En ARTÍCULOS

 El Señor Dios ha creado al hombre de tal manera, que este pueda obtener conocimiento de dos mundos, del mundo de las cosas visibles, y de aquel de las cosas invisibles; pero de modo que obtenga ese conocimiento de cada uno de ellos, de una manera especial y particular.

El hombre obtiene el conocimiento del mundo de las cosas visibles por medio de los sentidos, los cuales son instrumentos diseñados para hacer que su mente entre en contacto con el mundo exterior. Sin embargo, los sentidos no le enseñan nada respecto del mundo de las cosas invisibles, para el cual él necesita órganos totalmente diferentes. No disponemos de nombres para estos otros órganos, tal como sí los tenemos para los cinco sentidos; sin embargo, sabemos que desde ese mundo invisible recibimos impresiones, sensaciones y emociones; sabemos perfectamente bien que estas difieren unas de otras en duración, profundidad y poder; y también sabemos que algunas de estas nos afectan de forma real y otras de forma no real. De hecho, el mundo invisible, así como el mundo visible, ejercen influencias sobre nosotros; no a través de los cinco sentidos, sino por medio de órganos innombrables. Esta influencia del mundo invisible afecta el alma, a la conciencia, al ser más íntimo. Este obrar deja impresiones en el alma, despierta sensaciones en la conciencia, y provoca emociones en el ser interior.

Sin embargo, esto se hace de tal manera que siempre queda lugar para la pregunta: “¿Son reales estas impresiones? ¿Puedo confiar en estas sensaciones? ¿Existe una realidad que corresponda a estas sensaciones, impresiones y emociones?” Y a esta última pregunta, sólo la fe puede contestar con un “sí” de forma precisa, y si obtiene certeza de mi propia conciencia, de mis sentidos y del axioma, recibe su “sí” única y exclusivamente por medio de la fe. Para obtener certeza sobre las cosas invisibles, tales como el amor, la fidelidad, la justicia y la santidad, el cuerpo místico del Señor, en una palabra, con respecto a todas las cosas que pertenecen al misterio de la vida personal en mis semejantes, en Emanuel, en el Señor nuestro Dios, la fe es la única forma adecuada y la única divinamente ordenada que la alcanza; no como algo inferior al conocimiento, sino como algo igual a él, sólo que mucho más seguro, y a partir del cual todo conocimiento extrae su certeza.

En cuanto a la objeción de que la Sagrada Escritura declare que la fe se convertirá en vista, podemos decir que esta “vista” no tiene nada en común con la vista por medio de los sentidos. Dios ve y conoce todas las cosas, y sin embargo, Él no posee ninguno de los sentidos: Su vista es un acto inmediato de acción, por medio de Su Espíritu, en la esencia y la consistencia de todas las cosas. A Adán se le impartió algo de esta sabiduría y conocimiento inmediatos en el Paraíso; pero por causa del pecado, perdió esa gloriosa característica de la imagen de Dios. Y las Escrituras prometen que esta gloriosa característica será restaurada a los hijos de Dios, en el Reino de Gloria, en una medida mucho más gloriosa que en el Paraíso.

Pero, mientras residimos temporalmente como peregrinos, no poseyendo aún el cuerpo glorificado más que en la medida de gloria de nuestro estado interior, nuestro contacto con el mundo invisible todavía no consiste en la vista; nuestra mente aún carece de la facultad de penetrar de inmediato en las cosas invisibles; y nosotros todavía dependemos de las impresiones y sensaciones producidas por ellas. Por ello, es que no podemos tener certeza respecto de estas impresiones y sensaciones, salvo por la fe directa. No obstante, existiendo y viviendo juntos como peregrinos, creemos en el amor mutuo, en la buena fe y en la honestidad de carácter; creemos en Dios el Padre, en nuestro Salvador, y en el Espíritu Santo; creemos en la Santa Iglesia Católica; creemos en el perdón del pecado, la resurrección del cuerpo y la vida eterna. Y nosotros no creemos en todos estos temas con el secreto pensamiento posterior de que en realidad preferiríamos conocerlos, en vez de creer en ellos; pues eso sería tan absurdo como decir, respecto de un concierto de órgano: “En realidad yo preferiría ver esto.” La música no puede ser vista más allá de lo que uno puede, a través de los sentidos, llegar a ser consciente de las cosas que son invisibles. Y tal como el sentido de la audición es el único medio adecuado para oír y disfrutar de la música, así mismo la fe es el medio peculiar y único a través del cual puede obtenerse certeza en lo que respecta a nuestro contacto con el mundo oculto e invisible.

