En BOLETÍN SEMANAL

Le pido a Dios que la Palabra de Cristo more ricamente en mi corazón y en mi casa, que toda mi familia pueda recibir cada día su menú de este alimento espiritual. ¿Cómo puedo esperar que los hijos… que no conocen al Dios de sus padres, lo sirvan con un corazón perfecto? (1 Cr. 28:9). Desafortunadamente, ¡con cuánta frecuencia sus corazones ignorantes (como sótano oscuro donde abundan los bichos) están llenos de pecado! ¡Ojalá pueda yo hablar de la Palabra de Dios en mi casa, cuando me acueste y cuando me levante, de tal manera que se escriba en los dinteles de mi hogar y en mis puertas (Dt. 6:7-8), que yo pueda regar las jóvenes plantas que hay en ella con tanta frecuencia que su primera relación pueda ser con Dios y que desde su infancia puedan conocer las Sagradas Escrituras y ser sabios “para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Ti. 3:15)!… Aunque otros trabajan para dejarles una buena herencia a sus hijos, que mi esfuerzo sea por dejar un legado de piedad a los míos. Señor, capacítame para que pueda enseñarles tu camino en su juventud y, así, no se aparten de él, aun cuando sean viejos (Pr. 22:6); que los años de su juventud bajo una buena dirección sean como la suavidad de una rosa, cuyo aroma permanece en los pétalos secos.

Ruego que todas las voces de mi hogar puedan cantar [en armonía] las alabanzas a Dios, pero que no suenen como las trompetas y las flautas que sólo se llenan de viento, sino que sus corazones sean inamovibles y que estén preparados cuando canten y alaben… Los borrachos tienen cantos con los que se burlan de los buenos; los ateos tienen sus sonetos que deshonran al bendito Dios; ¿por qué no habría voz de júbilo y regocijo en el tabernáculo de los justos? (Sal. 118:15). Aunque mi casa sea un tabernáculo y todos sus moradores viajeros, nuestra obra es agradable. Avancemos con alegría y que los estatutos de Dios sean nuestros cánticos en este hogar de nuestra peregrinación.

Ya que un patrón de maldad sería más perjudicial para mi familia que el bien que puedan hacer mis preceptos —los hijos son más proclives a dejarse guiar por el ojo que por el oído—; por ello, deseo poner atención a mí mismo, sopesar y observar todas mis palabras y hechos, no sólo por mí, sino también por el bien de los que han sido encomendados a mi cuidado… Que yo pueda, por tanto, ser precavido en todos mis caminos y ser tan formal en lo espiritual [mis acciones], tan sobrio en los actos naturales, tan justo hacia los hombres, tan devoto hacia mi Dios, tan fiel en cada relación y tan santo y celestial en cada condición que pueda tener motivos para decirles a mis hijos y mis siervos, lo que Gedeón declaró a sus soldados: “Miradme a mí, y haced como hago yo” (Jue. 7:17).

Mi oración es que mi hogar, no sólo pase una parte de cada día de la semana al servicio de mi Dios, sino también todo el Día del Señor. Es un privilegio especial que el Señor me ha concedido para beneficio de mi familia, donde puedo ser especialmente útil para los míos y para la felicidad eterna de mi casa. Que no se pierda ni se profane la más mínima parte de ello dentro de mis puertas por la labor mundana, los pasatiempos o la ociosidad, sino que pueda tener tan presente mi cargo como para cuidar de que mis hijos… se abstengan de lo que mi Dios prohíbe y pasen todo ese día sagrado dedicándose a los sacros deberes. Con este propósito deseo que toda mi casa, varones y hembras, pueda comparecer [si tienen la capacidad necesaria] delante del Señor en público y alabarlo en su templo y que, en privado, pueda yo afilar la Palabra sobre ellos (como el segador hace con su guadaña), repitiéndola una y otra vez, según el precepto (Dt. 6:6-7). Señor, haz que en tu día mi casa sea como tu casa, dedicada tan solo a tu adoración. Y que tu presencia misericordiosa nos ayude en cada ordenanza para que la gloria del Señor pueda llenar la casa.

