En BOLETÍN SEMANAL

Es bueno saber cuáles son y dónde se presentan estas amenazas, a fin de saber cómo evitarlas. La ignorancia en cuanto a estas constituye en sí, uno de los peligros principales. En muchos casos, saber los riesgos que enfrentamos es ya una manera de evitarlos. Reflexivamente, pues, considera lo siguiente:

  1. Perder la vigilancia, los consejos y las restricciones de los padres

Corres peligro de caer en el mal cuando ya no estás bajo la vigilancia, los consejos y las restricciones de tus padres. Hay que admitir que, a veces, el hogar mismo es el entorno que representa una amenaza a la buena moral y la piedad. En algunos hogares, los jóvenes ven y oyen muy poco que no tenga la intención de dañarlos; es decir, el ejemplo de los padres se inclina hacia el pecado y, casi todo lo que se dice o hace, tiene muchas posibilidades de producir impresiones desfavorables a la piedad y, aun quizá, a la moralidad. Donde éste es el caso, irse de la casa es beneficioso… Muchos jóvenes —quienes en ese momento de dejar su casa lloraron por las cosas que les obligaron a dejar el hogar de su niñez y la protección de sus padres— han vivido para comprender que fue la mejor etapa de su vida. Su decisión los sacó del ambiente de peligro moral y los condujo a los medios de gracia y a la senda de vida eterna… Esto, no obstante, no se aplica a todas las familias. Aunque hay padres a quienes no les importa el carácter piadoso o moral de sus hijos, no les son un buen ejemplo, ni se ocupan de su educación ni de ponerles límites, sino que los dejan que satisfagan sus pasiones sin freno y que cometan pecados sin reprenderlos, hay muchos otros que actúan mejor y con más sabiduría.

En muchos casos, los padres de familia son morales y muchos son piadosos. Mientras que los primeros ansían impedir que sus hijos caigan en vicios y los instruyen para ser virtuosos, los últimos van más allá y se esfuerzan por criarlos en el temor del Señor… Tú has sido criado dentro de una moralidad rígida. Tus padres han sido cuidadosos en formar tu carácter sobre una base correcta. Desde hace años conoces bien la voz de la enseñanza, exhortación y advertencia. Has sido objeto constante de una preocupación que no ignoras ni interpretas mal. Si te veían en compañía de un extraño o un joven de dudosa fama, te cuestionaban y daban advertencias. Si traías a casa un libro, lo examinaban. Si llegabas a casa de noche, más tarde que de costumbre, veías la mirada ansiosa de tu madre y oías decir a tu padre: “Hijo mío, ¿por qué tan tarde? ¿Dónde andabas?”. En suma, te sentías siempre bajo vigilancia y bajo la presión de una contención sin descanso. El teatro y otros lugares contaminados eran estrictamente prohibidos; de hecho, no tenías ninguna inclinación por visitar esos antros de vicio. De mañana y de noche escuchabas la lectura de las Escrituras y las voces en oración ascendían a Dios y eran por ti. Con semejantes ejemplos, bajo tal instrucción y en medio de este ambiente, no tenías oportunidad ni disposición de ser malo. Quizá pensaste, a veces, que la falta de libertad era demasiada y el cuidado demasiado estricto…

