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​El sacrificio de Cristo trata con una realidad incuestionable como es, por una parte, la santidad de Dios y por la otra, la terrible pecaminosidad del hombre. En ese sacrificio sustitutivo Cristo toma el lugar de su pueblo delante de la ley de Dios y asume nuestro pecado sobre sí mismo para que al perdonarnos, la ley quede satisfecha, asumiendo en su persona el pago de la deuda. De esta manera Dios mantiene íntegra Su santidad y Su justicia aceptando como ofrenda por el pecado del hombre a su propio y perfecto Hijo.

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Estudios sobre el evangelio de Juan