Suplico que pueda manifestar mi amor a las almas que componen mi familia al manifestar mi enojo contra sus pecados. Mi Dios me ha dicho: “No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado” (Lv. 19:17)… Si soportara la falta de santidad en mis hijos, los estaría criando para el infierno. Esos pecados del más profundo color púrpura son, muchas veces, los que se tiñen en la lana de la juventud. ¡Cuántos dolores lamentables padecen muchos al llegar a la vejez por las caídas que tuvieron en su juventud! No permitas jamás que, como Elí, honre a mis hijos… por encima de mi Dios, no sea que Él juzgue mi casa para siempre… porque mis hijos se envilecieron y yo no los refrené. Señor, no me dejes ser tan ingenuo ni tan necio como para matar a alguno de mi familia con una bondad que condena el alma, sino que mi casa sea como tu arca, donde, no sólo pueda hallarse la vasija de oro del maná, las instrucciones oportunas y beneficiosas, sino también la vara de Aarón, la reprensión y corrección adecuada y apropiada.

Te pido que jamás exponga a mi familia a las insinuaciones de Satanás, permitiendo la pereza en alguno de sus miembros, sino que yo pueda estar ocupado en mi vocación particular y vea que los demás son diligentes en sus distintas posiciones. El zángano perezoso se deja atrapar rápidamente en el vaso untado de miel y muere, mientras que la atareada abeja evita la trampa y el peligro. Haz que yo y los míos podamos estar siempre tan ocupados en la obra de nuestro Dios que no tengamos tiempo de ocio para escuchar al malvado… Señor, tú le has confiado un talento u otro a cada persona dentro de mi hogar, para que lo use; haz que yo y los míos trabajemos y nos ocupemos en esto y busquemos el reposo en el mundo venidero.

Ruego que se fomenten la santidad y la pureza en mi casa y que yo pueda tener el cuidado necesario para mantenerla en paz. Nuestros cuerpos se desarrollarán en las fiebres como nuestras almas en las llamas de la lucha. Mediante las granadas de la discordia, Satanás esperará conseguir con el tiempo la guarnición. “Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa” (Stg. 3:16). ¡Ojalá que el amor (que es el nuevo mandamiento, el antiguo y, en realidad, todos los mandamientos) pueda ser el uniforme de todos los que componen mi familia!… Porque el matrimonio es una comunión de la unión más cercana y la compenetración más entrañable de este mundo y porque el fruto de la fe cristiana crecerá en mayor cuantía si es amado por el dulce aliento y el cálido vendaval del amor en esta relación. Te ruego Señor que tú permitas que mi esposa sea para mí como la cierva amorosa y la agradable corza. Que siempre me sienta embelesado con su amor (Pr. 5:19). Que no haya provocación sino al amor y a las buenas obras. Que nuestra única lucha sea por ver quién será más activo en el servicio a tu majestad, fomentando el uno la felicidad eterna del otro. Capacítanos para llevar el uno las cargas del otro y cumplir así la ley de Cristo (Gál. 6:2) y para morar juntos como coherederos de la gracia de la vida para que nuestras oraciones no sean estorbadas.

En una palabra, mi ruego es temer al Señor con toda mi casa como hizo Cornelio (Hch. 10:1-2) y gobernarla, así, según la Ley de Dios, para que todos en ella estén bajo la influencia de su amor y sean herederos de la vida eterna. Señor, pido que te sientas complacido en ayudarme y prosperarme en la administración de esta gran y sólida responsabilidad, para que mi casa pueda ser la tuya… mis hijos los tuyos… y que mi mujer sea como la esposa de tu amado Hijo, para que cuando la muerte nos dé sentencia de divorcio y rompa nuestra familia, podamos cambiar nuestro lugar, pero no nuestra compañía. Permite que todos seamos ascendidos de tu casa de oración aquí abajo a tu casa de adoración en el cielo, donde nadie se casa ni se da en casamiento, sino que todos son como los ángeles (Mt. 22:30), siempre complaciendo, adorando y disfrutando de tu bendito Ser, “de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra” (Ef. 3:15) y a quien sea la gloria, la obediencia sincera y universal por los siglos de los siglos. Amén.

Tomado de “The Christian Man’s Calling” (El llamamiento del hombre cristiano) en The Works of George Swinnock (Las obras de George Swinnock), Tomo 1, The Banner of Truth Trust, www. banneroftruth.org.

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George Swinnock (1627-1673): Predicador y autor puritano; nació en Maidstone, Kent, Inglaterra.

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