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Lo que SI es nuestra unión con Cristo

  • Es una unión mística.

La palabra «mística» tiene sus raíces en una palabra griega que quiere decir «misterio». En Romanos 16:25-27 encontramos las ideas principales en cuanto a los misterios del evangelio. «Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe, al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén».

Estos versículos nos dicen lo siguiente:

  1. El misterio del evangelio se originó en la mente de Dios. Pero Dios lo ha mantenido oculto desde la eternidad.
  2. Dios lo reveló y luego lo hizo escribir en las Escrituras. Después, los predicadores lo enseñan.
  3. Las personas responden al evangelio al creer. Colosenses 1:27 específicamente identifica el misterio como la unión con Cristo. Dios ha revelado» ese misterio… que es Cristo en vosotros…» El misterio que antes había sido escondido desde la eternidad, ahora es revelado a los santos. Es el mensaje que Pablo (v.25) y los demás apóstoles (v.28) debían proclamar.
  4. Efesios capítulo 5 también habla del misterio de nuestra unión con Cristo. La relación que existe entre esposos es el patrón de la relación entre Cristo y la iglesia (versículo 32). La unión entre Cristo y su pueblo es verdaderamente un gran misterio, pero no es que no se pueda explicar con palabras. Es una unión mística en el sentido dado en Romanos 16:25¬26. Es decir, es algo que sabemos porque Dios nos lo ha revelado en las Escrituras.
  • Es una unión indisoluble.

«Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús.» (Romanos 8:1). Este capítulo 8 de Romanos continúa señalando algunos de los privilegios que el creyente recibe por hallarse “el Cristo”. Romanos 8:38 es la cumbre de este pensamiento. Nada puede separar al creyente de Cristo. El creyente es miembro el cuerpo de Cristo. Si se rompe esta unión, sería como cortar del cuerpo algunos de sus miembros. Efesios 5:29 nos dice que Cristo sustenta y cuida la iglesia. Por consiguiente, podemos estar seguros de que Cristo no permitiría que cayera la ira de Dios sobre la iglesia.

El apóstol Juan habla de la misma manera: «De cierto de cierto os digo: el que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.» (Juan 5:24).

Juan en el capítulo 10 habla de Cristo como pastor y de su pueblo como sus ovejas: «No perecerán jamás» (versículo 28).

La unión del creyente con Cristo existe desde antes de la creación del mundo cuando Dios nos escogió en Él. Es imposible que esta unión se rompa. Véase Romanos 8:29,30. Dios llamó a los creyentes a la comunión con su Hijo (1 Corintios 1:9). Dios los justificó; es decir, imputó la justicia de Cristo a ellos. Dios los glorificó; es decir, los llevará con seguridad a la gloria. «Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Romanos 8:31)

¿Cuándo estuvo Dios «por nosotros»? No solamente durante nuestra vida cuando Él nos salvó y puso su Espíritu en nuestros corazones. Él estuvo «por nosotros» cuando nos escogió en Cristo. Él estuvo «por nosotros» cuando Cristo fue concebido en el vientre de María. Él estuvo «por nosotros» viviendo una vida de perfecta obediencia. Él estuvo «por nosotros» en Getsemaní, y cuando murió, fue sepultado, resucitó, y ascendió al Padre. Recordemos que nosotros morimos con Cristo y resucitamos con Él.  

“Dios llegó incluso a permitir que su propio Hijo muriera por nosotros. Con toda seguridad nos dará junto con su Hijo todo lo que tiene”. (Rom 8:32) Nuestra unión con Cristo es verdaderamente una unión indestructible.

Hay que tener mucho cuidado con esta doctrina de la perseverancia de los santos para no abusar de ella. Debemos insistir que si alguno está en Cristo, mostrará por su conducta santa que está en unión con Cristo. No creemos que una persona pueda estar segura de su salvación si vive una vida de pecado. Decir que si, es declararse en contra de la Ley de Dios.

Un verdadero creyente anhela ser santo. Está constantemente luchando en contra del pecado, y a veces se pregunta si al final va a alcanzar el cielo o no. Estas dudas ocurren porque, el creyente está unido a Cristo. El Espíritu de Dios en el corazón del creyente hace que desee la perfección que alcanzará solamente cuando esté en el cielo. Los creyentes que tienen estas luchas deben recibir seguridad de que la unión entre ellos y Cristo no puede romperse. Ellos ganarán la batalla al final. Esto es lo que Hebreos 7:25 significa. Nadie va a ser salvo a no ser que su vida sea transformada. Pero nuestra perseverancia depende del trabajo de nuestro gran Intercesor que está sentado a la derecha del Padre. Cristo está orando continuamente por nosotros. Por consiguiente, su gracia está continuamente disponible, y permanentemente estamos en comunión con Él.

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 Extracto tomado del libro: Unión con Cristo, de Albert N. Martin

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