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Imagínate que fuera posible visitar el lugar donde están los condenados en el infierno y ver allí a las pobres almas que yacen en cadenas de tinieblas y poder escuchar sus gritos y lamentos. Escucha a estas pobres almas. ¿Qué están diciendo? ¿No están maldiciendo a sus tentadores y a las tentaciones que les condujeron a este lugar maldito y terrible? La realidad de tal sufrimiento y angustia desafía la imaginación, pero eso no cambia la realidad. ¿Puedes pensar en tales cosas y no tomar en serio el peligro de entrar en tentación?

Salomón nos habla de los simples e ignorantes que siguen los pasos de la mujer extraña: «Y no saben que allí están los muertos» (Prov.9:18), «Caminos del sepulcro son su casa» (Prov.7:27), y «sus pies descienden a la muerte» (Prov.5:5). Este es el porqué de ser tan fácilmente engañados y seducidos (Prov. 7:21-22). Es lo mismo con todas las clases de tentación. Cuán pocas personas saben que la tentación conduce a la muerte. Quizá la gente creería esto y consideraría seriamente el lugar hacia dónde la tentación le conduce, entonces sería más vigilante y cuidadoso. Es una lástima que muchas personas rehúsan creer esto y piensan que pueden jugar con la tentación y que por fin todo terminará bien. Estas personas olvidan o ignoran la advertencia, «¿Tomará el hombre fuego en su seno, sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre las brasas, sin que sus pies se quemen? (Prov.6:27-28) La respuesta es un rotundo ¡No! La gente no sale de la tentación sin heridas, quemaduras o cicatrices.

El mundo está lleno de tentación. También está lleno de los casos trágicos de muchos que han sido tentados para su propia ruina. Por lo tanto, es el camino de la sabiduría hacer caso del llamamiento de Cristo a «velar y orar». Este llamamiento es vital. Considera estos pensamientos finales a fin de ser persuadido a velar y orar. 

Jesús dijo, «Velad y orad»

Obedecer este llamamiento de Cristo es la única forma que Dios ha dado para preservarte de entrar en la tentación y caer en el pecado. Si descuidas este medio, caerás. No te halagues de que esto no te podría suceder. Quizá eres un discípulo maduro y avanzado con un odio santo hacia el pecado que te hace pensar que sería imposible que fueras seducido por ciertos pecados. No obstante, nunca olvides la advertencia: «El que piensa estar firme, mire que no caiga. «(l Cor.10: 12)

Quizá has recibido mucha gracia en el pasado; has disfrutado experiencias maravillosas; has hecho grandes resoluciones para estar firme. Pero ninguna de estas cosas te preservará de caer a menos que estés velando. «Lo que a vosotros digo, a todos lo digo, velad» (Mar.13:3 7). Quizá, a pesar de tu descuido en el pasado, el Señor te ha preservado de entrar en la tentación. Si así es, no presumas de que el Señor continuará siendo bondadoso. Despierta, sé agradecido por su ternura y su paciencia, y ponte a velar antes de que sea demasiado tarde. Si no cumples este deber, de una forma u otra, en una cosa u otra, con maldad espiritual o carnal, serás tentado. ¡Quien sabe cuáles serán las consecuencias! ¡Recuerda a Pedro!

¡Recuerda a Demas! y ¡Recuerda a Judas!

Si eres descuidado para velar y orar, las consecuencias pueden ser dobles. Seguramente tarde o temprano caerás en un pecado y también Dios en su desagrado te podría disciplinar. Caer en pecado es malo, pero Dios podría añadir alguna disciplina o juicio. Te convencerá de su enojo y desagrado. Recuerda a David quien clamó a Dios después de su caída, «Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido» (Sa1.51:8). David supo lo que significa sentir la disciplina de Dios (Sal.32:4). Para David «los deleites del pecado» fueron temporales. El Señor libre y verdaderamente le perdonó pero aún así, le disciplinó severamente. (Ver 2 Sam.12:7-19). Si sigues el ejemplo de David en ser negligente y descuidado, quizá también tendrás que experimentar la amargura y el sufrimiento del desagrado y la disciplina de Dios.

Una última palabra: No te enredes con ninguna cosa que te conduzca a la tentación. Evita toda apariencia de mal y todos los caminos que conducen a él. En especial, vigila cuidadosamente cualquier cosa que en el pasado te haya conducido a tropezar.

Sal 32:9-10  No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento,

 Que han de ser sujetados con cabestro y con freno,

 Porque si no, no se acercan a ti.

Muchos dolores habrá para el impío;

 Mas al que espera en Jehová, le rodea la misericordia.  

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Extracto del libro: “La tentación” de John Owen

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