Ahora todo esto ha pasado: Te has ido o estás por irte del hogar paterno. Llegó y nunca será olvidado el momento cuando esos brazos que te habían cargado de pequeño te abrazaron y la voz vacilante de tu madre exclamó: “Adiós, hijo mío”. Y tu padre, siempre cariñoso, pero ahora más cariñoso que nunca, prolongó la triste despedida diciendo: “Hijo mío, ya no puedo velar más por ti. El Dios cuya providencia te lleva de la casa de tu padre sea tu Protector y te proteja de las maldades de este mundo pecaminoso. Recuerda que aunque mis ojos no te vean, Él si te ve ahora y siempre. Témelo a Él”. Y ahora allí estás, joven, donde tus padres te pusieron, en medio de los engaños y peligros de este mundo impío, donde la vigilancia de tu padre no te puede alcanzar ni los ojos llorosos de tu madre ver… Fuera de casa, el joven con inclinaciones viciosas encontrará oportunidades para satisfacer sus tendencias malas, aun en situaciones propensas a la virtud. Su corazón malvado, contento por la ausencia de sus padres, aprovechará esa ausencia para pecar. De cuando en cuando en su interior susurrará: “mi padre no está aquí para ver esto ni mi madre para saberlo; ahora no estoy bajo su vigilancia, las restricciones han pasado. Puedo ir donde quiera, juntarme con quien me plazca sin temor a cuestionamientos ni reproches”. Oh joven amigo, piensa en lo vergonzoso de una conducta así. ¿No te parece que deberías aborrecerte, si con tal dureza, al igual que maldad, te aprovechas de la ausencia de tu padre y haces lo que sabes muy bien le produciría un fuerte desencanto y causaría el dolor más amargo, si estuviera presente? Una multitud de jóvenes son así de viles, malvados, y han dejado la casa de sus padres para ir a su ruina eterna. Compórtate, joven, compórtate como lo harías si supieras que tu padre te está viendo.

2. Espíritu independiente

Tu peligro aumenta por el espíritu independiente y de autosuficiencia (relacionado seguramente con la ignorancia y falta de experiencia) que los jóvenes son propensos a tener cuando dejan la casa paterna y se encuentran en el mundo. Entonces piensan…

“El control paternal ha pasado, ya no tengo a mis padres para consultar ni para obedecer y, aun si los tuviera, es hora de que piense y actúe por mí mismo. Soy ahora el dueño de mi destino. Soy grande, ya no un niño. Tengo capacidad para juzgar, discriminar y distinguir entre lo bueno y lo malo. Tengo el derecho y lo usaré, de dar forma a mis propias normas de moralidad, de seleccionar mis propios modelos de carácter y trazar mis propios planes de acción. ¿Quién tiene autoridad para interferir conmigo?”.

Es posible que tus pensamientos se parezcan a estos y son alentados por muchos que te rodean, quienes sugieren que no tienes que seguir con ataduras, sino que debes hacer valer tu libertad y comportarte como un hombre. Sí y cuántos han usado y abusado de esta libertad con los peores propósitos criminales y fatales. Ha sido una libertad para destruir todas las costumbres virtuosas formadas en el hogar, para socavar todos los principios implantados por [el cuidado ansioso de] sus padres y para lanzarse a todas las prácticas malsanas contra las cuales han oído la voz de alarma desde su niñez. Muchos jóvenes en cuanto se liberan de las restricciones paternales y se sienten dueños de su destino, se lanzan a todos los lugares de esparcimiento, recurren a toda especie de diversión malsana, se inician en todos los misterios de iniquidad y, con una curiosidad enfermiza por conocer aquello que es mejor no saber, han caído en todas las obras infructuosas de las tinieblas. Qué felices, felices habrían sido, si hubieran pensado que una independencia que los libera de los consejos y el control de sus padres puede significar la destrucción de la piedad, moralidad y felicidad, y ha probado ser, donde esto ha sucedido, la ruina para ambos mundos de multitudes de jóvenes que una vez estuvieron llenos de esperanzas. Sabio es el joven y con seguridad bendecido será, que habiendo dejado la casa de su padre y habiendo llegado a su madurez, todavía asume como un privilegio y su deber considerar a sus padres como sus consejeros, sus alentadores y, en algunos sentidos, sus tutores. Lleva consigo las restricciones dondequiera que va. En medio de las peligrosas complejidades de la vida, acepta agradecido los oficios de un padre sabio para guiarlo en su juventud.

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John Angell James (1785-1859): Predicador y autor congregacionalista británico; nacido en Blandford Forum, Dorset, Inglaterra.

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