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Nuestra relación con Cristo es paralela a nuestra relación con Adán, el primer hombre.

Rom_5:12  Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

 Antes de promulgarse la ley, ya existía el pecado en el mundo. Es cierto que el pecado no se toma en cuenta cuando no hay ley; sin embargo, desde Adán hasta Moisés la muerte reinó, incluso sobre los que no pecaron quebrantando un mandato, como lo hizo Adán, quien es figura de Aquel que había de venir. Pero la transgresión de Adán no puede compararse con la gracia de Dios. Pues si por la transgresión de un solo hombre murieron todos, ¡cuánto más el don que vino por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, abundó para todos!

Tampoco se puede comparar la dádiva de Dios con las consecuencias del pecado de Adán. El juicio que lleva a la condenación fue resultado de un solo pecado, pero la dádiva que lleva a la justificación tiene que ver con una multitud de transgresión.

Rom 5:12  Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

Rom 5:13  Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado.

Rom 5:14  No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.

Rom 5:15  Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo.

Rom 5:16  Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación.

Rom 5:17  Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.

Rom 5:18  Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.

Rom 5:19  Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.

 La unión con Adán y la unión con Cristo es la forma en que Dios trata con la humanidad.

1Cor 15:21-22 Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.

1Cor 15:45-49 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.

Lo que es verdadero en nuestra relación con Adán, será básicamente verdadero en nuestra relación con el segundo Adán, el Señor Jesucristo.

Nuestra relación con Adán fue primero una relación legal; es decir, una relación creada y sustentada por una ley ordenada divinamente. Nuestra relación con Adán no fue producto de la evolución o de la casualidad. Tampoco fue producto de un contrato social celebrado entre Dios y nosotros. La relación legal que tenemos con Adán, la cual nos sujetó a su éxito o fracaso, es una disposición de la soberanía absoluta de Dios. Esto responde la pregunta: «¿Por qué nos colocó Dios en una relación legal con Adán?» Dios lo hizo simplemente para el aumento de su propia gloria, y más allá de esto, podemos decir que lo hizo porque así le agradó hacerlo.

Cuánto reclaman los corazones de los pecadores rebeldes en contra de esta relación con Adán. «No es justo » dicen, «Yo no pedí a Adán que fuera mi representante», » ¿Quién se cree Dios que es para hacer esto?», «¿Por qué debo ser yo castigado por el pecado de otro (de Adán)?» Veamos Romanos 9:19-23 en donde el apóstol Pablo responde magistralmente a estas objeciones:

Rom 9:19-23  Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad?  Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria

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 Extracto tomado del libro: Unión con Cristo, de Albert N. Martin

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