En BOLETÍN SEMANAL
​Qué debo hacer en un mundo de enfermedad. Una de las obligaciones más importantes que el predominio de la enfermedad nos impone es la de estar siempre preparados para ir al encuentro de Dios. Otra obligación importante que la enfermedad te impone, es la de estar preparado para soportarla pacientemente. Y otra obligación es la de mostrar una disposición para compadecerte y ayudar a tus semejantes.

«El que amas está enfermo.» (Juan 11:3)

Me sabría mal terminar el tema sin decir nada sobre este particular. Es de una gran importancia predicar el mensaje de salvación sin perdernos en generalidades. Deseo, pues, hacer llegar a cada lector el mensaje central del tema que nos ocupa, y despertar en ellos la responsabilidad que el mismo implica. Lamentaría de veras si al fin de este escrito el lector se preguntara: “¿Qué lección práctica he aprendido? ¿Qué es lo que debo hacer en medio de este mundo de enfermedad y muerte?”

a) Una de las obligaciones más importantes que el predominio de la enfermedad nos impone es la de estar siempre preparados para ir al encuentro de Dios. La enfermedad es un recordatorio de la muerte. La muerte es la puerta a través de la cual todos nosotros debemos pasar al juicio en el que compareceremos delante de Dios. Es importante, pues, que los habitantes de un mundo que enferma y muere se preparen para ir al encuentro de Dios.

¿Cuándo estarás preparado para ir al encuentro de tu Dios? Nunca estarás preparado, a menos que tus iniquidades hayan sido perdonadas y cubiertos tus pecados. Nunca, hasta que tu corazón haya sido regenerado y tu voluntad haya sido enseñada a deleitarse en la voluntad de Dios. Tus pecados son muchos; y sólo la sangre de Jesucristo te puede limpiar de todos ellos. Sólo la justicia de Cristo puede admitirte a la presencia de Dios. La fe, la fe sencilla como de niño, puede proporcionarte interés en Cristo y en sus beneficios. ¿Te gustaría saber si estás preparado para ir al encuentro de Dios? Permíteme, entonces, que te pregunte: ¿dónde está tu fe? Por naturaleza tu corazón no está preparado para la compañía de Dios. El hacer Su voluntad para ti no es motivo de placer. El Espíritu Santo debe transformarte según la imagen de Cristo. Todas las cosas pasarán. ¿Te gustaría saber si estás preparado para ir al encuentro de Dios? Entonces, ¿dónde está la gracia? ¿Dónde están las evidencias de tu conversión y de tu santificación?

En esto, y sólo en esto, consiste la verdadera preparación para ir al encuentro de Dios. El perdón de los pecados y la aptitud para disfrutar de la presencia de Dios; la justificación por la fe y la santificación del corazón; la sangre de Cristo vertida sobre nuestros espíritus y el Espíritu de Cristo morando en nosotros; he aquí los esenciales de la religión cristiana. Y no son meras palabras para dar motivo a que los teólogos se enfrasquen en contiendas y disputas; sino que son realidades sobrias, sólidas y substanciales. Para vivir en un mundo de enfermedad y muerte, te es esencial la posesión de esas realidades espirituales.

b) Otra obligación importante que el predominio de la enfermedad te impone, es la de estar preparado para soportarla pacientemente. La enfermedad constituye una prueba dura para la carne. El sentir como si los nervios se hubieran soltado y la energía física debilitado; el obligársenos a permanecer sentados y apartados de nuestras ocupaciones habituales; el ver como nuestros planes se truncan y nuestros propósitos se frustran; el sufrir largas horas, días y noches de cansancio y dolor, todo esto constituye una carga severa para nuestra pobre naturaleza pecadora. Ciertamente, en un mundo de muerte como es el nuestro, debemos ejercitarnos en la paciencia.

