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Satanás planta la tentación en un cristiano con la esperanza de que aquella florezca convirtiéndose en pecado y su semilla caiga en otros corazones llevada por los vientos del conformismo o la desilusión, para que o bien se sientan estimulados a pecar por el mal ejemplo o bien se vean desalentados en su propio caminar por el escándalo.

Una vez más, Dios confunde a Satanás haciendo que tales pecados sean un aviso a tiempo para los demás, a fin de que vigilen su propia firmeza. Cuando ves a un manso Moisés provocado a ira, vigilas más estrechamente la aparición de malas hierbas en tu propio corazón rebelde.

Dios también consuela a los cristianos afligidos mostrándoles el camino rocoso por el cual pasaron algunos de sus hijos más amados para llegar al Cielo. ¿Está tu conciencia apesadumbrada por tu pecado? ¿Está tu alma acongojada porque Satanás te ha convencido de que no hay esperanza de perdón? Las vidas de algunos de los cristianos más grandes son una contradicción indiscutible para las acusaciones satánicas contra ti. El pecado de David fue grande, pero halló misericordia. Pedro negó su fe, pero ahora está en el Cielo. ¿Te ama Dios a ti menos que a ellos? ¿No ha prometido perdonar a todo aquel que tenga un corazón contrito? (Sal 34:18).

Otra forma en que Dios utiliza los ataques de Satanás es para preparar a los cristianos. El creyente que ha pasado por pruebas severas, está mejor equipado para ayudar a otros cristianos que sufren. El mejor militar instructor no es un general que pasa horas en su oficina, sino el hombre que ha combatido en primera línea. Así se pone la fe por obra sinceramente; y todas las virtudes entran en acción. Si caes en la tentación y quedas bajo el dominio de Satanás por un tiempo, aprendes lo malvado que es este amo, el cual lleva un cetro de hierro en una mano y un cruel látigo en la otra, y con ellos piensa llevarse a todos sus súbditos al Infierno. Pero un hijo de Dios sincero, al pecar y sentir el latigazo de Satanás, sabe cómo escapar: acude a la Palabra y a Dios mismo y, abriendo su corazón herido a Cristo, se rinde al dulce ministerio del Espíritu.

Esta clase de experiencia con el pecado y Satanás te estimulará para avisar a tus hermanos acerca del trato diabólico y también te enseñará a consolar a los heridos que sangren por sus azotes. Ninguno trata a las pobres almas con tanta delicadeza como aquellos que recuerdan el dolor de su propia experiencia. Estas lecciones de la vida, y no los mentores, ni los libros, ni siquiera el conocimiento intelectual de la Palabra, te equiparán para hablar una palabra a tiempo al alma cansada. Cristo mismo fue enseñado en esta escuela. Sus sufrimientos (siempre mezclado con tentaciones) fueron la lección que le proporcionó sabiduría y compasión para restaurar y consolar a las almas turbadas. El diablo debería haber dejado en paz a Cristo, y también a sus hijos, porque Dios vuelve del revés el designio malvado del enemigo, y usa nuestro sufrimiento transitorio como fuente permanente de consuelo para muchos.

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Extracto del libro:  “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall

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