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Si deseas ser preservado de entrar en la tentación, nunca pienses en hacer una tregua con ella. ¡No es posible!  Resiste la tentación diciendo, «Cristo es él que murió, y murió por pecados como éste.» Esto es lo que significa «tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.» (Ef.6:16) La fe hace esto a través de confiar en Cristo crucificado y recordando su amor en venir voluntariamente para ser crucificado y sufrir grandes agonías por nuestros pecados. Cualquiera que sea tu tentación, puede ser conquistada por la fe en la muerte de Cristo.

¿Qué sucede si fracasas?

Quizá has sido sorprendido por la tentación y te has enredado en ella sin darte cuenta. Si es así, ¿qué puedes hacer para que no seas completamente agobiado y conquistado por la tentación?

Primero, haz como el apóstol Pablo hizo; ruega al Señor una y otra vez para que «lo quite de mí» (2 Cor.12:8). Si persistes en esto, el Señor te librará o hará como hizo con Pablo; es decir, te dará gracia suficiente para no ser vencido por la tentación. No importa cuán persistente sea la tentación, no olvides que Dios la puede quitar. Por lo tanto, ora contra la tentación hasta que se aparte o Dios renueve tus fuerzas para resistirla y vencerla.

Segundo, acude a Cristo; refúgiate en Él por la fe recordando especialmente que Él sabe todo acerca de la tentación. Ruégale para que puedas «alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16). Cuando te sientas tentado y listo para darte por vencido, cuando necesitas ayuda y sientes que debes tenerla o morirás, entonces enfoca tu fe sobre Cristo quien también fue tentado. Considera las tentaciones que El sufrió y recuerda que todas las venció. Y aún más que eso, recuerda que fue para el beneficio de nosotros mismos que Él fue tentado y también que por nosotros venció la tentación.

Mientras ruegas, ten por seguro de que Él se compadecerá de ti y vendrá en tu ayuda. Póstrate ante Él, exponle tu situación diciéndole todo, ruega que te ayude y nada será en vano.

Tercero, mira confiadamente a Aquel que ha prometido liberarte. Piensa acerca de la fidelidad de Dios. Este Dios ha prometido: «Que no os dejara ser tentados más de lo que podéis resistir.’ (1 Cor.10:13) ¡Dios no nos puede fallar! Acuérdate y considera todas las promesas divinas de ayuda y de liberación. Puedes estar seguro de que Dios tiene innumerables maneras (muchas de las cuales ignoramos) para librarte. Las siguientes son sólo algunas de las maneras que puede usar:

  1. Puede mandar una aflicción que mortificará el deseo pecaminoso específico que la tentación está trayendo
  2. Dios puede, por alguna providencia, alterar toda la situación de la cual proviene la tentación. Dios puede quitar la fuente principal de tentación, tal como los bomberos alejarían el combustible del fuego. Entonces el fuego se apagaría por no tener nada de qué alimentarse.
  3. Puede «aplastar a Satanás debajo de vuestros pies» (Rom.16:20) de tal manera que por un tiempo Satanás esté completamente incapacitado. ¡El Dios de paz lo hará!
  4. Te puede dar un suministro suficiente de gracia, de modo que aunque no seas librado completamente de la tentación, seas preservado de caer en ella.
  5. Te puede dar tal consuelo y tal seguridad para sentirte fortalecido en medio de la tentación en vez de agobiado. Fue de esta manera que Pablo pudo decir, «Me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil entonces soy fuerte» (2 Cor.12:10).
  6. Dios puede quitar completamente la tentación y hacerte más que vencedor.

Cuarto y final, no te olvides de investigar cómo es que fuiste sorprendido por la tentación. Descubre la manera en que la tentación se apoderó de ti. Piensa en tu alma como si fuera un barco con una grieta, que si no es tapada se hundirá. Encuentra la grieta y tápela. Descubre cómo la tentación logró meterse en tu alma. ¡Sé sabio! Pregúntate, ¿Cuándo, cómo, y por cuál medio caiste en este problema? Probablemente descubrirás que no fuiste vigilante y actuaste de forma negligente y descuidada. Si así fue, recapacita confesando y lamentando tus descuidos delante del Señor. Confía en que Él te perdonará y restaurará.

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Extracto del libro: “La tentación” de John Owen

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