En PREGUNTAS
​​El problema principal con este argumento es una errónea suposición sobre la similitud entre el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento y el pueblo de Dios en la actualidad. Esa suposición asume que la forma en que Dios reunía al pueblo de su pacto, Israel, en el Antiguo Testamento; y la forma en que está reuniendo al pueblo de su pacto, la Iglesia en la actualidad, son tan similares que las diferentes señales del pacto (circuncisión y bautismo) pueden ser administradas de la misma forma para ambos pueblos. Pero esto es una premisa errónea.

Somos bautistas en el sentido de que creemos en las verdades a las que, en algunas ocasiones, se les ha llamado «Distintivos Bautistas”, es decir, bautizamos a las personas que confiesan a Cristo como su Salvador, que tienen discernimiento y madurez para tomar esta decisión y que conscientemente asumen la responsabilidad de servir a Dios en medio de su generación haciendo pública profesión de fe, siendo bautizados por inmersión, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Somos una “Iglesia Reformada” puesto que apoyamos y estamos convencidos de la veracidad de las grandes doctrinas que volvieron a salir a la luz en la Reforma del Siglo XVI respecto a la salvación del hombre. En este sentido no nos molesta que a nuestra iglesia se la identifique como una iglesia “Bautista Reformada”.

​¿Deben ser bautizados los niños?

Por John Piper.

Romanos 4:9-12   ¿Es, pues, esta bendición sólo para los circuncisos, o también para los incircuncisos? Porque decimos: A Abraham, la fe le fue contada por justicia. Entonces, ¿cómo le fue contada? ¿Siendo circunciso o incircunciso? No siendo circunciso, sino siendo incircunciso; y recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe que tenía mientras aún era incircunciso, para que fuera padre de todos los que creen sin ser circuncidados, a fin de que la justicia también a ellos les fuera imputada; y padre de la circuncisión para aquellos que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen en los pasos de la fe que tenía nuestro padre Abraham cuando era incircunciso.

Voy  a hablar acerca de la relación que existe entre la circuncisión del Antiguo Testamento y el Bautismo del Nuevo Testamento. Una de las razones por las que somos llamados bautistas es porque creemos que el Nuevo Testamento nos enseña a bautizar a los creyentes, pero no a los bebés de los creyentes.

Algunas Razones De Por Qué No Bautizamos bebés:

Existen muchas razones para esta convicción. Mencionaré cinco sobre las que pasaré rápidamente, a fin de poder llegar al tema principal de Romanos 4:11, donde algunos de los que creen en el bautismo de niños basan sus argumentos.

1.    En cada mandamiento del Nuevo Testamento y en cada ejemplo, el requisito de la fe precede al bautismo. De modo que los infantes, incapaces de tener fe, no han de ser bautizados.

2.    No existen ejemplos explícitos de bautismos de infantes en toda la Biblia. En los tres casos de “bautismos de familias” mencionados (la familia de Lidia, Hechos 16:15; el bautismo del hogar del carcelero filipense, Hechos 16:30-33; el de la familia de Estéfanas, 1ª Corintios 1:16) no se hace mención alguna de infantes, y en el caso del carcelero filipense, Lucas dice explícitamente, “Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa” (Hechos 16:32), implicando que los que fueron bautizados podían comprender la Palabra.

3.    Pablo (en Colosenses 2:12) define el bautismo explícitamente como un acto hecho mediante la fe: “…sepultados con Él en el bautismo, en el cual también habéis resucitado con Él por la fe”. En el bautismo fuisteis resucitados con Cristo mediante la fe -la fe vuestra, no la de vuestros padres. Si el bautismo no es “mediante la fe” -si no es una expresión externa de la fe interna- entonces no es bautismo.

4.    El apóstol Pedro, en su primera carta, definió el bautismo de esta forma: “… (no quitando la suciedad de la carne, sino como una petición a Dios de una buena conciencia) mediante la resurrección de Jesucristo” (1ª Pedro 3:21). El bautismo es “una petición a Dios de una buena conciencia”. Es un acto y una expresión externa de la confesión y la oración interna en que el ser humano bautizado -y no sus padres- le pide a Dios que lo limpie.

5.    Cuando la iglesia del Nuevo Testamento debatió en Hechos 15 si todavía debía exigírseles a los creyentes la circuncisión para convertirse en cristianos, es sorprendente que ni una vez en todo ese debate alguien dijera algo acerca del bautismo como si reemplazase a la circuncisión. Si el bautismo simplemente reemplaza a la circuncisión como una señal del nuevo pacto; y es, por tanto, válido tanto para niños como para adultos (como lo era la circuncisión),  hubiera sido el momento para abordar el tema y demostrar así que la circuncisión ya no era necesaria. Pero no es ni siquiera mencionado.

