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Cada persona tiene su propia mezcla individual de personalidad y temperamento. Cuanto mejor conozcamos las fuerzas y debilidades de nuestra personalidad y temperamento, mejor podemos guardar nuestros corazones. También necesitamos conocer nuestros propios deseos pecaminosos específicos, por ejemplo: la codicia, el egoísmo, la envidia, el orgullo, el enojo, la crueldad, la perversión sexual, etc. Debemos considerar los pecados particulares que nos son atractivos, es decir, los pecados en los que más frecuentemente caemos. Necesitamos saber nuestras debilidades espirituales, por ejemplo: las dudas, los temores, la insensibilidad, el espíritu de queja, etc.

Cuando los discípulos no fueron bienvenidos en Samaria, ellos pidieron al Señor que descendiera fuego del cielo sobre los samaritanos. El Señor les regañó diciendo: «Vosotros no sabéis de qué espíritu sois» (Luc.9:51-56). Si ellos hubieran conocido su espíritu, hubieran podido guardarse en contra de él. David nos dice en Sal.18:23, «Me he guardado de mí maldad», es decir, se guardó del pecado al cual estaba particularmente inclinado.

Algunas personas son naturalmente gentiles y pacificas. Cuando la gracia reina en ellos, este temperamento es una gran bendición. No obstante, necesitan velar o de otra forma este aspecto positivo de su carácter puede convertirse en una debilidad. Otras personas son propensas a estar malhumoradas, amargadas y enojadas de tal manera que fácilmente caen en la envidia, la malicia, el egoísmo, malos pensamientos acerca de otros y muchos otros pecados. Otros son naturalmente apasionados y ellos también tienen una lista de pecados a los cuales su naturaleza les inclina especialmente.

Si quieres guardarte de la tentación, estudia tu propia naturaleza. Conoce bien la clase de persona que realmente eres, y no trates de justificar o excusar la maldad y las debilidades que tienes. Cuanto mejor conozcas la maldad y las debilidades de tu corazón, mejor preparado estarás para evitar las tentaciones a las cuales eres particularmente propenso. Piensa de tu corazón como un lugar habitado por traidores. Estos traidores son tus deseos pecaminosos y tus debilidades. La tentación siempre está lista para sacar provecho de ellos. Se agradecido a cualquier amigo que esté dispuesto a decirte la clase de persona que eres y las debilidades de tu naturaleza contra las cuales deberías guardarte. Esto será doloroso pero nunca olvides: «fieles son las heridas del que ama.» (Prov.27:6)

Cuida tus debilidades

Conocer tus debilidades no es suficiente. Debes conocer también las formas en las que la tentación pudiera sacar provecho de ellas. Hay ocasiones particulares, compañías, pasatiempos, lugares, etc. que hacen que la tentación sea más fuerte. Por ejemplo, si una persona tiene una debilidad por el chisme, hay ciertas personas y lugares que debería tratar de evitar. O si una persona encuentra que las fotos o los reportajes en el periódico estimulan pensamientos impuros, debería tomar precauciones para evitarlos.

Los ejemplos que pudiéramos dar son interminables, pero no todas las personas tienen que evitar exactamente las mismas cosas. Esto es una razón por la cual debemos tener cuidado y no juzgar la libertad de otras personas. Cada persona debe llegar a conocer lo que le daría a la tentación una ventaja sobre él y hacer todo lo posible para evitar estas cosas. Muchas personas pueden andar por el campo con el pasto recién cortado sin sufrir alergias. Pero para la persona que sufre de alergia actuaría con prudencia si evitase pasar por allí. De la misma manera, cada uno de nosotros necesita saber sus particulares «alergias» que le traerán tentación y evitarlas.

Obviamente, no es posible evitar todas las ocasiones de tentación. Si somos prudentes, trataremos de evitar todas las que podamos. Cuando en el transcurso de nuestros deberes, la providencia nos trae alguna ocasión de tentación, debemos confiar en que Dios nos guardará.

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Extracto del libro: “La tentación” de John Owen

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