En BOLETÍN SEMANAL

“¡Oh, cuánto amo yo tu ley!” (Sal. 119:97).

a. El hombre piadoso ama la Palabra escrita.

Crisóstomo compara las Escrituras con un jardín de canteros y flores. El hombre piadoso se deleita en caminar en este jardín y encontrar allí dulce descanso; ama cada rama y cada parcela de la Palabra.

  1. Ama la parte consejera de la Palabra, dado que es una guía y una regla para la vida. Contiene credenda et facienda, que significa “cosas para creer y practicar”. El hombre piadoso ama los aforismos de la Palabra.
  2. El hombre piadoso ama la parte intimidante de la Palabra. Las Escrituras, como el Jardín del Edén porque tiene el árbol de la vida y también una espada flameante en sus portales. Ésta es la amenaza de la Palabra: Lanza fuego en el rostro de todo el que sigue obstinadamente en sus maldades: “Ciertamente Dios herirá la cabeza de sus enemigos, la testa cabelluda del que camina en sus pecados” (Sal. 68:21). La Palabra no tolera la maldad. No deja que el hombre se quede entre el pecado y Dios: La verdadera madre no dejó que el niño fuera dividido en dos (1 R. 3:27) y Dios no deja que el corazón se divida.
  3. El hombre piadoso ama las amenazas de la Palabra. Sabe que hay amor en cada amenaza; Dios no quiere que ninguno de nosotros se pierda, por lo tanto, nos amenaza misericordiosamente para que, con temor, nos apartemos del pecado. Las amenazas de Dios son como balizas en el mar que indican que hay rocas debajo del agua que son una amenaza de muerte para los que se acerquen. Las amenazas son un freno para que nos detengamos y no sigamos galopando derecho al infierno; hay misericordia en cada amenaza.
  4. El hombre piadoso ama cada parte consoladora de la Palabra: Las promesas. Se alimenta constantemente de ellas, como Sansón iba por su camino alimentándose de la miel del panal. Las promesas son puro alimento y dulzura, son nuestro aliento cuando desfallecemos, son los cauces del agua de vida. “En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma” (Sal. 94:19). Las promesas eran el arpa de David para espantar los pensamientos tristes; eran los pechos que le daban leche de consolación divina.

b. El hombre piadoso demuestra su amor por la Palabra escrita.

  1. Por medio de leerla con diligencia: Los nobles bereanos escudriñaban diariamente las Escrituras (Hch. 17:11). Apolo era poderoso en las Escrituras. La Palabra es nuestra Carta Magna, por lo tanto, debemos leerla diariamente. La Palabra muestra qué es la verdad y qué es el error. Es el campo donde está escondida la Perla de Gran Precio: ¡Cuánto debiéramos escarbar para encontrar esta Perla! El corazón del hombre piadoso es la biblioteca para guardar la Palabra de Dios; mora en abundancia en él (Col. 3:16). La Palabra tiene una tarea doble: Enseñarnos y juzgarnos. Los que se niegan a ser enseñados por la Palabra, serán juzgados por la Palabra. ¡Oh, que la Palabra nos sea familiar! ¿Qué, si éste fuera un tiempo como el de Diocleciano que ordenó por proclamación que la Biblia fuera quemada o como los días de la Reina María “La Sanguinaría” de Inglaterra, cuando poseer una Biblia en inglés causaba la pena de muerte? Conversando diligentemente con las Escrituras, podemos llevar una Biblia en la mente.
  2. Por medio de la meditación frecuente: “Todo el día es ella mi meditación” (Sal. 119:97). El alma piadosa medita sobre la veracidad y santidad de la Palabra. No sólo tiene pensamientos pasajeros, sino que empapa su mente de las Escrituras. Al meditar, bebe de esta dulce flor y fija la verdad santa en su mente.
  3. Por medio de deleitarse en ella. Es su recreación. “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón” (Jer. 15:16). Nunca nadie ha disfrutado tanto de una comida que le encanta, como disfruta el profeta de la Palabra. Efectivamente, ¿cómo podría un santo escoger otra cosa que deleitarse grandemente en la Palabra cuando contiene todo lo que es y será siempre de más valor para él? ¿Acaso no se deleita un hijo al leer el testamento de su padre en que le deja todos sus bienes?
  4. Por medio de guardarla. “En mi corazón he guardado tus dichos” (Sal. 119:11), tal como uno guarda un tesoro para que nadie lo robe. La Palabra es una joya, el corazón es el joyero donde se debe guardar bajo llave. Muchos guardan la Palabra en su memoria, pero no en su corazón. ¿Y para qué guardaría David la Palabra en su corazón? “Para no pecar contra ti”. Así como uno llevaría consigo un antídoto cuando va a un lugar infectado, el hombre piadoso lleva la Palabra en su corazón para prevenirse de la infección del pecado. ¿Por qué tantos se han envenenado del error, otros de vicios morales, sólo por no haber escondido la Palabra como un antídoto santo en su corazón?
  5. Por medio de preferirla por sobre todas las cosas como lo más preciado: a. Por sobre el alimento: “Guardé las palabras de su boca más que mi comida” (Job 23:12). b. Por sobre las riquezas: “Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata” (Sal. 119:72).

c. El hombre piadoso está por encima de toda honra mundana.
Es famosa la anécdota del rey Eduardo VI de Inglaterra, quien, cuando en el día de su coronación le presentaron tres espadas significando que era monarca de tres reinos, dijo: “Falta una”. Al preguntarle cuál, respondió: “La Santa Biblia”, la cual es la espada del Espíritu y ha de ser preferida por encima de todas las enseñas de la realeza.

