​La cultura puede ser o impía o piadosa, dependiendo del espíritu que la anima. El pecado no ha destruido la relación que como criatura el hombre tiene con su Hacedor, quien le hizo una criatura cultural con el mandato de poblar y sojuzgar la tierra. El pecado no ha destruido el impulso cultural en el hombre para regir, puesto que el hombre es un portador de la imagen del Soberano de cielos y tierra. El pecado tampoco ha destruido el cosmos, el cual es el taller y el patio de recreo del hombre.

 Dado que el mandato misionero de la iglesia, dado en la gran comisión, debiese ser el principal interés de la Iglesia, no debemos dejar de preguntarnos también.. ¿cual es el deber del creyente como un soldado de Jesucristo en su vocación diaria? ¿Tiene el discípulo del siglo XX el derecho a descartar el mandato cultural, dado dos veces a la raza humana por Dios mismo? 
-No olvidemos que es un mandato al género humano-.

¿Podemos ser justificados a pesar de entregar el mundo y la cultura en las manos de los enemigos de Dios?  ¿Qué es el mundo? ¿Cómo se aplica la gracia común? … ¿Es el evangelio adverso a la cultura, o define el verdadero fin del hombre? Si es así, entonces el hombre completo debe buscar el bien, definido como tal por la voluntad de Dios, entonces… ¿No debería la obligación del hombre convertirse en su gozo? ¿No ha de ser asumida su tarea como un privilegio? ¿No cumple la ley que obra por el amor y libera así al hombre para disfrutar la libertad de los hijos de Dios?

-El no entender estas cosas correctamente, es un gran mal que amenaza a los creyentes al creer que estan fuera del mundo y que el mandato cultural no va con ellos-. 

 Otro mal que está amenazando a la iglesia es simplemente una repetición de la gran tragedia histórica que siguió a la proclamación de Constantino. Están aquellos que meterían el mundo dentro de la iglesia y otros que meterían la iglesia en el mundo. Por un lado, se derriban las barreras y no se mantiene el reinado absoluto de Cristo…. Las personas que no renunciarían con juramento a cualquier otra alianza son, sin embargo, recomendados para la membresía en la iglesia.  Pero Juan el apóstol hace pública una severa advertencia contra aquellos que niegan que Jesucristo ha venido en la carne, como es el caso de los Masones y otros Modernistas, y les dice que pertenecen al anticristo. Hay una tendencia en boga para reducir los requerimientos de la membresía de la iglesia y aceptar a Cristo separadamente de la cultura cristiana.

Por otro lado, el optimismo cultural resulta en pretensiones extravagantes por las bendiciones de la gracia común que se supone han de ser disfrutadas de forma mixta y sin diferencia con el mundo. En esta escuela de pensamiento es ensalzada la virtud de la razón y su cualidad de producir cultura. Se nos dice que es la razón, lo que distingue al hombre del animal, lo que produce cultura, lo que vincula al hombre con lo divino.

La escuela Idealista pone su fe en la actividad espiritual del hombre. Cree que la razón como tal eleva al hombre y le da una afinidad divina con los hombres de mentalidad amplia quienes producen nuestro arte y nuestra ciencia. Es también culpable de la ilusión de que la razón como tal producirá la verdad y la bondad y le dará al hombre dignidad y libertad. Olvida que la actividad espiritual como tal, y también la razón, pueden ser empleadas tanto para fines diabólicos como para fines piadosos.

La cultura, entonces, no es dejada al criterio de nuestra humanidad, y los logros culturales no van a restaurar al hombre a su verdadero fin. Observa a los hijos de Lamec supliéndole a su padre de los instrumentos -no para alabar a Dios, sino-  para la autoglorificación. Los hombres han de volverse nuevas criaturas a través de Cristo (II Cor. 5:21) con el propósito de recobrar la verdadera perspectiva humana, de aquello que es verdadero, bueno y bello. La cultura, entonces, puede ser o impía o piadosa, dependiendo del espíritu que la anima. El pecado no ha destruido la relación que como criatura el hombre tiene con su Hacedor, quien le hizo una criatura cultural con el mandato de poblar y sojuzgar la tierra. El pecado no ha destruido el impulso cultural en el hombre para regir, puesto que el hombre es un portador de la imagen del Soberano de cielos y tierra. El pecado tampoco ha destruido el cosmos, el cual es el taller y el patio de recreo del hombre. Así pues, la cultura es un deber para los portadores de la imagen de Dios, pero será o una demostración de fe o una de apostasía, o una que glorifique a Dios o una cultura que le desafíe. …Si confesamos conocer a Dios en la faz de Jesucristo, si por gracia hemos dicho, «en tu luz veremos la luz», entonces no podemos tener verdadera comunión con la cultura impía y apóstata de nuestros días…. estamos en el mundo pero no somos del mundo.

Extracto del libro El Concepto calvinista de la Cultura, por Henry R. Van Til (1906-1961)

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