, y él mismo aprueba que “los primeros que hicieron imágenes quitaron el temor de Dios del mundo y aumentaron el error”. Si solamente Varrón dijera esto pudiera ser que no se le diese gran crédito. Y, sin embargo, gran vergüenza es para nosotros que un gentil, que sin la luz de la fe andaba como a tientas, haya logrado tanta claridad que llegara a decir que las imágenes visibles con que los hombres han querido representar a Dios no convienen a su Majestad, porque disminuyen en ellos su temor y aumentan el error. Ciertamente la realidad misma se demuestra tan verdadera como prudencia hubo al decirla. El mismo san Agustín, tomando esta sentencia de Varrón, la hace suya. En primer lugar, prueba que los primeros errores que cometieron los hombres no comenzaron con las imágenes, sino que aumentaron con ellas. Después declara que el temor de Dios sufre menoscabo, y aun del todo desaparece, por los ídolos, ya que fácilmente puede ser menospreciada su deidad con una cosa tan vil como son las imágenes. Y agradase a Dios que no hubiéramos experimentado tanto cuánta verdad hay en esto último. Por tanto, quien desee enterarse bien, aprenda en otra parte -y no en las imágenes- lo que debe saber de Dios.


Extracto del libro: “Institución de la Religión Cristiana”, de Juan Calvino

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