El juego es dado con la creación para expresar el espíritu libre del hombre y éste refleja la imagen divina. Kuyper desearía que los cristianos se abstuvieran de cualquier juego en el que el dinero fuera el fin o en el que la fortuna sea la cuestión decisiva.

​Tiene sentido, después de haber tratado la concepción de Kuyper sobre las artes, un breve comentario de la evaluación cultural de Kuyper sobre el juego. El juego es dado con la creación para expresar el espíritu libre del hombre y éste refleja la imagen divina. De la segunda persona de la bendita Trinidad, leemos en la Escritura que era diariamente la delicia del Padre, “Con Él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de Él en todo tiempo. Me regocijo (jugar, divertirse en la traducción Holandesa) en la parte habitable de su tierra” (Prov. 8:30, 31).

Un niño juega instintivamente, pero los hombres maduros deben jugar para liberarse del fastidio. Nos informa Kuyper que durante el período del florecimiento del calvinismo en los Países Bajos, el juego en grupos era un factor importante en la vida nacional; pero, cuando el pseudo-Calvinismo tomó el control, el juego se convirtió en tabú. Es más, el juego en nuestros días se ha degenerado debido al dinero involucrado. Los jugadores no lo harán excepto por grandes sumas de dinero. El juego de naipes en sí mismo no es inmoral, pero se convierte en inmoral debido al dinero. La inmoralidad en el teatro también se debe en gran medida al dinero que se paga para producir lo obsceno e inmoral.

Kuyper desearía que los cristianos se abstuvieran de cualquier juego en el que el dinero fuera el fin o en el que la fortuna sea la cuestión decisiva. Para contrarrestar al mundo en este campo son necesarias las organizaciones de gente joven para salvarlos de las corruptoras influencias del mundo.

Kuyper, al igual que Calvino, tenía una conciencia social muy fuerte. Creía en la iniciativa individual como una bendición de Dios y como resultado del desarrollo de la sociedad desde su condición primitiva. Pero el mayor peligro del “fuerte individualismo” no ha de ser considerado como imaginario. Este peligro era ya inherente en el derecho absoluto de propiedad entre los romanos, y recibió su más alta expresión en el individualismo de la Revolución Francesa. Este es el punto de partida para todas las formas moderadas de liberalismo. Por otra parte, en medio de Israel encontramos muchas leyes que limitan el concepto de la absoluta disposición libre de la propiedad por parte de los propietarios. Bajo el lema de la libertad y la independencia no podemos resistir las ordenanzas del gobierno para la restricción de los fuertes. Pues a menudo ejercen el poder del dinero para convertir en esclavos a los trabajadores, de manera que la libertad del trabajador se transforma solamente en libertad para pasar hambre. La Escritura garantiza los derechos de propiedad, pero el gobierno puede, en ocasiones, y para el bien común, tener que restringir o incluso abolir temporalmente tales derechos. Hay necesidad de que se promulguen leyes económicas lo mismo que leyes comerciales, de manera que el empleador pueda ser restringido. Kuyper mismo abogó por tales leyes ya en 1875. El derecho del gobierno para intervenir en la vida de la sociedad se basa, para Kuyper, en el artículo treinta y seis de la Confesión Belga, que dice que Dios ordenó a los gobiernos no solo con el propósito de refrenar a los hombres malvados sino también para que todo pueda hacerse en buen orden. Esta es la responsabilidad del gobierno, dado que la sociedad misma no tiene una cabeza; tiene una organización independiente que le es propia para decidir sobre asuntos de justicia social. Por tanto necesitamos un código de leyes civiles y económicas lo mismo que un código penal.

Kuyper abogaba por el trabajo organizado, pero puesto que la socialdemocracia tiene metas revolucionarias, el gobierno no puede darle el derecho de organización sin minar su propia existencia. Kuyper también favorecía el subsidiar segmentos de la sociedad que fueran incapaces de sobrellevar un trastorno económico o un desastre natural; abogó por las pensiones a los ancianos, seguro de salud, seguro por accidente, etc.

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Habiendo presentado los puntos esenciales de la filosofía cultural de Kuyper, procedamos ahora a resumir y evaluar su contribución característica.
Parece ser que Kuyper está tratando de presentar una filosofía de la cultura en contra del idealismo monista de Hegel y del materialismo evolucionista de los naturalistas. Es la gracia común la que hace posible la historia y la que explica los productos culturales de la humanidad. Al mismo tiempo, la gracia común es la presuposición de la gracia especial y la propia atmósfera y entorno en la cual debe desarrollarse una cultura distintivamente calvinista. El corazón de Kuyper late en la doctrina de la gracia particular, y finalmente rige la gracia común. No puede abusarse de la doctrina de la gracia común de Kuyper al hacerla el fundamento de una apreciación carente de sentido crítico de la cultura neutral de los no creyentes.  Kuyper siempre coloca la gracia común bajo la influencia del reinado de Cristo. Para él es el entorno para la actividad cultural en la que participan los regenerados, para el Rey. La Iglesia como el cuerpo de Cristo ostenta el centro del escenario de la historia, de la cual Cristo es el Redentor, no solo escatológicamente sino también de manera real. En pocas palabras, la realeza de Cristo es una realidad presente.

En mi opinión el énfasis constante de Kuyper sobre la conciencia regenerada que determina las actividades culturales del hombre no constituye una negación de la hegemonía de Cristo. Sin embargo, se produce una tensión a partir de la definición de Kuyper de la gracia particular como extra-temporal, que en esencia llega a fructificar en la salvación eterna, y, la idea de que la acción cultural emana de la gracia común. Pero debiese observarse que Kuyper nunca asume una antítesis entre el alma salvada y el mundo perdido como los antiguos gnósticos y los barthianos de nuestros días. Sin embargo, hay una especie de dualismo polar entre el terreno de la gracia particular, que es espiritual, y el de la gracia común, que es temporal y visible. Debido a esta polaridad, Kuyper piensa de la gracia común como originándose en  Cristo como el mediador de la creación, mientras que la gracia particular debe adjudicarse a Cristo como mediador de la redención. De una vez, con el interés de evitar tanto los peligros del anabaptismo y el Estado-Iglesia de Roma, Kuyper prácticamente hace a la gracia común independiente de la gracia particular, pero, al final, muestra su mutua interacción y cooperación. En el análisis final, no hay nada más que una diferencia de acento entre sus obras Gemeene Gratie (Sobre la Gracia Común) y Pro Rege (Para el Rey), con respecto al valor relativo de los dos tipos de gracia.

Las tendencias peligrosas de la gracia común son circunscritas por la doctrina de la antítesis organizacional, que pierde su carácter puramente práctico y asume un carácter más principal. Kuyper nunca se pasó de la raya en persistir sobre el “aquí y ahora”. La gracia común era “simplemente” gracia común. Para él lo realmente necesario era la gracia particular.

 

Extracto del libro El Concepto calvinista de la Cultura, por Henry R. Van Til (1906-1961)

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