​ Habiendo visto cómo Dios cuida a su pueblo mediante una providencia especial, ahora encontramos que Él nos manda pensar seriamente acerca de sus hechos, especialmente en tiempos difíciles. Hacerlo fortalecerá nuestra fe. (Mat.6:28)  Si uno no se fija atentamente en la providencia de Dios, ninguna alabanza podría ser dada a Dios por ello  Los hombres son llamados a alabar a Dios por su providencia en cada uno de estos casos. En el Salmo 107:43 el salmista dice: “¿Quién es sabio y guardará estas cosas y entenderá las misericordias de Jehová?” Por la observación de estos hechos nuestra fe será fortalecida.

 David fue animado por los hechos de la providencia en el pasado para conseguir más victorias en el futuro. “Jehová que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, El también me librará de las manos de este filisteo.” (1 Sam.17:37) Pablo habla de la misma manera: “Dios… El cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará de tan grande muerte.” (2 Cor.1:10) Los discípulos fueron reprendidos por Cristo porque no recordaron ni entendieron los milagros de alimentación a las multitudes con unos cuantos peces y panes. (Mat.16:9-10)  

Piensa tanto como puedas acerca de las providencias de Dios.
El salmista dijo: “Me acordaré de las obras de Jehová; Sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas. Meditaré en tus obras, y hablaré de tus hechos.” (Sal.77:11-12) Mientras que recuerde desde el principio hasta ahora lo que Dios ha sido para usted y lo que ha hecho por usted, su corazón se ablandará antes de que pueda llegar al final de su pensamiento. De no ser así su corazón está endurecido. No hay otra historia tan placentera en todo el mundo como la historia de su vida. Siga viendo la manera en que Dios le ha guiado hasta que lo entienda mejor. El siervo de Elías siguió mirando al cielo hasta que vio la pequeña nube que pronto cubrió todo el horizonte. Así, a primera vista puede que usted no vea gran cosa en algunas providencias, pero después de mirar “siete veces”, verá que su gloria se incrementa cada vez más. Hay que considerar muchas cosas antes de juzgar el valor de un solo acto de la providencia divina. Hay por ejemplo: el tiempo en que ocurre el evento, la naturaleza personal de un acontecimiento particular, la manera en que un acto de misericordia conduce a otra y además, los medios improbables usados por la providencia. Sobre todas las cosas, debemos pensar acerca del propósito de la providencia, en todo lo que acontece en nuestras vidas. “Y sabemos que a los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, los que conforme a su  propósito son llamados.” (Romanos 8:28) Finalmente, la providencia está estrechamente relacionada con la oración. Cuando Dios nos guía a pedirle algo en oración y nos contesta, es como si la providencia estuviera guiada por nuestras oraciones.