Esas son algunas de las razones por las que los bautistas rehusamos abrazar los argumentos teológicos más elaborados acerca del bautismo de infantes. Pero ahora estamos aquí, en Romanos 4:11, y muchos de los que bautizan infantes ven en este versículo una pieza clave para su posición. Permítanme mostrarle lo que ellos ven, y después, por qué no me persuaden.

¿Por Qué Muchos En La Tradición De La Reforma Apoyan El Bautismo De Los Infantes?

Estamos lidiando aquí con una gran tradición reformada que se remonta a Juan Calvino, a Ulrich Zwinglio, y a otros reformadores. Yo no menosprecio esta tradición. Y durante muchos años he tratado de ser justo con estos argumentos, debido fundamentalmente a que la mayoría de mis héroes están en este campo.

La principal razón por la que esta gran tradición de la Reforma apoya el bautismo de los bebés de los creyentes, es que en el Nuevo Testamento parece haber una correspondencia entre la circuncisión y el bautismo. Así como la circuncisión fue dada como señal para los “hijos del pacto” en el Antiguo Testamento, también lo fue el bautismo – la nueva señal del pacto- debía ser dada a los “hijos del nuevo pacto” hoy. Por ejemplo, en Colosenses 2:11-12, parece haber una relación entre la circuncisión y el bautismo: “en Él [Cristo] también fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha a mano, al quitar el cuerpo de la carne mediante la circuncisión de Cristo; habiendo sido sepultados con Él en el bautismo…”. Así que por el bien del argumento, aceptemos que existe alguna correlación entre el bautismo y la circuncisión.

¿Qué vamos a hacer con esta correlación? Durante 400 años un argumento elaborado con justicia ha sido expuesto, el argumento de que el bautismo reemplaza a la circuncisión como señal del pacto, y que el mismo debe ser aplicado en la iglesia en la misma forma en que era aplicada la circuncisión en Israel, es decir a los hijos de los miembros del pacto, israelitas entonces (pueblo físico), cristianos ahora (pueblo espiritual). Así por ejemplo, el Directorio del Parlamento para la Adoración Pública de Dios (desde hace 350 años) dice, “La semilla y la posteridad de los fieles nacidos dentro de la iglesia, tienen desde su nacimiento un interés [una parte] en el pacto, y tienen derecho a ser sellados por el mismo y a los privilegios externos de la iglesia bajo el evangelio; no menos que los hijos de Abraham en la época del Antiguo Testamento”.*

En otras palabras, los hijos de los creyentes cristianos de hoy, por la virtud de su nacimiento pertenecen a la iglesia visible, y deben entonces recibir la señal y el sello del pacto, tal como los infantes israelitas de ocho días de edad recibían la señal y el sello (la circuncisión) en el Antiguo Testamento. Este es el principal argumento.

¿Por Qué Es Romanos 4:11 La “Pieza Clave” Para Muchos Que Bautizan A Infantes? ¿Qué relevancia tiene Romanos 4:11 en este asunto?

Permítanme citar una carta -una buena carta (en espíritu y en contenido) que recibí de un defensor del bautismo de infantes, después de que prediqué mi mensaje sobre el bautismo en la primavera de 1997. Él lamentaba que yo no hubiera tratado con Romanos 4:11. «Para mí Romanos 4:11 es la “pieza clave” en la doctrina del paidobautismo  (Bautismo de infantes). Quítalo, y toda la doctrina se cae».

Ahora bien, ¿qué es lo que él y otros ven aquí que hace que este versículo sea tan convincente en la defensa del bautismo de infantes? Trataré de explicarlo.

Examinemos el texto. En el versículo 9 Pablo nos recuerda que “A Abraham, la fe le fue contada por justicia”. Eso quiere decir que fue justificado, y puesto a bien ante Dios solo mediante la fe. Luego el versículo 10 señala que esto sucedió antes que Abraham fuese circuncidado. “Entonces, ¿cómo le fue contada? ¿Siendo circunciso o incircunciso? No siendo circunciso, sino siendo incircunciso”. El punto es que la justificación de Abraham no fue comprada por la circuncisión, que vino después, sino solo por la fe.
Después viene el crucial versículo 11 que hace una especie de definición de la circuncisión: “recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe que tenía mientras aún era incircunciso” De modo que aquí se describe la circuncisión de Abraham como una señal “…sello de la justicia de la fe.”