¿Cómo podremos sobrellevar pacientemente la enfermedad cuando sea nuestro turno sufrirla? Debemos almacenar reservas de gracia en el tiempo de salud. Debemos buscar la influencia santificadora del Espíritu Santo sobre nuestros temperamentos indisciplinados y sobre nuestras motivaciones. Debemos hacer de la oración una ocupación habitual y pedir diariamente al Señor que nos conceda gracia para aceptar su voluntad y para ponerla por obra. “Si algo pidiereis en mi nombre yo lo haré.” (Juan 14:14).

Las gracias pasivas del cristianismo merecen una mayor atención por nuestra parte. La mansedumbre, un carácter apacible, la aceptación de la enfermedad, la fe, la paciencia, se nos mencionan en la Escritura como frutos del Espíritu Santo. Son gracias pasivas que de una manera muy especial glorifican a Dios. Y es en el lecho de enfermedad donde brillan de una manera más resplandeciente; ellas son las que hacen que muchos enfermos prediquen sermones silenciosos, mensajes sin palabras que aquellos que ‘les rodean no puedan olvidar. ¿Deseas adornar la doctrina que profesas? ¿Deseas que el cristianismo brille hermosamente ante los ojos del mundo? Entonces atesora para ti reservas de paciencia para el día de la enfermedad. Y entonces, si tu enfermedad no es para muerte, será para la “gloria de Dios.” (Juan 11:14.)

c) Otra obligación importante que el predominio de la enfermedad te impone es la de mostrar una disposición para compadecerte y ayudar a tus semejantes. La enfermedad nunca está lejos de nosotros. Pocas son las familias que no tengan algún miembro o pariente enfermo. Pocas son las congregaciones que no tengan alguna persona enferma. Allí donde hay un enfermo, de allí viene una llamada a la obligación. La asistencia oportuna por insignificante que sea, la cariñosa visita, una pregunta de interés por la persona enferma, una mera expresión de simpatía, etcétera, pueden hacer mucho bien. Todas estas cosas ayudan a hacer desaparecer las asperezas y a unir a las personas en los lazos de la caridad. Y no lo olvides, a menudo estos son medios para llevar almas a Cristo; son obras buenas en las cuales todo creyente ha de estar ejercitado. En un mundo de enfermedad y dolor debemos “sobrellevar los unos las cargas de los otros” y ser “benignos unos con otros.” (Gálatas 6:2; Efesios 4:32.)

Quizá para algunos lo que he dicho pueda parecer muy insignificante y de poco valor, y piensen que lo importante es hacer algo grande, llamativo y heroico. Pero no se dan cuenta de que una cuidadosa atención en estas pequeñas muestras de caridad fraternal constituye una de las evidencias más claras de poseerse la mente de Cristo. Son obras que nuestro Maestro mismo realizó continuamente: “anduvo haciendo bienes”, sanando a los enfermos y curando a los oprimidos. Estas son obras a las que El concede gran importancia, como puede verse en la descripción que nos da del juicio final y en la que, entre otras cosas, nos dice: “Estuve enfermo y me visitasteis.” (Mateo 25:36.)

¿No tienes deseos de probar la realidad de tu caridad, esta gracia sobre la cual tantos hablan, pero pocos practican? Entonces no descuides a los hermanos enfermos; socórreles con tu ayuda; muéstrales tu simpatía; esfuérzate para aligerar sus cargas; y, sobre todas las cosas, procura hacer bien a sus almas. Tal proceder te hará mucho bien y será de bendición para tu alma. Dios nos prueba y nos examina a través de cualquier caso de enfermedad en torno nuestro. Permitiendo el sufrimiento, el Señor prueba nuestros sentimientos. Cuidado, pues, de que puesto en la balanza seas hallado falto. Si puedes vivir en un mundo de enfermedad y de muerte sin compadecerte de los otros, entonces todavía tienes mucho que aprender.

Extracto del libro: «El secreto de la vida cristiana» de J.C. Ryle

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