Piense en cómo la Palabra de Dios es cumplida por la providencia
Josué pudo decir al pueblo de Israel: “No se ha perdido una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros…” (Josué 23:14) Esta es la verdad respecto a todo el pueblo de Dios. Si estamos inquietos acerca de lo que nos está pasado, deberíamos ver lo que la Palabra de Dios dice sobre estas cosas, y muy pronto nuestras mentes encontrarían descanso. El salmista encontró esta misma verdad cuando fue al santuario de Dios y escribió: “Comprendí el fin de ellos.” (Salmo 73:17)
Es para nuestro propio beneficio apegarnos a las reglas y normas de la Escritura. Cuando lo hacemos, los eventos de la providencia nos muestran en donde nos desviamos. Igual como cuando David pecó tan horriblemente y la providencia divina le mostró su error. (2 Sam.12:11,12) La Palabra de Dios nos dice que es mejor confiar en Dios que confiar en el hombre. Efectivamente, la Escritura maldice a cualquiera que pone su confianza en el hombre y no en Dios. (Salmo 118:8; Jeremías 17:5) ¡Cuan grandes son las promesas divinas de que la providencia cuidará a los piadosos! Nos dicen que no hay ningún hombre que haya dejado su casa o sus posesiones por causa del Evangelio, que perdiera cosa alguna. (Marcos 10:29,30) El apóstol Pablo es un ejemplo de uno que dejó todo para seguir a Cristo. Pablo habla de sí mismo como: “no teniendo nada, mas poseyéndolo todo”. (2 Cor. 6:10) Desde aquél entonces hasta el día de hoy, muchos millares han encontrado que al obedecer y confiar en las promesas de Dios han sido suplidos con más de lo que tenían antes. La Palabra de Dios declara que en cualquier condición en que se encuentren los creyentes, Dios nunca les desamparará ni los dejará. (Hebreos 13:5) Estará con ellos aún en la angustia. (Salmo 91:15) Pregúntese a sí mismo: ¿Dios me ha dejado bajo la presión de mis cargas? Puede que se haya sentido como David cuando dijo: “Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl…” (1 Samuel 27:1) Pero igual como él, usted ha sido librado de sus problemas y las promesas de Dios se han cumplido al pie de la letra. Leemos que la Palabra de Dios es el único apoyo y alivio en el día oscuro de la aflicción (Salmo 119:50,92) y que para este propósito fue escrita la Palabra. (Rom.15:4) ¿No ha sido confirmada esta verdad por miles de experiencias? Si la providencia le ha mostrado tales promesas y le ha asegurado que el Señor le ama, entonces ¡el peso de sus cargas es menos que antes! También la providencia confirma la Palabra que dice que la única manera de incrementar nuestras posesiones es por medio de dar alegremente a otros como al Señor. (Proverbios 11:24,25; 19:17) La mejor manera para gozar de la paz y la tranquilidad mental consiste en obedecer su Palabra y encomendarnos en todo lo que le concierne al Señor. (Salmo 37:5-7; Proverbios 16:3) No estoy diciendo que los creyentes nunca estarán afligidos. Tampoco afirmo que Dios siempre castiga cada pecado de inmediato. (Si lo hiciera así, ¿Quién podría mantenerse? Salmo 130:3) Pero lo que afirmo es esto: Cuando Dios disciplina a sus hijos lo hace en su misericordia. Por medio de tales providencias, tanto las amenazas como las promesas de la Palabra de Dios son cumplidas.
Asegúrese de ver a Dios como Aquel que causa y dirige todos los eventos de la providencia
Dios es “el Padre de misericordia y el Dios de toda consolación.” (2 Cor.1:3) Y “vuestro padre celestial sabe que de todas esas cosas habéis menester.” (Mat.6:32) Usted solo tiene que decirle lo que necesita para estar libre de la ansiedad. (Fil.4:6) Observe la sabiduría de la libre gracia de Dios, la cual es el medio a través del cual las misericordias divinas le llegan. Todas ellas le llegan por medio de la sangre de Cristo y del pacto de la gracia. (1 Cor.3:22-23)

Nunca olvide que Dios es soberano.
 Dios es un ser mucho más grande que usted, el Todopoderoso quien hace según le place. (Sal. 115:3) Hace unos cuantos años usted ni siquiera existía. Cuando a Él le plació traerle a usted al mundo, usted no tuvo nada que ver en cuanto al lugar o la condición en la cual habría de nacer. Debemos ver también a Dios en las providencias tristes. Vea la gracia y la bondad de Dios en todos los acontecimientos tristes. Aún en los momentos más oscuros podemos ver dos clases de la bondades de Dios: Primero, misericordia en no acabar con el mundo; y segundo, misericordia en preservar a su pueblo para el mundo venidero. Entonces vea la sabiduría de Dios en todas sus aflicciones. La duración y la cantidad del sufrimiento son tales que no lo dejan a usted desamparado. Vea estas cosas y hágase la pregunta que Dios hizo a Jonás: “¿Te enojas tanto por la calabacera?” (Jon. 4:9) La fidelidad del Señor significa que no fallará en disciplinar cuando fuera necesario, ni desamparará a su pueblo mientras que la aplica. (1 Ped. 1:6 y 2 Cor.4:9) ¿No puede ver usted más en Dios, que en cualquier persona o cosa que hubiera perdido? El es la Roca de la eternidad, “El mismo ayer, hoy y por los siglos.” (Heb.13:8) Podría ser que dos o tres días hayan efectuado un cambio triste en sus circunstancias; pero Dios es todavía el mismo de siempre, el tiempo no hace ningún cambio en El. “Se seca la hierba, se marchita la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.” (Isa. 40:8)

Despierte su corazón a fin de poder contemplar y comprender los diferentes caminos de las diversas providencias de Dios. (Ecle.7:14)
Hay dos tipos de consuelo, el natural y el espiritual. Hay un tiempo cuando los creyentes deberían gozarse de ambos (Est.9:22), y hay otro cuando el consuelo natural no puede disfrutarse. (Sal.137:2) Pero no hay ningún tiempo cuando el gozo espiritual y el consuelo divino deberían dejar de experimentarse. (1 Tes.5:16 y Fil.4:4) Aún en las peores angustias que sobrevienen al creyente, deberíamos hacernos las siguientes preguntas:

1¿Por qué deberían tales angustias hacernos olvidar nuestro consuelo en Dios, cuando son solo pasajeras y nuestra felicidad en Dios es eterna?   
2. ¿Por qué deberíamos estar tristes mientras que nuestro Dios está con nosotros en nuestros problemas? La promesa “Con él estaré Yo en la angustia” (Sal. 91:15) debería apoyarnos en todas nuestras cargas.
3. ¿Porqué deberíamos estar tristes los que somos creyentes, mientras que podemos estar seguros de que ningún acto de la providencia, no importa cuán malo parezca ser, es señal de que Dios nos aborrezca? El corazón de Dios está lleno de amor para con sus hijos, aún y cuando la faz de la providencia esté frunciéndonos el ceño.
4. ¿Porqué deberíamos estar deprimidos cuando estamos seguros de que aún por medio de estas providencias tristes Dios nos quiere hacer bien? (Rom. 8:28) 5. ¿Por qué no deberíamos pensar de nuestro gozo en Dios si el tiempo está cerca cuando nuestras tristezas se desvanecerán y ya no sufriremos más? “Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos.” (Apo. 7:17)

 Si usted quiere conservar su gozo y su consuelo en toda circunstancia, tenga cuidado de no amar demasiado las cosas de este mundo. Piense en la segunda venida del Señor, y las cosas terrenales le parecerán insignificantes. Ponga su corazón en las cosas que son eternas, y no corra el riesgo de perder el gozo de la comunión con Dios por causa de algún gozo de carácter terrenal. Aunque tengamos más o menos de las cosas de este mundo, debemos de aprender a estar contentos. (Fil. 4:11-12) Pido a aquellos que no son creyentes, que consideren seriamente estos asuntos. Las Escrituras dicen que el infierno es el destino eterno de los impíos. El hecho de que usted continúe aún con vida le muestra la grandeza de la paciencia y la longanimidad divinas. Usted no tiene derecho a ninguna misericordia y no obstante, la misericordia prolonga su vida. La predicación del Evangelio por el cual pudiera escapar del castigo del infierno ¿no significa nada para usted? ¿Qué dirían aquellos que en la actualidad están perdidos eternamente, si pudieran regresar a la posición en que usted está ahora? Volviendo nuevamente al pueblo del Señor, le pido que considere las misericordias espirituales y las bendiciones que usted recibe del Señor Jesucristo. Una sola de estas misericordias es suficiente para endulzar todos sus problemas en este mundo. “Bendito el Dios y Padre del Señor nuestro Jesucristo, el cual nos bendijo con toda bendición espiritual en lugares celestiales en Cristo.” (Ef.1:3) Considere lo que su pecado merece realmente de Dios y lo que fue necesario para limpiarlo de él. Su pecado merece la ruina eterna y sin embargo, usted disfruta muchísimas misericordias. Las aflicciones que le sobrevienen en la providencia divina son necesarias para sujetar el pecado que aún permanece en usted. Aún así ¿no encuentra usted que todavía posee un corazón orgulloso? Considere que tan cerca del cielo está usted. Tenga una poca de paciencia y pronto todo será tan bueno como su corazón deseara; “Porque ahora nos está más cerca nuestra salvación que cuando creímos.” (Rom.13:11)

Si la providencia retrasa cualquier bendición por la cual usted ha orado y esperado, no se canse de rogar a Dios
Siempre queremos las cosas de inmediato. Pero las providencias tristes todavía no han tenido el efecto deseado sobre nuestro corazón. Cuanto más esperemos, más dulce será cuando llegue la respuesta. “Se dirá en aquel día; he aquí este es nuestro Dios, le hemos esperado y nos salvará: Este es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación.” (Isa.25:9) El niño necio corta y come la manzana verde. Pero cuando el fruto está maduro, cae por sí mismo y es más placentero comerlo. Frecuentemente, las bendiciones están más cerca cuando las esperanzas del pueblo de Dios están casi perdidas. La liberación del pueblo de Dios de manos de Egipto y Babilonia, sucedieron así. (Ex.2:23 y Ez.37:11) En nuestro propio caso particular, quizás las bendiciones hayan sido atrasadas porque no estábamos aptos para recibirlas. De todos modos, nunca las merecemos. Las bendiciones siempre son el fruto de la pura gracia divina. Por lo tanto, siempre tenemos buenas razones para esperarlas con paciencia y con un corazón agradecido.

​Extracto del libro: el misterio de la Providencia, de John Flavel 

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