En BOLETÍN SEMANAL

La gente se engaña al imaginarse tres dioses, de los cuales cada uno tiene su parte de la esencia divina. Nosotros, al contrario, enseñamos, conforme a la Escritura, que no hay más que un solo Dios esencialmente y, por ello, que tanto la esencia del Hijo como la del Espíritu Santo no han sido engendradas; pero, como quiera que el Padre es el principio en el orden y engendró de si mismo su sabiduría, con justa razón es tenido por principio y fuente de toda la divinidad Y así Dios no es en absoluto engendrado, y también el Padre respecto a su Persona es ingénito.

Se engañan también los que piensan que de lo que nosotros decimos se puede concluir una cuaternidad, pues con falsía y calumniosamente nos atribuyen lo que ellos han forjado en su imaginación, como si nosotros supusiéramos que de una misma esencia divina se derivan tres Personas; pues claramente se ve en nuestros libros que no separamos las Personas de la esencia, sino que decimos que, aunque residan en la misma, sin embargo hay distinción entre ellas. Si las Personas estuviesen separadas de la esencia, sus razones tendrían algún fundamento, pero entonces la Trinidad sería de dioses, no de Personas, las cuales decimos que un solo Dios encierra en sí; y de esta manera queda solucionada la cuestión sin fundamento que suscitan al preguntar si concurre la esencia a formar la Trinidad, como si nosotros supusiéramos que de ella proceden tres dioses.

La objeción que promueven, que de esta manera la Trinidad estará sin Dios, procede de su misma necedad y torpeza. Porque aunque la Trinidad no concurra como parte o como miembro para distinguir las Personas, con todo ni las Personas existen sin ella, ni fuera de ella; porque, si el Padre no fuese Dios, no podría ser Padre; ni el Hijo podría ser Hijo si no fuese Dios. Por tanto, afirmanos absolutamente que la divinidad es por sí misma. Y por eso declaramos que el Hijo, en cuanto Dios, es por sí mismo, prescindiendo de su aspecto de Persona; pero en cuanto es Hijo, decimos que procede del Padre. De esta manera su esencia no tiene principio, y el principio de la Persona es Dios mismo. Y ciertamente todos los antiguos doctores eclesiásticos que escribieron acerca de la Trinidad refirieron este nombre únicamente a las Personas, porque sería gran error, e incluso impiedad brutal, incluir la esencia en la distinción. Porque los que se forjan una concurrencia de la esencia, el Hijo y el Espíritu, como si la esencia estuviera en lugar de la Persona del Padre, evidentemente destruyen la esencia del Hijo y del Espíritu Santo; pues en ese caso las partes que deben ser distintas entre si se confundirían, lo cual va contra la regla de la distinción.

Finalmente, si estos dos Nombres: Padre y Dios, quieren decir lo mismo, y el segundo no conviene al Hijo, se seguiría que el Padre es el deificador, y no quedaría al Hijo más que una sombra de fantasma; y la Trinidad no sería sino la unión de un solo Dios con dos cosas creadas.


Extracto del libro: “Institución de la Religión Cristiana”, de Juan Calvino

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