Habiendo sido esto completamente entendido, no puede ser difícil ver que esta fe, en referencia a las cosas visibles, es muy inferior al conocimiento; pues las cosas visibles están destinadas a ser verificadas, cuidadosamente y con precisión, por medio de los sentidos. La observación imperfecta vuelve incierto nuestro conocimiento. Por lo tanto, en lo que respecta a las cosas visibles, ningún conocimiento distinto a aquel obtenido mediante los sentidos, debería ser considerado fiable.

Pero en una cierta cantidad de casos de escasa importancia, el conocimiento exacto es innecesario; por ejemplo, en la diferencia existente entre las alturas respectivas de dos campanarios. En tales casos, se utiliza la palabra “creer” como “yo creo que esta torre es más alta que la otra.” Y una vez más, las cosas visibles imprimen su imagen en la memoria, la cual se vuelve borrosa con el transcurso de los años. Encontrándome con un caballero que he visto antes, y reconociéndolo plenamente, digo: “Este es el Sr. B.,” pero no estando seguro, entonces digo, “creo que este es el Sr. B.” En este caso, parece que estuviéramos tratando con cosas visibles, pues es un caballero que está ante nosotros; y sin embargo, la imagen que lo recuerda pertenece al contenido interno de la memoria. De ahí proviene la diferencia que se presenta en el lenguaje.

Llegamos, por tanto, a la siguiente conclusión:

En primer lugar, que toda certeza respecto tanto a las cosas visibles como a las invisibles depende, en un sentido más profundo, de la fe.

En segundo lugar, que en el modo cotidiano de hablar, la certeza en relación con las cosas visibles se obtiene por medio de los sentidos; y en relación con las cosas invisibles, en especial con las cosas que pertenecen a la personalidad, la certeza se obtiene por medio del creer. Por esta razón, el esfuerzo de Brakel por interpretar el verbo creer, de acuerdo a los idiomas hebreo y griego, en el significado de confiar, y no como un medio para obtener certeza, fue un fracaso. Estos significados son los mismos en todos los idiomas, y no existe diferencia, pues son el resultado directo del organismo de la mente humana, la cual, en sus rasgos más fundamentales, es la misma en todas las naciones. La confianza es el resultado directo de la fe, pero no es fe propiamente dicha.

“Creer” se refiere, en primer lugar, a la certeza o incertidumbre del conocimiento respecto de algo. Si no existe tal certeza, yo no creo; pero estando conscientemente seguro, yo creo. Cuando una persona se me presenta como un hombre de integridad, la primera pregunta es si acaso yo le creo. Si no estoy seguro de que él sea un hombre de integridad, no le creo. Pero si le creo, la confianza es el resultado inmediato. Entonces, resulta imposible no confiar en él. Pues creer que él es lo que dice ser, y no confiar en él, es simplemente imposible.

Por lo tanto, “creer” siempre mantiene el significado primordial de “dar certeza a la conciencia,” y la fe salvadora me obliga a “tener la certeza de que Cristo es para mí, tal como Él se revela y se ofrece en la Sagrada Escritura.”

.-.-.-.-

Extracto del libro: “La Obra del Espíritu Santo”, de Abraham Kuyper

Al continuar utilizando nuestro sitio web, usted acepta el uso de cookies. Más información

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra POLÍTICA DE COOKIES, pinche el enlace para mayor información. Además puede consultar nuestro AVISO LEGAL y nuestra página de POLÍTICA DE PRIVACIDAD.

Cerrar