¿Por qué es esto importante? Es importante porque le da a la circuncisión un significado espiritual que es similar al del bautismo en el Nuevo Testamento – “la señal” y “sello de la justicia de la fe”. Nosotros decimos que el bautismo es una expresión de la fe genuina y de la buena posición que tenemos para con Dios mediante la fe, antes de ser bautizados. Esto parece ser lo que la circuncisión ha de significar, según Pablo en Romanos 4:11. La circuncisión es una señal y un sello de la fe que Abraham tenía antes de ser circuncidado.

¿Ven entonces lo que significa eso? Si la circuncisión y el bautismo significan lo mismo: es decir, fe genuina, entonces no pueden utilizar este significado del bautismo, como un argumento individual en contra del bautismo de infantes, porque a los infantes les era dada la circuncisión. En otras palabras, no se puede solo decir “el bautismo es una expresión y una señal de fe: los infantes no pueden tener fe; por tanto no bauticen a los infantes. Usted no puede decir solo esto, porque Romanos 4:11 dice que la circuncisión significa lo mismo -una señal de fe – y era dado a los infantes.

Por eso Romanos 4:11 es considerado por algunos la pieza fundamental de la defensa del bautismo de infantes. Este versículo define a la circuncisión con el mismo significado básico que al bautismo, aunque sabemos desde Génesis 17 que la circuncisión fue destinada por Dios para los infantes de todo el pueblo judío.

“Este es mi pacto que guardaréis, entre mi y vosotros y tu descendencia después de ti: Todo varón de entre vosotros será circuncidado. 11 […] y esto será la señal de mi pacto con vosotros. 12 A la edad de ocho días será circuncidado entre vosotros todo varón por vuestras generaciones; asimismo el siervo nacido en tu casa, o que sea comprado con dinero a cualquier extranjero, que no sea de tu descendencia.”

Aunque la circuncisión es descrita por Pablo como una señal y un sello de la justicia de la fe de Abraham, la circuncisión debía ser dada a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, y aún a los sirvientes que no eran hebreos de nacimiento.

Entonces, si la circuncisión puede ser una señal de fe y de justicia, y puede ser dada a todos los hijos varones de los israelitas (que aun no tienen fe por sí mismos) ¿Entonces por qué el bautismo no debe ser dado a los hijos de los cristianos cuando también es una señal de fe y justicia (fe y justicia que los niños no tienen todavía)?

¿Qué Diremos A Esto?

El problema principal con este argumento es una errónea suposición sobre la similitud entre el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento y el pueblo de Dios en la actualidad. Esa suposición asume que la forma en que Dios reunía al pueblo de su pacto, Israel, en el Antiguo Testamento; y la forma en que está reuniendo al pueblo de su pacto, la iglesia, en la actualidad, son tan similares que las diferentes señales del pacto (bautismo y circuncisión) pueden ser administradas de la misma forma para ambos pueblos. Pero esta es una suposición errónea.

Existen diferencias entre el pueblo del nuevo pacto, llamado iglesia y el antiguo pueblo del pacto, llamado Israel. Y estas diferencias explican por qué era apropiado dar la señal del antiguo pacto, que era la circuncisión, a los infantes de Israel, y por qué no es apropiado dar la señal del nuevo pacto (el bautismo) a los infantes de la iglesia. En otras palabras, aun cuando existe una coincidencia en cuanto a significado, entre el bautismo y la circuncisión (vista en Romanos 4:11), la circuncisión y el bautismo no desempeñan el mismo papel en el pueblo del pacto de Dios, porque la forma en que Dios constituyó a su pueblo en el Antiguo Testamento y la forma en la que está constituyendo a la iglesia hoy; son esencialmente diferentes.

Pablo lo deja claro en varios lugares. Veamos dos.  Romanos 9:6-8:
“Pero no es que la palabra de Dios haya fallado. Porque no todos los descendientes de Israel son Israel; 7 ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham, sino que por Isaac será llamada tu descendencia. 8 Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes.”

Lo que es relevante para nuestro propósito en este texto es que había dos Israel: un Israel físico y un Israel espiritual. Versículos 6b: “no todos los descendientes de Israel son Israel [ie.: verdaderos israelitas en espíritu]”. Sin embargo Dios ordenó que toda la inmensa nación de Israel, física y religiosa, fuera conocida como el pueblo de su pacto, y que recibiera la señal del pacto y las bendiciones externas de dicho pacto, como la tierra prometida (Génesis 17:8)

El pueblo del pacto en el Antiguo Testamento estaba mezclado. Todos eran físicamente israelitas, circuncidados; pero dentro de ese grupo étnico nacional quedaban restos del verdadero Israel, los verdaderos hijos de Dios (versículo 8). Así quiso Dios que fuera: Él se ató a sí mismo, mediante el pacto, a un grupo étnico y a sus descendientes; Él les dio a todos la señal del pacto, la circuncisión, pero obró dentro de este grupo étnico para hacerse un pueblo verdadero para sí.

