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Estudia las tretas de Satanás, y reconoce su táctica. Pablo da por sentado que todo cristiano las entiende en cierta medida: “Pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Cor. 2:11). ¿Se puede decir lo mismo de ti? ¿Sabes tú lo sutil y astuto que es tu enemigo, y el amigo agradable que puede parecer?

“Siéntate a mi mesa de juego” —dice Satanás—. He aquí algunos premios tentadores: el estado terrenal, tu vida, tu libertad…”. Ahora bien, estarás de acuerdo con que estas son cosas buenas y lícitas. Pero ese es el truco de Satanás: amplía las reglas del juego de forma que, si juegas con él, seguramente violarás las leyes irrevocables e inmutables de Dios. Si no puedes obtener las cosas buenas limpiamente, sino solo haciendo trampas, sabes que el premio es falso y se volverá basura en tus manos. ¡Qué necio barajar rápidamente con Dios comprometiendo su verdad! Puede que pienses haber ganado alguna que otra mano, pero cuando el juego acabe, te encontrarás en la bancarrota.

Si Satanás te puede atraer al pecado con lo que te asegura que es un premio digno, te hallarás en un grave apuro, pero lo peor está aún por venir. Una vez que te tenga sentado a la mesa, empezará en serio a enseñarte los trucos del oficio. Este jugador diabólico te enseñará a deslizar tus pecados bajo la mesa, diciendo que nadie —ni siquiera Dios— lo verá. Ha estado enseñando el mismo truco desde Adán, que pensaba esconderse tras una hoja de higuera. ¿Qué hicieron los hermanos de José cuando lo dieron por muerto, sino esconder el hecho bajo la túnica ensangrentada? ¿Y cómo respondió la esposa de Potifar cuando José dio la espalda a su mirada adúltera? Escondió su pecado, de nuevo en la túnica de este, y lo acusó de su propia maldad.

¡Guárdate de hacer juegos arriesgados con Dios! Ninguna túnica cubrirá tu pecado; ninguna mano es lo bastante rápida como para esconderlo bajo la mesa y engañar a la mirada de Dios. Si no te pide cuentas en esta vida, puedes estar seguro de que le responderás en la eternidad.

El más grave castigo que Dios puede imponer a este lado de la eternidad, es dejar al pecador a su aire, yendo camino del Infierno en compañía de Satanás. Uno de los peligros de jugar con el diablo es que llega a gustarte. Es adictivo como el vino, y crea una sed insaciable. Si practicas los trucos del diablo durante mucho tiempo, tu alma ennegrecida empezará a inventar jugarretas por su cuenta para satisfacer tu apetito ansioso de pecado. Ningún pecado refleja mayor logro de maldad que aquel que es resultado de la meditación deliberada. Si fijas tu corazón en la maldad, Satanás te prestará su propio carruaje y te hará de cochero para llevarla a cabo.

Advertencias

Estos son pensamientos solemnes, y nos llenarían de espanto si no tuviéramos una receta poderosa para la salud espiritual escrita por la mano de Dios. Léela con cuidado, y síguela al pie de la letra:…

  1. Pide el consejo de Dios

El Cielo tiene vistas al Infierno, y Dios, en cualquier momento, te puede indicar las conspiraciones que allí se urden en tu contra. El que hace el reloj conoce todos sus engranajes. Dios creó a la retorcida serpiente (aunque no su retorcimiento), así que la conoce a fondo. Satanás también es prisionero de Dios; y el Señor es su vigilante y siempre lo tiene a la vista.

Toda transacción en el Cielo o en el Infierno pasa por las manos de Cristo. El Hijo sabe todo lo que sabe el Padre, y está dispuesto a revelar a sus santos todo lo que necesitan saber en esta vida (Jn. 15:15). Vivimos una época de alta intriga política. Solo unos pocos que están en las alturas del mundo comprenden los misterios de Estado; los demás sabemos poco más que lo que leemos en los periódicos. Es lo mismo con las conspiraciones que Satanás teje furtivamente contra las almas humanas. Pocos tienen idea del propósito de Satanás en su contra. Se trata de los cristianos, a quienes el Espíritu de Dios no solo revela lo que ha preparado para ellos en el Cielo, sino también la trama de las maquinaciones mortales de Satanás aquí en la tierra.

  • 2. Conoce tu corazón

Ten un conocimiento íntimo de ti mismo, y podrás comprender mejor los designios de Satanás en tu contra. Él escoge su método de tentar según la inclinación que encuentra allí. Igual que un general recorre la muralla de la ciudad para examinarla y, luego, dirige su asalto al punto más débil, así Satanás rodea y considera al cristiano en todos los aspectos antes de tentarlo.

  • 3. Lee la Palabra de Dios con atención

Allí se encuentra la historia de las batallas más destacadas entre los grandes soldados de Cristo y su adversario, Satanás. Podrás leer cómo los venció el diablo, y como recuperaron el terreno perdido. No hay un deseo que ronde por tu mente, que no veas allí expuesto; ni una tentación contra la cual no te arme la Palabra de Dios. Se dice que cierto hombre planeaba envenenar a Martín Lutero, pero a este le avisó un amigo fiel enviándole un retrato del presunto asesino. Cristiano, la Biblia te muestra los rostros de aquellos pecados que Satanás emplea para destruir tu preciosa alma: “Tu siervo es además amonestado con ellos” (Sal 19:11).

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Extracto del libro:  “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall

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