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Para evitar que pueda ser asaltado por la tentación, el creyente debe aprender a «Velar y Orar».

Velar significa estar en guardia, tener precaución, considerar todas las maneras y todos los medios que pudieran ser usados por el enemigo de nuestras almas para aplastarnos con la tentación. Esto involucra una vigilancia constante y diligente sobre nuestras almas, usando todos los medios que Dios nos ha dado para este propósito. En particular, debemos incluir un estudio por el resto de nuestros días, de las artimañas de nuestro enemigo, y también un estudio de nuestras fuerzas y debilidades, las cuales Satanás puede explotar para enredamos en el pecado.

Además de velar, tenemos que orar. Este es el medio por el cual podemos recibir la ayuda divina para velar como deberíamos y así poder resistir los ataques de Satanás. Toda la obra de fe para guardar nuestra alma de tentación está resumida en estos dos deberes: «Velar y orar».

¿Por qué debemos tomar tan en serio la tentación?
Ya hemos puesto los fundamentos, ahora llegamos al gran propósito de este estudio: Es el gran deber de cada creyente hacer todos los esfuerzos, usando los medios que Cristo ha dado para no caer en la tentación. ¿Por qué es tan importante este deber? Vamos a examinar la respuesta que la Biblia nos da.

Cuatro razones bíblicas del por qué debemos tomar seriamente este deber:

  1. El Señor Jesucristo nos dio una pauta para la oración diaria. En este patrón, una de las peticiones es: «No nos metas en tentación mas líbranos del mar (Mat.6:13). Esta petición puede ser parafraseada como: «Trata con nosotros de tal manera que seamos librados poderosamente de aquella maldad que nos incita a entrar en tentación». Nuestro Salvador bendito sabe cuán peligrosa es la tentación y cuanto necesitamos la ayuda de Dios para guardarnos sin caída. Confiamos en la sabiduría, amor y cuidado de Cristo a favor de su pueblo. Él enfatiza este deber, y nosotros debemos de tomarlo muy en serio. Él conoce el poder de las tentaciones; conoce también nuestra vana confianza y nuestra incredulidad y necedad.
  2. El Señor Jesucristo le prometió una gran recompensa a la Iglesia de Filadelfia (Apo.3: 10). Esa recompensa fue la liberación de la prueba que vendría sobre todo el mundo. ¿Deseas esta bendición? Entonces, toma muy en serio el deber que Cristo ha señalado, como un medio para preservarle en medio de dicha prueba.
  3. Cuando consideramos las consecuencias desastrosas que han sido el resultado en los hombres (tanto malos como buenos) que han entrado en tentación, la sabiduría exige que tomemos este deber muy seriamente. Estas consecuencias desastrosas pueden ser ilustradas por la experiencia de dos clases distintas de personas:
    a. Personas que parecen ser, pero que no son creyentes genuinos. Estas personas son descritas por el Señor Jesucristo en la parábola del sembrador como «los que reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba (tentación) se apartan» (Luc.8: 13). En cada época hay personas como éstas. Ellos parecen tener un buen comienzo en la vida cristiana. pero tarde o temprano caen, porque en el tiempo de la tentación abandonan su profesión de fe en Cristo. Estas personas también son descritas por el Señor Jesús como «un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena». ¿Qué le sucede a este tipo de casa? Proporciona abrigo a estas personas durante un tiempo, pero cuando viene la prueba de los días de tormenta, la casa caerá «y grande será su ruina» (Mat.7:26,27). Vemos el caso de Judas, quien siguió al Señor Jesucristo durante tres años. Nadie, salvo Jesús podía ver la diferencia entre Judas y los demás discípulos. Tan pronto como Judas entró en la tentación, cayó y nunca fue restaurado. Demas se identificó a sí mismo con el apóstol Pablo hasta que el mundo le venció y entonces desamparó a Pablo. (2 Tim.4: 10). Para tal tipo de personas (creyentes falsos) entrar en tentación tiene como consecuencia su apostasía. En muchos casos la apostasía es tan evidente que todos la pueden ver, pero en otros casos solamente será evidente en el día del juicio.
    b. Personas quienes son verdaderos creyentes. La Biblia da muchas ilustraciones de las consecuencias desastrosas de creyentes genuinos que entraron en tentación. Vamos a limitamos a unos pocos ejemplos:
    i. Adán: Fue creado en la imagen de Dios con una naturaleza santa y por lo tanto, no estaba sujeto a los deseos pecaminosos de una naturaleza caída. Pero tan pronto como entró en la tentación fue vencido por ella; quedó perdido y arruinado y toda la raza humana juntamente con él. Si un hombre en condiciones tan favorables como Adán pudo caer tan fácilmente, ¿Qué esperanza hay para el resto de la humanidad? Nosotros tenemos que contender no sólo con el diablo como Adán hizo, sino además con un mundo bajo la maldición divina y con todos los deseos pecaminosos de una naturaleza caída.
    ii. Abraham: El padre de los fieles entró dos veces en la misma tentación. Temores por la seguridad de su esposa, le tentaron a mentir. Dos veces la misma tentación le venció. Dios fue deshonrado y sin duda Abraham experimentó tristeza y remordimiento. (Gen.12: 12-13; 20:2).
    iii. David: El varón de quien Dios dio testimonio diciendo que era «conforme a mí corazón» (Hech.13:22) Entró en la tentación de codiciar la esposa de su prójimo. Cayó en los pecados del adulterio y maquinaciones pecaminosas que involucraron a otras personas en su pecado. Aún hizo un plan que condujo al homicidio de un hombre bueno.
    iv. Muchos otros: Las tentaciones y caídas de muchos otros como Noé, Lot, Ezequías y Pedro son recordadas para nuestra enseñanza. Ellos nos dan una evidencia dolorosa de que tan fácilmente los creyentes pueden caer en graves pecados como resultado de entrar en la tentación. A la luz de cada una de estas ilustraciones nosotros haremos bien en orar de la siguiente manera: «Oh Señor, si tales creyentes tan destacados y fuertes pudieron caer tan miserablemente en el día en que entraron en tentación, entonces, ¿Cómo puedo yo estar firme en tal día? ¡Oh guárdame para que no entre en tal tentación!»
    c. Dios nos ha dado muchas advertencias y muchos ejemplos de otros que han caído en pecado cuando fueron tentados. Ya pesar de esto, hoy en día muchos creyentes van sin ningún temor corriendo hacia el camino de la tentación. Aunque tienen que pasar por encima de los cuerpos de los muertos y heridos que cayeron antes en el mismo camino. Lo hacen sin temblar. ¡Qué extrema necedad!

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Extracto del libro: “La tentación” de John Owen

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