¿De Qué Manera Es La Iglesia Una Continuación De Israel?

Ahora nuestra pregunta es: ¿Es la iglesia del Nuevo Testamento (la iglesia de hoy) la continuación de la nación de Israel (de ese gran grupo étnico religioso y mixto)? ¿O es una continuación del resto de los verdaderos hijos de Abraham que son hijos de Dios por la fe en Cristo? ¿Somos una comunidad del nuevo pacto nacida del Espíritu con la ley de Dios escrita en nuestros corazones y definida por la fe? No necesitamos hacer suposiciones al respecto.

Pablo deja la respuesta clara en Gálatas 4:22-28: “Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de la sierva [Ismael, nacido de Agar] y otro de la libre [Isaac, nacido de Saraí]. 23 Pero el hijo de la sierva nació según la carne, y el hijo de la libre por medio de la promesa. […] 28 Y vosotros, hermanos [la iglesia], como Isaac, sois hijos de la promesa.”

Ahora bien, ¿a quién se refiere con “hermanos”? Los hermanos son la iglesia. La iglesia no debe ser una heredad mixta, como la semilla de Abraham. La iglesia no debe ser como Israel (una multitud física, y dentro de ella un pequeño resto de verdaderos santos). La iglesia son los santos, por definición. La iglesia es la continuidad de ese resto. Como dice el versículo 28, la iglesia es “como Isaac, […] hijos de la promesa.”

El pueblo del pacto en el Antiguo Testamento estaba hecho de Israel según la carne, una inmensa nación física y religiosa que contenía a “los hijos según la carne” y a “los hijos de Dios”. Era, por tanto, apropiado que la circuncisión fuese dada a todos los hijos de la carne. Pero el pueblo del nuevo pacto, llamado iglesia de Jesucristo, está siendo edificado de un modo esencialmente diferente. La iglesia no está basada en ningún rasgo distintivo nacional o étnico; sino en la única realidad de la fe, solo por gracia en el poder del Espíritu Santo. La iglesia no es una continuidad de Israel como un todo; la iglesia es una continuidad del verdadero Israel, el remanente, no de los hijos según la carne, sino de los hijos según la promesa. Por tanto, no es apropiado que los hijos nacidos solo según la carne reciban la señal del pacto, el bautismo.

La iglesia es la comunidad del nuevo pacto: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre” (Lucas 22:20; 1ª Corintios 11:25). Esto es lo que decimos cuando tomamos la santa cena. El nuevo pacto es la obra espiritual de Dios al colocar su Espíritu dentro de nosotros, al escribir la ley en nuestros corazones, y al hacer que andemos en sus estatutos. La iglesia es una comunidad auténtica espiritualmente. A diferencia de la comunidad del Antiguo Testamento, la iglesia está definida por una vida espiritual y una fe verdadera. Tener estas cosas es lo que significa pertenecer a la iglesia. Por tanto, dar la señal del pacto, el bautismo, a aquellos que son meramente hijos de la carne y no muestran evidencias del nuevo nacimiento, o de la presencia del Espíritu, o de la ley escrita en sus corazones, o de tener una fe vital en Cristo; es contradecir el significado de la comunidad del nuevo pacto y retroceder en la historia de la redención.

La iglesia no es una réplica de Israel. Es un avance sobre Israel. Administrar la señal del pacto como si este avance no hubiese ocurrido, es un gran error. Nosotros no bautizamos a nuestros hijos según la carne, no porque no los amemos, sino porque queremos preservar para ellos la pureza y el poder de la comunidad espiritual que Dios ordenó para la iglesia creyente del Cristo viviente. Oro para que usted sea persuadido de estas cosas, y para que muchos que se han estado retrayendo a sí mismos sean bautizados, no para cumplir con alguna constitución de la iglesia, sino por fe y obediencia, para glorificar la gran obra del nuevo pacto de Dios en sus vidas ¿Ha sido usted lavado por la sangre del Cordero? ¿Están perdonados sus pecados? ¿Ha muerto usted con Cristo y ha resucitado por fe para andar en novedad de la vida? ¿Mora en usted el Espíritu de Cristo? ¿Está siendo escrita la ley de Dios en su corazón? Venga pues, y represente esos cambios en el bautismo, y glorifique la gran obra del nuevo pacto de Dios en su vida.

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