En ARTÍCULOS

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios.”—Heb. 11:6.

A fin de evitar la posibilidad de ser conducidos por caminos de error, la fe se dirige, no a un Cristo de la imaginación, sino “al Cristo que se encuentra tras las Escrituras,” tal como Calvino lo expresa.

Y por lo tanto, debemos distinguir entre

  • 1) la fe como una facultad implantada en el alma sin nuestro conocimiento;
  • 2) la fe como un poder mediante el cual esta facultad implantada comienza a actuar; y
  • 3) la fe como consecuencia—ya que con esta fe
    • 1) abrazamos la Sagrada Escritura como verdadera,
    • 2) nos refugiamos en Cristo, y
    • 3) estamos firmemente seguros de nuestra salvación en inseparable amor por Emanuel.

A lo que finalmente se debe añadir que esta obra es únicamente del Espíritu Santo, quien

1) nos dio la Sagrada Escritura;

2) implantó la facultad de la fe;

3) generó que esta facultad actuara;

4) hizo que esta fe se manifestara en ese acto;

5) en consecuencia fue testigo para nuestras almas, en relación a la Sagrada Escritura;

6) nos permitió aceptar a Emanuel con todos sus tesoros; y, por último,

7) nos hizo encontrar en el amor de Emanuel la garantía de nuestra salvación.

Completamente diferente a esta es la fe histórica, la que Brakel describe brevemente según lo siguiente: “La fe histórica es llamada así porque conoce la historia, el relato, la descripción de los asuntos de la fe en la Palabra, los reconoce como la verdad, y luego los deja abandonados como si se tratara de asuntos que no le conciernen en mayor medida que las historias del mundo; porque no se pueden utilizar en sus negocios, ni crean ninguna emoción en el alma, ni siquiera la suficiente como para provocar que el hombre haga una confesión: ‘Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan’ (Stg. 2:19). ‘¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees’ (Hch. 16:27).”

Luego viene la fe temporal, respecto de la cual Brakel da la siguiente descripción: “La fe temporal es un conocimiento y un consentimiento a las verdades del Evangelio,

reconociéndolas como la verdad; lo que causa algunos revoloteos naturales en los afectos y las pasiones del alma, una confesión de estas verdades en la Iglesia, y un paseo exterior en conformidad con esa confesión; pero no existe una auténtica unión con Cristo, con la justificación, santificación y redención.

 ‘Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza’ (Mt. 13:20-21).

‘Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento’ (Heb. 6:4-6).

‘Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero’ (2 Ped. 2:20).”

Existe también una fe de milagros, la cual Brakel describe con las siguientes palabras: “La fe de milagros es el hecho de ser convencido interiormente, por un obrar interno de Dios, respecto de que tal o cual obra será forjada de una manera sobrenatural, cuando hablamos o damos una orden, ya sea en nosotros mismos o sobre otros. Pero la capacidad de realizar milagros no es del hombre sino de Dios, por Su omnipotencia, en respuesta a la fe:

 ‘que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible’ (Mt. 17:20).

‘Y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes’ (1 Cor. 13:2).

‘Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo’ (Hch. 14:9-10).

 Esta fe fue vista en forma especial en los días de Cristo y de los apóstoles, para confirmación de la verdad del Evangelio.”

Estos tres tipos de fe se asemejan en algunos aspectos a la fe salvadora, pero carecen de su existencia. De todas, la que menos se asemeja es la fe para hacer milagros, la que también fue hallada en Judas. La fe que remueve montañas no es la fe que justifica. La fe histórica se acerca un poco más, a menos que, por causa de una indolencia y de indiferencia, simplemente haga eco de las palabras de otros sin aceptar su verdad, abriendo así el camino hacia el fariseísmo. La fe temporal se acerca más; esta es en realidad obrada por el Espíritu Santo y permite gustar de los dones celestiales, pero no tiene raíz en sí misma. Es como un ramo de flores, que por un día adorna el pecho de la persona que lo lleva, pero que por haber sido cortado de su raíz, ya no constituye una planta.

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Extracto del libro: “La Obra del Espíritu Santo”, de Abraham Kuyper

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