  1. Por medio de conformarse a ella. La Palabra es el reloj por el cual uno pone la hora de su vida, la balanza sobre la cual pesa sus acciones. El hombre piadoso vive la Palabra en su diario andar.

El hombre piadoso ama la Palabra predicada que, en realidad, es un comentario de la Palabra escrita. Las Escrituras son el oleo y bálsamo, la predicación de la Palabra es verterlos. Las Escrituras son las especies preciosas, la predicación de la Palabra es el molido de estas especies que producen una fragancia y un placer maravillosos… La predicación de la Palabra es llamada “poder de Dios para salvación” (Rom. 1:16). Dice la Biblia que así es como Cristo nos habla desde el cielo (He. 12:25). El hombre piadoso ama la Palabra predicada, en parte por el bien que ha derivado de ella: Ha sentido el rocío caer con este maná y, en parte, por ser la institución de Dios: El Señor ha designado esta ordenanza para salvarlo.

El hombre piadoso, ora

El hombre piadoso es un hombre que ora. Esto aparece en el texto: “Por esto orará a ti todo santo” (Sal. 32:6). En cuanto la gracia es derramada en el interior, la oración es derramada en el exterior: “Mas yo oraba” (Sal. 109:4). En el hebreo es: “Pero yo oración”. La oración y yo somos uno. La oración es el camino del alma hacia el cielo. Dios desciende hasta nosotros por medio de su Espíritu y nosotros subimos a él por medio de la oración. El hombre piadoso no puede vivir sin oración. El hombre no puede vivir sin respirar, tampoco puede el alma si no exhala hacia Dios sus anhelos. En cuanto nace el infante de gracia, llora; en cuanto Pablo se convirtió: “Porque he aquí, él ora” (Hch. 9:11). Habiendo sido un fariseo, sin duda habría orado antes, pero lo había hecho superficial o livianamente, pero cuando la obra de gracia se había llevado a cabo en su alma, entonces realmente oraba. El hombre piadoso permanece todos los días en el monte de oración, comienza su día con oración. Antes de abrir su negocio, le descubre su corazón a Dios. Antes solíamos quemar perfumes dulces en nuestros hogares; la casa del hombre piadoso es una casa perfumada: Extiende el perfume con el incienso de la oración. No comienza ninguna actividad sin buscar a Dios. El hombre piadoso consulta a Dios en todo.

Tomado de “The Godly Man’s Picture Drawn with a Scripture-Pencil” (El cuadro del hombre piadoso dibujado con el lápiz de las Escrituras) en The Sermons of Thomas Watson (Los sermones de Thomas Watson), Soli Deo Gloria, una división de Reformation Heritage Books, www.heritagebooks. org.


Thomas Watson (c. 1620-1686): Predicador puritano no conformista; prolífico autor de A Body of Divinity, The Lord’s Prayer, The Ten Commandments, Heaven Taken by Storm y muchos otros.
No todos los hombres son piadosos. Los impíos constituyen la gran mayoría de los seres humanos. Cuando un hombre empieza a ser piadoso, ésta es la primera señal de que ha ocurrido un cambio en su vida: “He aquí, él ora”. La oración es la señal del hombre piadoso en sus inicios. Hasta llegar al punto de rogar y pedir, no podemos estar seguros de que tenga vida eterna. Se pueden tener deseos, pero si nunca se ofrecen como oraciones, serán como la nubecilla tempranera y como el rocío de la mañana, que pronto se disipan. Pero… cuando un hombre no puede descansar hasta haber derramado su corazón ante el trono de gracia en oración, empezamos a tener la esperanza de que entonces es verdaderamente un hombre piadoso… la oración es como el primer llanto por el cual sabemos que el recién nacido verdaderamente vive. Si no ora, podemos sospechar que solamente tiene el nombre del que vive, pero que le falta el verdadero espíritu de vida.
—Charles Spurgeon

Dios otorga más bondades a un hombre piadoso que a todos los impíos en el mundo. Júntese toda la manutención, todos los males de los que han sido liberados, todas sus riquezas, todas las comodidades que la Providencia les ha dispensado: Esas cosas no son más que nimiedades que Dios otorga a hombres impíos. Pero hay bendiciones únicas que otorga a los justos. Dios tiene reservadas cosas preciosas para sus favoritos en comparación con las cuales, los tesoros del mundo no son más que polvo y escoria. En cuanto a los santos, Cristo murió por ellos, todos han sido perdonados, han sido librados de un infierno de sufrimiento eterno, se les ha dado derecho a la vida eterna, la propia imagen de Dios les ha sido conferida, han sido bien recibidos y disfrutarán del amor imperecedero de Dios. —Jonathan Edwards

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