En BOLETÍN SEMANAL
​Cómo no participar de la Cena del Señor: No descuidéis la Cena del Señor. No participéis de la Cena del Señor con indiferencia. No hagáis un ídolo de la Cena del Señor. No participéis de la Cena del Señor con irregularidad. No lleves descrédito a tu profesión de comulgante. No te desalientes ni te desanimes si a pesar de tus buenos deseos crees que no recibes demasiada bendición de la Cena del Señor.


Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así de aquel pan, y beba de aquella copa. (l. Corintios 11:28.)

No se me interprete mal con respecto al disfrute de estos beneficios por parte del creyente, ya que lejos está de mí afirmar que todo creyente, sin distinción, gozará de todas las bendiciones de la Cena del Señor aquí reseñadas. Tampoco afirmo que dichas bendiciones se repetirán constantemente en el creyente, pues de sobra sé que nuestro estado espiritual no será siempre el mismo y por consiguiente no podemos pretender recibir el mismo grado de bendición. Pero esto sí que lo mantengo con firmeza: raro será el creyente verdadero que no considere la Cena del Señor como uno de los auxilios más valiosos en su vida espiritual y también uno de sus privilegios más elevados. Concluiré el tema con algunas palabras de exhortación.

1. No descuidéis la Cena del Señor. La persona que de una manera fría y deliberada se resiste a participar de una ordenanza que el Señor instituyó para bendición del alma, da muestras de estar en un estado muy triste. Hay un juicio venidero, unas cuentas a saldar, ¿cómo podemos esperar este día y recibir al Señor con paz y confianza, si en nuestra profesión cristiana rehuimos encontrarle en la ordenanza que nos dejó?

2. No participéis de la Cena del Señor con indiferencia. La persona que profesa ser cristiana y participa del pan y del vino con un corazón frío e indiferente, comete un gran pecado y se roba a sí misma de una gran bendición. En esta ordenanza, como en cualquier otro medio de gracia, depende del estado de mente que muestra el comulgante.

3. No hagáis un ídolo de la Cena del Señor. La persona que os diga que esta ordenanza es la más importante de la fe cristiana, os dice algo que no puede probar por las Escrituras. En la mayor parte de los libros del Nuevo Testamento no se nos menciona. En las epístolas a Timoteo y Tito, y en las que Pablo menciona las obligaciones de los ministros, el tema no se menciona. El arrepentimiento, la fe, la conversión, el nuevo nacimiento, la santidad, etc., son mucho más importantes que el mero hecho de ser miembro comulgante, porque sin ellas no hay salvación y no hay, tampoco, participación genuina de la Cena del Señor. El ladrón de la cruz nunca fue miembro comulgante, pero Judas sí que lo fue. No cometamos el error de hacer de la Cena del Señor algo que ponga en segundo plano lo demás del Cristianismo; ni pongamos la Cena del Señor por encima de la oración o de la predicación.

4. No participéis de la Cena del Señor con irregularidad. No estéis ausentes cuando ha de celebrarse esta ordenanza. Para el mantenimiento de nuestra salud física es necesario observar regularmente ciertos hábitos. La participación regular de todos los medios de gracia es esencial para la prosperidad de nuestras almas. La persona que considera un sacrificio asistir a los cultos de Santa Cena, tienen buenos motivos para dudar de su condición espiritual. De no haber estado ausente cuando el Señor se apareció a los discípulos que se habían congregado, Tomás no hubiera dicho los desvaríos que se nos narran en el Evangelio. Por haber estado ausente se perdió aquella gran bendición.

5. No lleves descrédito a tu profesión de comulgante. La persona que después de haber participado de la Cena del Señor corre hacia el pecado, quizá hace más daño a la causa de Cristo del que pueda hacer cualquier otro pecador. Se convierte en un sermón andante en favor del diablo y da ocasión para que los enemigos de la fe blasfemen y la gente no acuda a Cristo.

6. No te desalientes ni te desanimes si a pesar de tus buenos deseos crees que no recibes demasiada bendición de la Cena del Señor. Posiblemente tus expectativas son desmesuradas y quizá eres un juez inepto para juzgar tu estado espiritual. Quizá mientras tú te estés lamentando, las raíces de tu vida espiritual estén profundizando y fortaleciéndose. No te olvides de que todavía estamos sobre la tierra y no en el cielo; por consiguiente no debes esperar que todo sea perfecto.

Extracto del libro: «El secreto de la vida cristiana» de J.C. Ryle

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