En ARTÍCULOS

Una persona puede entrar en tentación sin ser consciente de que un deseo pecaminoso se ha despertado en él. Un ejemplo de esto es cuando el corazón de una persona empieza secretamente a estar a gusto con la tentación y la alimenta dándole la oportunidad para crecer en varios aspectos pero sin cometer abiertamente el pecado.

Esto es una forma muy sutil de tentación. Un ejemplo nos ayudará a detectarla: Un hombre comienza a ganar una reputación de piedad, sabiduría, aprendizaje, etc. (Cosas buenas en sí mismas). Algunas personas le alaban por ello y él comienza a disfrutarlo hasta que su orgullo y ambición son afectados. Entonces, se propone esforzarse mucho para mejorar sus dones y sus gracias, pero sus motivos son equivocados. Lo está haciendo para engrandecer su reputación. Está entrando en tentación y si no se da cuenta de ello, muy pronto le hará un esclavo del deseo pecaminoso de buscar una buena reputación.

Jehú es un buen ejemplo del Antiguo Testamento de esta clase de hombre (2 Rey.10: I5-17). Se dio cuenta que estaba ganando una reputación a causa de su celo por Jehová. Luego se encontró con Jonadab (un hombre bueno y santo), y le dijo: «Ven conmigo y veré mi celo por Jehová». Es evidente que Jehú estaba pensando dentro de si; «Aquí tengo una buena oportunidad de incrementar mi reputación» y entonces se puso a obrar fervientemente. Las cosas que Jehú hizo fueron buenas en si mismas, pero sus motivos fueron malos. Estaba siguiendo sus deseos pecaminosos. Jehú había entrado en la tentación sin darse cuenta.

Aquellos que están involucrados en la obra del ministerio y en la predicación de Evangelio son especialmente propensos a caer en esta clase de tentación sutil.  Muchas cosas acerca de la obra del ministerio pueden ser un medio para ganar una buena reputación y la estima de buenos hombres. Las capacidades de un predicador, su franqueza al hablar, su fidelidad, su coraje, su éxito, etc. pueden ser medios para incrementar su reputación. ¿No habremos hecho acaso algún bien por motivos equivocados? (Por ejemplo, para ser vistos por los hombres, para ganar alguna ventaja personal, por intereses propios o para evitar la critica de los demás.) Entonces, hemos entrado en la tentación.

Cuando los deseos pecaminosos se encuentran con la tentación.

Cuando una persona se halla en una situación en donde sus deseos pecaminosos tienen la oportunidad de ser satisfechos, y se encuentra a sí mismo, siendo animado a tomar provecho de la oportunidad, entonces esa persona ha entrado en la tentación. Es casi imposible que una persona que se encuentra frente a oportunidades idóneas para cumplir sus deseos pecaminosos no sea atrapada. Cuando vinieron los embajadores del rey de Babilonia, el orgullo de Ezequías le hizo caer en una tentación. Cuando Hazael llegó a ser rey de Siria (2 Rey.8:7-l5, 13:3.22), su crueldad y su ambición le hicieron enfurecerse en contra de Israel. Cuando los sacerdotes vinieron con sus treinta piezas de plata, la codicia de Judas obró instantáneamente para vender a su Maestro (Luc.22:3-6).

El material inflamable debería ser guardado lejos del fuego. De la misma forma, es importante guardarnos o alejarnos de las cosas que pudieran despertar nuestros deseos pecaminosos. Algunas personas piensan que pueden jugar con serpientes sin ser mordidos, tocar la pintura fresca sin mancharse, jugar con el fuego sin quemarse, pero están equivocados. ¿Le brindan su trabajo, su estilo de vida o sus amistades algún tipo de oportunidades para satisfacer sus deseos pecaminosos? Si así es, entonces has entrado en tentación y solamente Dios sabe como terminará.

Finalmente, un estado debilitado del alma es indicativo de que has entrado en la tentación.

De la misma manera que un pobre estado de salud física te hace más propenso a enfermarte, así también un estado pobre de salud espiritual te hace más propenso a caer en la tentación. Para ser más específico, cuando la vida espiritual de una persona está debilitada, esa persona ha entrado en la tentación. Puede ser que al principio se ignore la tentación particular en que ha entrado. Pero no tardará mucho en descubrir, para su propia tristeza y consternación, cuál es la tentación. Para ayudarnos a detectar esta entrada particular en la tentación, debemos considerar las maneras en que la vida espiritual de una persona puede ser debilitada. Por ejemplo, cuando llevamos a cabo los deberes cristianos en una forma negligente o superficial, siempre conducirá al debilitamiento de la vida espiritual. Cuando una persona puede descuidar estos deberes o contentarse con realizarlos en forma negligente o fría (es decir, sin el gozo, el deleite o la satisfacción del alma que antes tenía), entonces esa persona se está volviendo espiritualmente débil.

La siguiente, es una regla infalible: Si el corazón del creyente es débil, negligente, o mecánico en la adoración a Dios, entonces, alguna tentación ha empezado a obrar en su corazón. El amor al mundo, o el orgullo, o la impureza, o el egoísmo, o la malicia y la envidia, o alguna otra cosa se ha apoderado de su espíritu. En las palabras de Oseas: “Los extranjeros le minan las fuerzas, pero él ni se da cuenta.  Su pelo se ha encanecido, pero él ni se da cuenta”: Es importante tomar en cuenta que un creyente, a fin de suavizar su conciencia, puede participar de forma externa en la adoración a Dios. Puede orar y puede leer y escuchar la predicación de la Palabra de Dios, pero todo con un corazón frío e indiferente (sin una vivencia real en la realización de estos deberes). La iglesia en Sardis mantenía la forma externa de sus deberes religiosos y así ganó reputación de ser una iglesia viva. Pero el Señor sabía la verdad y su veredicto fue: «Tienes nombre de que vives y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir.» (Apo.3: 1-2)

Hay una relación muy estrecha entre la nueva naturaleza y los deberes de la adoración a Dios que no pueden ser separadas a menos que alguna tentación secreta esté debilitando el alma. (Esta relación es ilustrada en el Salmo 119.) Por lo tanto, si un creyente encuentra (por un honesto auto examen) que su «latido espiritual» no es tan fuerte como debería ser, y encuentra que no tiene mucho deleite en las cosas de Dios, entonces debería concluir que ha entrado en tentación (aún cuando la forma exacta de la tentación no le sea conocida todavía). Tal creyente está en una condición espiritual muy peligrosa. Si no busca y trata con la causa de su debilidad espiritual, es altamente improbable que pueda escapar de caer en una gran tentación y pecar. Dios en su misericordia puede prevenir que no caiga en pecado. Por otra parte, Dios puede disciplinar a ese creyente quitándole una conciencia de Su presencia y Su protección.

   —-

Extracto del libro: “La tentación” de John Owen

Al continuar utilizando nuestro sitio web, usted acepta el uso de cookies. Más información

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra POLÍTICA DE COOKIES, pinche el enlace para mayor información. Además puede consultar nuestro AVISO LEGAL y nuestra página de POLÍTICA DE PRIVACIDAD.

Cerrar